Cabeza de ratón

La Mato

Existe en este Gobierno/ una ministra en concreto/ que al pie de cada decreto/ pone Mato y dice bien. Más que para epigramas, están las cosas, sobre todo las cosas de Ana Mato, para la diatriba feroz y el libelo sarcástico. Tras el demoledor informe de UNICEF (sospechosa organización filocomunista) sobre el hambre infantil en España, la ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad (¿?) ha declarado que nuestro providencial gobierno sigue a rajatabla los consejos de la UNICEF, crea empleo, da unos servicios de calidad y apoya a las familias, porque Ana Mato es ante todo madre de familia, solo hay que recordar las fiestas familiares, cumpleaños y primeras comuniones, patrocinadas generosamente por los simpáticos mafiosos de la Gürtel, compañeros de fechorías de su marido ( o exmarido, depende de cómo vengan los pleitos) Jesús Sepúlveda, colega de don Vito Correone, del pizpireto Bigotes, del Albondiguilla y de otros amiguitos del alma.

El hambre infantil en el mal llamado tercer mundo ha sido mil veces objeto de denuncias, condenas y ampulosas declaraciones firmadas muchas veces por los principales responsables de las hambrunas. Las antiguas potencias coloniales siguen explotando sus recursos y explotando o expulsando a la población nativa hacia una emigración forzosa, una odisea que no tiene Ítaca en su horizonte sino los infiernos de Lampedusa o Melilla. El hambre infantil ha generado bienintencionadas campañas de solidaridad que han ejecutado virtuosas oenegés y otras viciadas por la rapiña y el afán de lucro. Aún debe andar suelto el político valenciano que consiguió desviar a sus bolsillos los fondos destinados a la construcción de escuelas infantiles en Centroamérica.

Quién no ha colaborado alguna vez con una de esas campañas solidarias, ingresando dinero, por ejemplo a través de cuentas en solventes entidades bancarias; algunas llegaron a cobrar comisiones por sus solidarias operaciones además de publicitarse como patrocinadoras de obras benéficas en la televisión. Pero hoy la pobreza y el hambre infantil están a las puertas de casa, o quizás en el mismo rellano, y todos lo vemos menos la ministra de Igual dá y sus correligionarios. El portavoz del PP, Rafael Hernando, emérito cantamañanas, ha dicho que la culpa del hambre infantil en España la tienen los padres, no se sabe si por traerles a este mundo traidor o simplemente por ser pobres en un país que está saliendo de la crisis y que ofrece empleo, unos servicios sociales de alta calidad, en cantidades altamente reducidas, y un apoyo a las familias sin recursos durante la temporada escolar (en verano no se abrirán los comedores infantiles en muchas autonomías para no discriminar a los niños con el estigma de la pobreza, famélicos pero dignos, pobres y por lo tanto honrados). Leo en un informe que van a ser destinados a los asuntos sociales este año 17 millones de euros y que, si dividimos esa cantidad entre los 2,8 millones de niños hambrientos, cada uno de ellos tocaría a 1,50 euros. No os lo gastéis en chuches sino en proteínas para pasar el verano.

Dice Lin Yutang (creo que ya lo he citado en algún artículo) que, si entre la realidad y nuestros ideales no ponemos un colchón de sentido del humor, corremos el riesgo de volvernos fanáticos. Por eso, perdonen los retruécanos y quédense con los sarcasmos.

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