Multiplícate por cero

La «gran putada» es lo que viene después

Convocar una huelga general es una "gran putada", como admite con franqueza Ignacio Fernández Toxo. Es una putada para los que la convocan, porque si fracasa perderán fuerza a la hora de sentarse otra vez a negociar. Una putada para el Gobierno, porque si triunfa tendrá que dar marcha atrás y aunque el paro no tenga éxito no evitará que quede cuestionado en su actuación. Pero, sobre todo, es una gran putada para los ciudadanos, que se ven abocados a una medida de fuerza para frenar una reforma laboral hecha bajo presión y que se ha ido endureciendo a cada paso. Y sin olvidar que todavía quedan reformas pendientes como la de las pensiones y sobre las que la capacidad de influir vendrá determinada por el resultado del 29 de septiembre.

Muchos habrán conocido el proceso de debilitamiento que se sufre en las negociaciones de convenios colectivos cuando se proponen medidas de presión que luego no son seguidas mayoritariamente. A la siguiente reunión, la fuerza de los trabajadores entra en barrena. Eso es lo que se juega en la cuenta atrás que ayer comenzó para la huelga general convocada por UGT y CCOO. El mismo día en que más de dos millones de franceses se echaron a la calle para protestar contra la reforma de las pensiones de Sarkozy. Toxo reconoce que sería raro que les aplaudieran por convocar huelga. Tiene razón: no puede haber aplauso para los sindicatos, ni para el Gobierno, y mucho menos para la CEOE, porque no han sabido culminar en acuerdos razonables las negociaciones sobre reforma laboral. Ahora, el punto final lo tendrán que poner los ciudadanos. Una «gran putada».

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