Multiplícate por cero

Estadísticas a pecho descubierto

Circula por Internet una curiosa estadística que mide la progresión de muertos y otras cifras de interés en las cuatro películas en torno a Rambo que ha hecho Sylvester Stallone. De la primera (1982) a la que ahora mismo se proyecta en los cines han pasado 16 años. Se notan mucho. Rambo no es como los buenos vinos. Según esta estadística, el número de malos que Rambo mata con camiseta ha pasado de 1 en la primera película a 12 en la segunda, 33 en la tercera y 83 en la cuarta. Ahora bien, sin camiseta, a pecho descubierto, Rambo no mata ninguno ni en la primera ni en la última, pero acaba personalmente con 46 malos-malísimos en la segunda y con 45 en la tercera. Eso sin contar el ejército entero de sádicos birmanos que aniquilan los mercenarios aliados de Rambo –no el propio John– en la batalla final de la última película. Lo que ha crecido de forma exponencial son los buenos asesinados por los malvados: en 1982, fueron cero; en la última, 113. Estos y otros cadáveres comportan que en la última peli haya 2,5 personas muertas por minuto de metraje, frente a las 0,01 de la primera.

Todo esto demuestra también que cualquier estadística puede ser reducida a una broma macabra. El problema es que, con Rambo, las estadísticas dan igual, a todos los que ven sus películas no les importa un muerto más. Pero hay otras estadísticas, las que revelan el estado de la economía, que no deberían ser armas con que disparar al enemigo. Así ha sido algunas veces en momentos previos a las elecciones y ha vuelto a ocurrir ahora, cuando el PP la ha emprendido contra la veracidad de varias estadísticas oficiales y llama extraordinariamente la atención las dudas sibilinas que
manifiesta sobre el PIB.

Pacto político

Quizá podría haber un pacto político para dejar a las estadísticas al margen de la confrontación electoral. Si no podemos partir todos del mismo dato para criticar o ensalzar la realidad económico-social, será imposible luego tomar decisiones lógicas para corregir o mejorar la situación económico-social. Y a todos los políticos les va lo mismo en ellos, porque los procedimientos por los cuales son calculadas estadísticas como las del PIB son los mismos en todos los países comunitarios. De lo contrario, sería imposible la toma de decisiones coherentes dentro de la Unión Europea: qué países aportan fondos netos, qué otros los reciben. De hecho, cerca del 80% de los trabajos del INE responden a peticiones de la UE.

El principal organismo de cálculo de estadísticas en España es el INE. Su cabeza directora es elegida por el Gobierno de turno, al igual que el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores o el gobernador del Banco de España. ¿Esa circunstancia puede influir en el resultado de una estadística? Pues, dado que, como hemos dicho, determinadas estadísticas se calculan igual en todos los países, sería una chapuza que denunciarían sus propios compañeros estadísticos europeos y que dejaría a España a los pies de los caballos. ¿Podría influir en la lectura de la estadística? En teoría sí, pero sólo si el INE proporcionara el dato, cosa que hace, y también la interpretación del dato, cosa que no hace, pues para eso están todos los demás: los políticos, los sindicatos, los empresarios, mi vecino...

La directora actual del INE es Carmen Alcaide, nombrada por el PP y ratificada luego por el PSOE. Ese, de por sí, es un dato que habla bien de ella. Es hija de uno de los estadísticos más importantes en la historia de España, Julio Alcaide, y suele decir que de él aprendió lo más importante para un estadístico: la veracidad.

Los procedimientos estadísticos cambian, lo cual no es contradictorio con la veracidad (siempre que se permita la comparación homogénea). Lo hacen porque existe alguna realidad social o económica nueva que no está reflejada en los actuales. Y surgen nuevas realidades todo el tiempo, motivo por el cual los métodos estadísticos han sido ajustados durante las legislaturas de Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero. Es decir, con todos los gobiernos desde la transición. Lo contrario no habría sido veraz y no tendríamos hoy estadísticas modernas.

Otras críticas

Tampoco es la primera vez que el INE sufre críticas ni que contesta a ellas. Está acostumbrado. Dos ejemplos muy sonados en su momento: en 1992, tuvo que salir al paso de las acusaciones de una supuesta filtración de los datos del IPC y desmentirla; y en 1994, hubo de recordar que las cifras de la Encuesta de Población Activa se elaboraban "con el mayor rigor y profesionalidad, de acuerdo con las normas internacionales, reglamentos y directivas de la UE", en contestación implícita al entonces ministro de Trabajo, José Antonio Griñán, quien se había quejado de que la EPA rebajaba en un millón la cifra de empleados.

Si me permiten el atrevimiento, recomendaría que miren el calendario cuando oigan a un político poner en duda un dato estadístico. Si atacan al mensajero es que falta poco para las elecciones y el dato no le viene bien a ese político. Y, al contrario que las estadísticas de Rambo, fiarse de los datos que proporciona el INE es básico para gobernar... y también para oponerse al Gobierno.

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