Multiplícate por cero

¿A dónde vamos, señor Pizarro?

Los taxistas de Madrid tienen el sambenito de ser unos fachas. Los de otras ciudades, también. No sé si es justo. Probablemente habrá de todo, como en botica. Ese sambenito, en todo caso, sirve para que los taxistas sean un barómetro político impagable. Una gran parte de los taxistas se empeñan en expresar sus opiniones políticas en cuanto te sientas en su vehículo. A saber: todo está mal, sin excepciones, siempre. Antes no pasaba. Mal la economía, mal los inmigrantes que vienen a robar el trabajo a los españoles, mal los políticos cobardes que no persiguen a los delincuentes como deberían, mal los separatistas a quienes habría que poner en su sitio, mal los chavales que hoy lo tienen todo, no respetan nada y habría que meterlos en cintura... Es una visión política muy reaccionaria que, en teoría, no se corresponde con la naturaleza del trabajo que desempeñan: trabajadores a destajo, jornadas agotadoras, sueldo insuficiente, mucha soledad...
Sin embargo, últimamente pienso que se trata de un experimento social, una herramienta sociológica de la derecha para que unos analistas privilegiados (los taxistas) en un puesto de observación perfecto (el interior de un taxi) provoquen la reacción del cliente y permitan al Partido Popular sacar conclusiones sobre cómo manejar sus propuestas y decisiones electorales.

Los consejos del taxista

El taxista es el único desconocido con el que te pones a debatir, en tertulias de entre quince minutos (si el tráfico está bien) y media hora (si hay atasco), sobre, básicamente, dos cosas: fútbol y política. Yo, como soy mujer, suponen que de fútbol no sé (eso que me ahorro), así que me hablan de política. Y de mis conversaciones he concluido lo siguiente: los taxistas han ido opinando, recabando respuestas, modelando a la opinión pública y han comunicado a Mariano Rajoy dos medidas que serían bien recibidas por su electorado natural: poner a un auténtico combatiente como el líder económico de la derecha y parar los pies a los que ellos juzgan hipócritas y ambiciosos. Creo que por eso ahora tenemos a Manuel Pizarro como vicepresidenciable económico y a Alberto Ruiz Gallardón en estado de shock.

Hace unos días, esperando en la cola de la ITV, un taxista se lamentaba de Zapatero y del Gobierno y, como colofón del desastre, decía: "Hace treinta años las puertas eran simples cortinas. Ahora tienes que poner una puerta blindada en casa y una mampara en el taxi para que no te rajen". Yo, que estoy al lado, pienso que hace treinta años las puertas eran puertas y seguramente también habría otro taxista recordando que tiempos pasados siempre fueron mejores.

Mi vecino de ITV, el taxista, alza cada vez más la voz. Fijo que es uno de los que asesoran al Partido Popular; asegura que Manuel Pizarro, paladín del accionista, conseguirá bajar los precios, los impuestos y todo lo que se le ponga por delante. Pues, ¿no fue capaz de doblar el precio de la acción de Endesa teniendo al Gobierno y a todos en contra?, dice el taxista que espera junto a mí el momento glorioso de que le revisen los frenos. Pero yo, por el momento, lo que le he oído a Pizarro es que asume todo lo que el PP hizo en el pasado "porque eso es lo que se hace cuando se ingresa en un partido". Y esto –la falta de juicio crítico– ya me da mala espina y empiezo a entender por qué nunca he sido de ningún partido ni asociación.

Y lo segundo que le escucho a Pizarro en su presentación política es que él podría estar más cómodo en su casa, pero que ha decidido entrar en política para devolver algo de lo que ha recibido. Entonces es cuando caigo: ser político es como apuntarse a una ONG.

¿Un político generoso?

Ése es el mensaje: Pizarro tiene su vida resuelta (más que resuelta porque se fue de Endesa con 13 millones de euros) y sólo por generosidad y convencimiento de que puede hacer bien al país ha decidido renunciar a todas las comodidades y presentarse a las elecciones.

Esa ecuación de político igual a abnegado es algo que me resulta difícil de compartir (hay algún caso, pero justo es el que no va de sufrido). Un político es un ciudadano que tiene ambición y vocación política, igual que otros tienen vocación de maestro. Y a los políticos habrá que exigirles profesionalidad y que hagan un buen trabajo, como se lo exigimos a quien da clases a nuestros hijos. ¿Debemos, acaso, agradecer a Pizarro haber renunciado a la comodidad del sillón por la pelea política?

De lo que no cabe duda es de que Pizarro maneja los mensajes y decir que donde mejor está el dinero es en el bolsillo del contribuyente es ir directo al corazón de muchos votantes. Pero ¿qué ocurre con los que no tienen nada que llevarse al bolsillo? Para esos, el nuevo fichaje del PP promete empleo. Y es un buen objetivo, aunque también lo sería revisar si hay razones que justifiquen algunos sueldos e indemnizaciones.

A mi colega de ITV ya le toca el turno en la revisión y se va antes de que pueda preguntarle por nuevos consejos para Rajoy, pero sobre todo me quedo con la duda ¿por qué los taxistas siempre son de derechas?

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