Multiplícate por cero

El dilema del prisionero

Dos delincuentes son detenidos y encerrados en celdas de aislamiento sin que puedan comunicarse entre ellos. El fiscal sospecha que han robado un banco, delito penado con diez años de cárcel, pero no tiene pruebas. Sólo puede culparlos de tenencia ilícita de armas, un delito menor cuyo castigo es de dos años de cárcel. A cada uno de los delincuentes le promete reducir su condena a la mitad si proporciona las pruebas para culpar al otro del robo del banco. Ahí empieza el dilema del prisionero, uno de los juegos más estudiados en la teoría económica. Al no conocer la decisión del otro preso, la estrategia más segura es traicionar porque se asegura una reducción de la pena a la mitad. Pero si ambos traicionan, el resultado para los dos es peor que si eligen la lealtad, en cuyo caso ambos mantendrían la pena del delito menor porque no habría pruebas del robo. Es el desconocimiento de cómo va a actuar el otro lo que lleva a que se elija el mal menor (traicionar para reducir la pena a cinco años) y no la decisión óptima (callar y que sólo le caigan los dos años de condena por el delito menor ).
En las decisiones de política económica que se han ido tomando a lo largo de esta crisis, los gobiernos han jugado al prisionero muchas veces. Ante la presión de los mercados –fiscalizadores de las medidas de cada país– han preferido intentar salvarse de momento que adoptar una estrategia de juego colectivo donde todos ganan. Para que nos hagamos una idea, un ejemplo de juego cooperativo es stand up (levántate en inglés), donde un número de individuos se sientan en un círculo, cada uno mirando en sentido opuesto al anterior, unen brazos y tratan de levantarse. Esto se hace más difícil a mayor cantidad de jugadores, casi tan complicado como es que los 27 decidan hacer frente a los mercados, regulando las operaciones especulativas y limitando las presiones sobre la deuda.

Prisionero del dilema entre convencer a los mercados o impulsar la economía, Zapatero ha aprobado unos presupuestos muy restrictivos que reducirán la capacidad de crecimiento y una reforma laboral que ha roto los canales de diálogo con los sindicatos. ¿Tiene margen para hacer otra cosa? Muchos dirán que sí, otros que no, pero lo que ha hecho es aplicar la pura teoría de los juegos. Temiendo que lo traicionen los mercados y dejen de financiar la deuda española, ha optado por lo que ve como mal menor: cambiar la política económica. El ritmo de salida de la crisis y de la creación de empleo se ralentizará, con lo que habrá menos ingresos que puedan reducir el déficit. Reduce la condena económica sobre la pena máxima (que huya la financiación exterior) pero la duplica sobre la mínima (reducir el déficit a menor ritmo pero con los mayores ingresos procedentes de estimular el crecimiento) .
El próximo juego del prisionero se va a ver en el tablero con los sindicatos y en la defensa de los derechos laborales. Puede que creamos que los avances logrados están aquí para siempre: jornadas laborales de ocho horas (los que las tengan), vacaciones pagadas, bajas por maternidad. Pero la crisis ha demostrado que todo se puede perder. Posiblemente sea la hora de empezar a jugar al stand up.

Más Noticias