Cabeza de ratón

Coletazos y coletillas

Dicen que hay una línea muy delgada que separa lo sublime de lo ridículo y estoy casi seguro de que esa delgada línea pasa por Valencia. No incidiré mucho en lo sublime, que podría ir de Blasco Ibáñez a Berlanga pasando por Sorolla y Mariscal y que se funde con lo ridículo en las hogueras de las Fallas, sátira popular, crítica de costumbres, malas costumbres, que no consiguió erradicar la censura franquista que trató por todos los medios de banalizarlas y castrarlas. A comienzos de los años setenta, recuerdo haber visto una modesta falla de barrio (La Parreta) dedicada a los cinco sentidos con dos sentidos censurados con sus correspondientes rótulos. Si la memoria no me engaña, eran el tacto y el olfato, prohibidos por obscenos en su representación. El humor escatológico es un género clásico, por lo menos en el Mediterráneo, de Grecia y Roma hasta los caganers catalanes. Pero los iconos contemporáneos de esta valencianidad, facción ridícula, se concentran en la fauna política de la Comunidad y de su capital. La extraña pareja Camps-Barberá, con los roles intercambiados, el con su afición a los trapitos y ella con sus varoniles arrestos, son dos ninots a la medida de la tradición fallera.

En la próxima edición de las Fallas no faltará (estoy seguro) Pablo Iglesias con su coleta, esa coleta que según Rita es el uniforme de los seguidores de Podemos, por lo menos hasta que reciban una remesa de chándales de Venezuela o el Bigotes les haga una rebaja importante en los saldos sobrantes del outlet de Gürtel. Lo de los políticos del PP valenciano es de traca, aunque están tan quemados que incinerarlos en una falla sería una redundancia, algo tan redundante como vestir de fallera (mayor, por supuesto) a Rita Barberá.

Los coletazos y las coletillas que caen sobre las espaldas de Podemos reafirman la sensación de miedo insuperable de los partidos más castizos, defensores de la ortodoxia públicamente y radicalmente heterodoxos en su praxis cotidiana para saltarse normas, reglamentos, códigos y leyes que ellos mismos han impuesto. Haced lo que ellos dicen, no hagáis lo que ellos hacen, reza un precepto evangélico. La honestidad, la transparencia, la regeneración que ellos predican no va con ellos. Una cosa es predicar y otra dar trigo.

El último coletazo a Podemos (aunque mientras escribo esta columna ya habrán restallado otros) le ha caído a Monedero, que empieza a pagar su pretensión de presentarse a las municipales en Madrid . Sus manifestaciones de hace un año sobre el relevante papel de las fuerzas de seguridad del Estado, policía y guardia civil, en la introducción y la difusión de la heroína en Euskadi en los años ochenta han provocado una reacción tardía pero contundente por parte de los que ya se sabe de qué parte están y también de los que, por su condición de periodistas, deberían saber de qué estaba hablando Monedero. Mejor yonqui que abertzale tal vez no fuera la consigna de esas fuerzas del orden, pero sí que estaba presente en su estrategia. La irrupción de la heroína en España en general y en el País Vasco en particular llegó por sorpresa y a traición, sin demanda previa y con engañosas ofertas. Existen multitud de informes, análisis y reportajes de cómo usaron las fuerzas de seguridad de los Estados Unidos de América las drogas en general y la heroína en particular para perseguir y desmovilizar a los Panteras Negras y a los movimientos juveniles antisistema. Es sabido, está publicado y denunciado que las fuerzas del orden, policía y guardia civil, utilizaron las drogas para pagar a confidentes y organizar operaciones clandestinas contra ETA. El fin y los medios. Los asesinatos y los atentados contra los narcos y su entorno, ejecutados por los etarras, apuntaban en esa dirección, pero los crímenes de la banda no se lavan con crímenes de Estado.

Los periodistas estamos demasiado acostumbrados a mordernos la lengua antes de denunciar casos de los que tenemos constancia, certeza e incluso documentación, pero no pruebas suficientes. El escándalo, farisaico, de algunos respetables colegas de este oficio ante las declaraciones de Monedero solo adquiere sentido dentro de la campaña de descrédito contra Podemos, cargada de prejuicios y resabios.

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