Multiplícate por cero

No hay propina por llegar a tiempo

En una escena muy larga y nunca vista de Una noche en la ópera, Groucho Marx le pide al cochero que le devuelva la propina porque han llegado a la ópera antes de que terminara. El cochero le dice: "No me ha dado propina, señor", a lo que Groucho replica: "Pero pensaba hacerlo". Luego hay varias réplicas y contrarréplicas muy ingeniosas entre Groucho y el cochero que jamás llegaron a la pantalla. Hoy lo llamaríamos tomas falsas; la escena se quedó finalmente en una única frase, que no era la de la propina.
Esta película marxista producida por la Metro Goldwyn Mayer en 1934 introdujo una innovación crucial para el cine de la época: probar episodios y borradores de versiones ante público real hasta llegar al guión definitivo de la película. Igual que Una noche en la ópera, parece que el Gobierno está enfrascado en un método de ensayo con público. Prueba con guiones imposibles por demasiado largos o costosos, con escenas que habrán de quedar en frases resumidas, a pesar de que al público le encantan. Porque aquellas tomas falsas le gustaban al público, aplaudían a rabiar; pero era imposible que prosperaran porque la MGM siempre acababa imponiendo su criterio: el dinero es limitado, estamos haciendo una película de sólo 80 minutos y con una única frase, igualmente genial, basta para que la escena funcione.
Hoy, en España, los estrategas políticos del Gobierno son los hermanos Marx, el público que aplaude es el votante medio y la MGM es Pedro Solbes.

Infraestructuras para todos

En 1934, la MGM tenía razón: Una noche en la ópera es brillante con una única frase para la escena de diez segundos: Groucho Marx, en la entrada de la Scala, regaña al cochero y le espeta: "¡Eh, oiga! ¡Le dije que fuera más despacio; por su culpa tengo que oír la ópera!".
En 2007, la MGM tendría que aumentar el metraje de la película. En los Presupuestos Generales del Estado, que ya han comenzado su andadura en el Congreso, se han elevado las inversiones en infraestructuras en todas las comunidades autónomas, en un intento de acallar la rebelión regional que se bosqueja en el horizonte del debate parlamentario y político, claramente preelectoral.
Dejando a un lado el aspecto positivo del aumento de la inversión, las condiciones previas para resolver el sudoku del que habló el vicepresidente Pedro Solbes resultan incongruentes. Parece de sentido común que las infraestructuras hay que hacerlas allá donde se necesiten; y, como se necesitan en todas partes, habrá que establecer prioridades. Pero determinar por un elemento ajeno– como la aportación al PIB o al presupuesto– la cuantía de las mismas resulta poco progresista. ¿Qué ocurriría si aplicáramos el mismo principio no ya en autonomías, sino a ciudades, barrios o personas? Eso no quita para reconocer que Cataluña –y otras autonomías– necesitan urgentemente una inversión elevada para evitar el colapso en sus infraestructuras. Además, las inversiones en una zona también benefician a otras con las que se mejora la conexión.

Sustituto para Solbes

No ha escrito The End todavía, pero estos son, muy probablemente, los últimos presupuestos de Pedro Solbes. Ya empiezan a sonar nombres de posibles sustitutos si el PSOE volviera a ganar las elecciones. El listón está alto en experiencia y solvencia, por lo que la tarea se aventura difícil. Tal vez por casualidad, o no, en los últimos días ha empezado a adquirir proyección pública el comisario europeo Joaquín Almunia, que precisamente sustituyó a Solbes en Bruselas cuando Zapatero formó Gobierno. Una acumulación de entrevistas concedidas en los últimos días, donde no sólo ha hablado de temas comunitarios, sino de cuestiones españolas, hacen pensar que quiere ser tenido en cuenta. Gentes cercanas a Almunia señalan que no le importaría volver a España y que sólo cuestiones familiares le frenarían. ¿Sería Almunia un buen productor de películas como MGM-Solbes? En Bruselas ha mantenido los criterios de prudencia y sentido común de su antecesor. ¿Ocurriría lo mismo si se trasladara el escenario a España?

Y dos huevos duros

Y dos huevos duros reclamaban los hermanos Marx en el camarote cada vez que alguien pedía el menú. Aquí, los partidos son como los Marx: siempre añaden algo más a lo que se conoce. Este fin de semana, el camarote electoral de los hermanos Marx ha estado en la Conferencia de Vivienda del Partido Popular. El presidente del PP, Mariano Rajoy, ha anunciado que, si gana las elecciones, promoverá la construcción de dos millones de pisos en cuatro años, de los cuales un millón no costará más de 160.000 euros. Después, criticó "el plan estrella de cartón piedra" del Gobierno de ayudas al alquiler.

No conozco cómo pretende el PP conseguirlo. Sólo he oído que quiere fomentar una reserva de suelo entre el 30% y el 50% del total para vivienda protegida (VPO). Pero el principal problema de las VPO no es la reserva de suelo, sino que a las empresas no les sale rentable tal y como está fijado el precio del módulo. ¿Qué haría el PP para que las empresas estuvieran interesadas en construir esos pisos?

Según los datos de Sociedad de Tasación, el precio medio de la vivienda nueva en España se situó en junio en 2.874 euros en las capitales de provincia (230.000 euros cuesta de media un piso de 80 metros cuadrados); en las ciudades de más de 100.000 habitantes se pagan 2.426 euros el metro cuadrado y 2.188 en las de más de 50.000 habitantes, lo que supone unos precios medios de 194.000 euros y 175.000 euros, respectivamente, para un piso de 80 metros cuadrados. Las cuentas del PP salen si se trata de municipios con menos de 25.000 habitantes, donde el precio medio es de 159.920 euros por una vivienda de 80 metros (a 1.999 euros el metro cuadrado).

Por cierto, ¿alguien del PP ha hecho un estudio de cómo afectaría al mercado inmobiliario la introducción de un millón de pisos por debajo de 160.000 euros? ¿Ha pensado cómo afectaría al valor de los pisos cuyas hipotecas están pagando ahora
tantas familias?

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