Cabeza de ratón

Sin Botín y sin Botella

Era un hombre excepcional, tan excepcional que hicieron una ley excepcional a su medida para limpiarle de polvo y paja, tan excepcional que podía cambiar la leyes y las reglas del juego. Emilio Botín poseía facultades excepcionales para acumular excepcionales cantidades de dinero y esas facultades son las más admiradas y envidiadas por el común de los mortales. A la hora de los elogios póstumos han competido plañideras llegadas de todas partes del espectro político y social, los corifeos se preparan ahora para entonar cánticos de alabanza a su sucesora legítima, seleccionada por la genética y la dinástica, Ana Patricia, banquera de cuarta generación, biznieta del fundador de la que con el tiempo se convertiría en una de las instituciones más influyentes del país, en los años de bonanza y sobre todo en los tiempos críticos.

La crisis ha duplicado el número de multimillonarios en España, pero el ejemplo de Botín no admite parangones y desgraciadamente no hace posible la emulación, cualquiera no puede ser Botín aunque empiece de botones, eso queda reservado para la casta familiar, una carrera como la de Botín solo puede hacerse saliendo con ventaja. Si Botín se hubiera hecho a sí mismo se habría hecho así como era, sin su entronque familiar el banquero también habría alcanzado las cimas del oficio más antiguo del mundo: ya en los tiempos prehistóricos, el más espabilado de la tribu se quedaba a cargo de la custodia de los bienes de los contendientes durante las peleas o las guerras a cambio de una moderada remuneración. Botín era inimitable también porque el dinero, no era para él medio, ni herramienta que pudiera cambiarse por sexo por poder o por bienes materiales, el dinero es solo dinero, el más poderoso de los caballeros y el más canalla de los truhanes.

Los Botines nacen y se hacen con una dedicación plena a su objetivo de amasar fortunas y contar las monedas cada noche, el dinero era vocación y hobby, religión y patria para Emilio Botín. El dinero no huele, ni duele su posesión, pero son muy pocos los que llevan su culto a esos extremos, a esa concepción mística y rastrera. Lo que cuenta es ver cómo el dinero se reproduce, cómo crecen los montones, cómo se multiplican las cifras que son las letras del evangelio del banquero, del usurero magnificado y venerado, ensalzado y entronizado como auténtico señor de vidas y haciendas, de hipotecas y desahucios. Cuenta la leyenda que el padre de Emilio Botín, el abuelo de Ana Patricia solía hacer caso omiso de una mendiga que le abordaba siempre a la salida de misa pidiendo una limosna "por Dios". Un día la mendiga cambió la petición, "por Dios y por la Virgen" y el patriarca abrió su cartera y dijo: "con dos avalistas ya es otra cosa".

Se fue Botín y nos deja la Botella, una mujer excepcional que se dedicó a la política, vía conyugal, después de haber declarado que jamás se dedicaría a la política. Misión cumplida, Ana Botella ha estado en política sin dedicarse a ella, sin el mínimo refrendo democrático, y cada una de sus intervenciones políticas ha sido un disparate, un despropósito que ha causado más risa que indignación. Quizás perdió Ana Botella su última oportunidad de dedicarse a la política con el caso Madrid Arena que coincidió desgraciadamente con unas jornadas de asueto en un "spa" . Era un fin de semana y seguramente los Aznar habían pagado por adelantado.

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