Multiplícate por cero

Los celos del vecino de enfrente

El 19 de junio de 1972, desde el balcón del precioso edificio tardobarroco de la diputación provincial de Bilbao, elevaba su voz sobre la fanfarria popular el tecnócrata Gonzalo Fernández de la Mora, ministro de Obras Públicas del Gobierno presidido por Carrero Blanco. Se celebraba el aniversario de la "liberación" de la ciudad en 1936 por las tropas de Franco. Fernández de la Mora, luego integrado como vicepresidente de la nueva Alianza Popular hasta que AP recomendara votar a favor de la Constitución, decía a los "españoles del Señorío de Vizcaya, que habéis sido avanzados de la industrialización de la Patria: A finales de 1936, España era una nación hundida y casi sin esperanza (...) Hemos recuperado la primera posición en el mundo hispánico; y también en la cuenca mediterránea, a una distancia que no cesa de acortarse con Italia. A lo largo del último decenio, España ha crecido casi el 50% más que la media de los países de la Europa Occidental. No se trata sólo de no perder el tren del progreso, es que no cesamos de ganar posiciones en la carrera de las naciones".

Superar al vecino

Superar a Italia. Esa era la gran expectativa de crecimiento económico comparado de aquel tardofranquismo. Siempre mirando al vecino. O quizá porque, a la vista de las películas del neorrealismo italiano que nos llegaban en esos años, los españoles conocían que eran los europeos más parecidos a nosotros mismos: emocionales, vocingleros, machistas, raciales, religiosos, pueblerinos, valientes, tramposos, divertidos, morenos, bajitos y emigrantes, con un idioma muy semejante al nuestro. Pero más ricos. O menos pobres. Los otros europeos, altos, rubios, de ojos azules, ordenados, ricos y aburridos, eran inalcanzables.

Hoy, casi cuatro décadas después, nuestra expectativa económica, ahora en un país de adolescentes con pinta de Adonis y Afrodita, de europeístas incondicionales, de mujeres liberadas, de legiones de clase media que cada vez salen más al extranjero de vacaciones, resulta que nuestra expectativa sigue siendo la misma: superar a Italia.

Hace un mes, Eurostat, que es la oficina de técnicos y sabios económicos de Bruselas, publicaba sus estadísticas de crecimiento y bienestar de todos los países de la Unión Europea hasta 2006. Según esas estadísticas, desde hace un año nuestro PIB por habitante, o sea, toda la producción del país dividida entre el total de habitantes, es superior al de Italia. Suponiendo que 100 es el promedio de los veinticinco, nosotros estamos en 105, mientras que Italia se queda en 103. Prueba superada. Bombo y platillos. Mientras, Prodi dice que España no ha pasado a Italia. Ellos hacen otras cuentas, que también son reales: el PIB italiano total es un 13% superior al español y la renta italiana en valores absolutos es de 25.100 euros frente a los 22.300 euros de la media española.

La vida sigue igual

Por lo demás, a comienzos de 2008, la vida sigue igual: España por debajo de la riqueza media de quienes realmente son países ricos (alemanes, británicos, franceses, holandeses...) Y la verdad es que, de haberlo sabido a tiempo, las películas que deberíamos haber traído no eran las italianas, sino alguna irlandesa. Porque la denominada "zona euro" tiene un PIB por cabeza de 110, con los habitantes de Luxemburgo como los europeos más ricos, y los irlandeses, totalmente renacidos de las cenizas de Ángela, como los segundos.

Allá por 1820, cuando los españoles estábamos más o menos empatados en PIB por persona respecto de la Europa rica, Irlanda seguía siendo semitribal (si escuchas a los ingleses). Pero por ese entonces, a comienzos del XIX, comenzaba nuestra imparable decadencia, debido a los enfrentamientos interiores entre españoles, que culminaron con las guerras carlistas, primero, y el desastre del 98, después. Entre 1850 y 1935, nunca estuvimos por encima del 70%. Luego, la autarquía franquista nos hizo caer en picado y sólo a partir de 1959, cuando nuestro PIB por habitante era del 58% de la media europea y la cartilla de racionamiento era algo normal, el llamado Plan de Estabilización (apertura económica al exterior y prácticas de libre empresa) permitió un tímido inicio de la remontada. La entrada en la Comunidad Europea en 1986 y la modernización definitiva lo han cambiado todo desde entonces.

Hemos mejorado sí: nuestra renta ha aumentado, tenemos mejores infraestructuras, exportamos más, hay más empleo. Pero aún no nos llega. A los irlandeses sí. Y eso que entraron en Europa al mismo tiempo que nosotros.

Productividad

Tal vez pueda llegar el momento de lograrlo. Al menos, el camino para lograrlo parece estar claro para los dos partidos que tienen posibilidades de gobernar: aumentar la productividad. Y para eso, también hay solo una vía: mejor formación, mayor cualificación y meternos de lleno en la innovación y la investigación.
Forza la Spagna.

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