Multiplícate por cero

Primera ley: no hacer daño

Speedy era un robot tipo SPD-13 que, debido a un conflicto entre las leyes de la robótica, se encontró dando vueltas sin parar en Mercurio alrededor de un pozo de selenio una y otra vez, en un círculo vicioso, que a punto estuvo de acabar con él. Así lo escribió Isaac Asimov en 1942 en 'Runaround', y sólo con la primera ley de la robótica –no permitir que un ser humano sufra daño– fue posible encontrar la salida a aquel círculo vicioso: si Speedy se acercaba al selenio se ponía a sí mismo en peligro –incumplía así la tercera ley de la robótica–, pero no podía abandonar porque tenía que cumplir la orden humana –segunda ley– de recoger el selenio.

En esta crisis con tantas aristas –financiera, del euro, económica– los europeos nos encontramos como el robot, dando vueltas sin parar y hundiéndonos cada vez más. Prácticamente, cada una de las decisiones que se han tomado en esta crisis, con buen propósito y mal criterio o a destiempo, han tenido consecuencias nefastas.

Merkel exigió una reestructuración de la deuda griega. Cierto que lo hizo para congraciarse con sus electores alemanes, pero no es censurable el principio de que los inversores privados asuman riesgos, que no todo corra a cargo del contribuyente. Y Grecia no podía pagar su deuda en ningún caso. Sin embargo, el efecto de la quita griega ha sido mortal para casi todas las deudas soberanas.

Plantear que los test de estrés de la banca incluyeran una hipotética quita de la deuda soberana buscaba dar mayores garantías y certidumbre sobre los bancos. Pero la consecuencia ha sido que ahora no quieren tener deuda pública en sus balances porque les penaliza la solvencia, de modo que venden toda la que tienen y sólo compran la que les obliga la ley. En España, el 3% de lo que el Estado subasta, y no se obliga a todos. Es un motivo más por el que al Tesoro cada vez le cuesta más colocar sus emisiones. Italia ha tenido que pagar hasta el 7,8% de tipo de interés y España ha llegado al 7%.

Debido al incremento de los tipos en las subastas de deuda, si ya era difícil que los bancos lograran dinero de sus clientes, primer paso para poder luego prestarlo, ahora tienen un competidor duro de roer: la deuda pública. ¿Quién va a poner sus ahorros en un depósito al 3% si puede conseguir más en el Tesoro? Eso si no teme una quita, claro está.

Para evitar una guerra del pasivo que empeore las cuentas de la banca, el Banco de España, al exigir mayores aportaciones al Fondo de Garantía de Depósitos, penaliza a las entidades que retribuyen las imposiciones de sus clientes por encima de unos determinados límites. Pero esa medida, intervencionista y que sólo podría tener algún sentido si se aplicara exclusivamente a entidades que han recibido ayudas públicas, está beneficiando a los bancos extranjeros, que no tienen esa obligación, e impide a los bancos y cajas solventes competir con el Tesoro Público.

Si no hay dinero en la banca, no hay crédito para actividades productivas, no se crea empleo, no crece la economía, no hay más ingresos con los que reducir el déficit, y se incrementan la prima de riesgo y los tipos de interés de la deuda pública. El círculo vicioso se repite. Y con este panorama están a punto de caducar los avales estatales que se concedieron a las emisiones de deuda bancaria. En España son casi 100.000 millones de euros los que desaparecerán si se eliminan los avales. Y el año que viene las entidades financieras españolas tienen que refinanciar alrededor de 120.000 millones. Para evitar el colapso de liquidez se han tomado varias medidas en los últimos días: la Comisión Europea prorroga el régimen de ayudas a la banca, donde se incluyen los avales; y los bancos centrales han acordado una inyección masiva de liquidez en el sector financiero. También Draghi ha abierto la puerta a que el BCE preste a tres años a la banca; aunque, como suba mucho la inflación, tendrá las manos atadas para reducir la masa monetaria.

Mientras tanto, seguimos en un círculo vicioso, con Merkel reiterando su oposición a los eurobonos y a que el BCE intervenga con contundencia en el mercado de deuda. Es posible que, si los líderes de la eurozona siguen dando vueltas sin sentido y en la cumbre de la próxima semana no deciden algo convincente de una vez, ninguna ley de la robótica llegue a tiempo para salvar a Speedy. Y a nosotros con él.

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