Cabeza de ratón

El ministro del Interior es tonto

Eran otros tiempos, aunque cada día se parecen más a estos, o estos a aquellos. En algunos bares, rótulos admonitorios prohibían cantar, bailar y hablar de política aunque fuera para bien. Según una leyenda urbana de entonces, camuflados entre los parlanchines parroquianos, torvos policías de paisano acechaban a los infractores que por influjo del alcohol se soltaban la lengua y, por ejemplo, contaban chistes de Franco en los que el "excelentísimo" era ridiculizado y quedaba a la altura del betún de sus botas. Una de las variaciones más difundidas de la leyenda decía así: un parroquiano, más o menos borracho, hacía rodar por el mostrador un duro con la efigie caudillesca que figuraba en ella "por la gracia de Dios", y decía: "Franco en bicicleta", hasta que una zarpa, surgida de las sombras, se hacía con la moneda, otra se descargaba sobre su hombro y una voz a sus espaldas pronunciaba estas fatídicas palabras: "Su Excelencia, el Jefe del Estado, en bicicleta y usted andando a la comisaría". La versión que me contaron terminaba con el bocazas haciendo rodar la moneda por el mostrador de la comisaría y repitiendo: "Su Excelencia el Jefe del Estado en bicicleta". Cada vez que la moneda caía de plano, a él llovían manotazos en la nuca y bofetadas a traición que solo cesaban cuando el duro volvía a rodar acompañado de la misma cantinela.

Hoy esa policía, mejor dotada y ubicua, se prepara para someter a un cerco invisible pero férreo a los parroquianos más deslenguados de la red. A esos tuiteros que hacen chistes políticos en los corrillos mediáticos y se desfogan y desahogan con exabruptos insultantes y amenazadores, muy alejados de la corrección política. La pupila electrónica del Gran Hermano orwelliano se afina para ver al detalle hasta nuestros más ocultos pensamientos en cuanto salen de nuestras bocas o de nuestros dedos insumisos". "Dios lo ve todo, el pasado, el presente, el futuro y hasta nuestros más ocultos pensamientos", así rezaba el catecismo. Sustituyan a Dios por su vicario Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior y de lo anterior, con vocación de Gran Inquisidor del reino (así empezó el cardenal Ratzinger y le hicieron papa), un ministro "chupacirios" y "meapilas", aprovecho para despedirme de semejantes epítetos en este artículo, cuyo título es una mera provocación, no volverá a ocurrir, al fin y al cabo uno comenzó en este oficio del periodismo aprendiendo a leer y a escribir entre líneas, bueno para el ingenio y para el bolsillo en cuanto entre en vigor la vigoréxica ley mordaza que castigará con graves multas la blasfemia y la palabra soez, la mala educación y, probablemente, las faltas de ortografía en la red. Se van a forrar, que es de lo que se trata.

Si semejante contraley sale adelante despídanse de leer algunos de los titulares que aparecían ayer en la portada de este diario. "La gente está hasta los cojones de los políticos", titulaba el compañero Arturo González despidiéndose, supongo, de tan ofensiva forma de expresarse. La libertad de expresión tiene un límite y nuestra paciencia también, así que dense por avisados, nos dice el gobierno. En el caso de los artículos de opinión, ciertas licencias pueden ser lícitas pero recuerden otro titular del jueves en Público: "La Familia Real está implicada en casos de corrupción según el 85% de los españoles. ¿Lo han leído en el Ministerio? Vayan preparando la denuncia contra este periódico, contra Arturo Fernández y contra ese 85% de españoles que suscriben tan afrentosa declaración. Vayan tomando mis datos, ¡gilipollas!... Ah, que ya los tienen, vale.

Aviso para navegantes, estimados lectores cuiden sus comentarios, Big Brother acecha y los caminos del señor Fernández son inescrutables y están lleno de trampas saduceas.

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