Multiplícate por cero

Ideas que parecen chorradas

La pequeña Selam murió cuando contaba sólo 3 añitos. Era africana, de la zona que hoy es Etiopía. Su corta vida transcurrió hace 3,3 millones de años, en el Plioceno. Su fósil fue encontrado en 2000 y sirvió para adelantar la data originaria de lo que hasta entonces creían los científicos: esta pequeña criatura homínida, perteneciente al género Australopithecus afarensis, se irguió sobre sus dos piernas 100.000 años antes que Lucy, otra afarensis cuyos huesos fueron encontrados en 1974, también en Etiopía, y a la que nombraron por la canción de  John Lennon y Paul McCartney Lucy in the sky with diamonds. Los Beatles dijeron haberse inspirado, además de en los vapores que produce un subidón de LSD, en un garabato que había dibujado el hijo de John, Julian, con 4 años, representando a una amiguita.

Para los Beatles, Lucy significaba el cielo estrellado, la esperanza. Para la humanidad, Lucy y Selam encarnan también la esperanza porque representan el momento en que el humano se yergue sobre dos piernas. Y ese salto evolutivo, la locomoción bípeda, fue fundamental para llegar a lo que somos porque permitió un enorme ahorro energético justo cuando más falta hacía: empezaba la primera glaciación y el arbolado comenzaba a escasear.

Hoy sigue habiendo, a pesar de todo, primates contemporáneos que se ríen de la necesidad de ahorro energético y de la existencia del cambio climático. Por suerte tenemos a Selam, que nos recuerda que desplazarse sobre dos pies requiere mucha menos energía que hacerlo como cuadrúpedo y que, justamente por eso, nuestros antepasados se irguieron. Y ahora, ya erectos, se supone que algo más inteligentes, nos enfrentamos a una nueva crisis provocada por el consumo de energía que nos obligará otra vez a cambiar de modo de vida.

El Gobierno, sin duda, a veces está en las nubes, como Lucy en el cielo con diamantes. Pero esta vez está con los dos pies sobre la tierra. Es imprescindible tomar medidas de ahorro energético, aunque parezcan tan baladíes como cambiar bombillas. Hemos descubierto que, igual que dentro de cada uno hay un entrenador de fútbol, todos ocultamos a un experto energético en nuestro interior. No hay quien no tenga opinión sobre reducir el límite de velocidad a 110 kilómetros por hora, el cambio de neumáticos o la conducción eficiente. Pero si todo ello nos puede permitir ahorrar alrededor del 20% en carburante, como aseguran los expertos, ya es algo. Aunque no sea la solución definitiva.

En alumbrar nuestras calles y carreteras nos gastamos anualmente 17.500 millones. Sólo con ahorrar la mitad equivaldría a evitar durante seis años la congelación de las pensiones. O serviría para pagar durante un año la ayuda de 400 euros a dos millones de parados.

Cuando el ministro de Industria puso en marcha hace tres años el regalo de una bombilla de bajo consumo por vivienda fue objeto de chanzas durante meses. Dicen que muchas siguen aguardando en los almacenes de Correos a que vayan a por ellas, pero ya nadie desconoce que existen bombillas que gastan menos y duran más. Incluso, muchos españoles las hemos empezado a utilizar.
Para los que piensan que el ahorro de energía no va con ellos y que los aviones gastan mucho más que su coche (lo cual es cierto), un dato: las familias consumen el 30% del total nacional, según el IDAE; un 18% en la vivienda y un 12% en el coche.

Y los que creen que es una chorrada apagar la luz al salir de una habitación, bajar la calefacción o tener un coche eléctrico, siempre pueden volver a andar a cuatro patas. Por derroche, que no quede.

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