Mundo Rural s.XXI

300 euros por vaca y unas elecciones a la vuelta

Estefanía Torres
Eurodiputada de Podemos

Cuando el Gobierno del PP anuncia una medida que sabe que no tendrá respaldo popular suele utilizar la estrategia de "evitación de la culpa" que consiste en echar la vista hacia factores que le son ajenos y le condicionan u obligan a tomar dicha decisión. Así lo ha hecho con su plan de austeridad o los rescates bancarios, por poner sólo algunos ejemplos de esas medidas que dicen tomar por nuestro bien porque, además, no hay alternativa, aunque se trate siempre de otro recorte de derechos y libertades, debemos aceptarlo como cosa dada porque una dirección contraria sería imposible de llevar a cabo.

Así lo hizo la semana pasada García Tejerina, Ministra de Agricultura, a quien se le ha ocurrido que la mejor manera de acallar a los productores de leche de nuestro país ante la peor crisis de su historia, consecuencia de la desaparición de la cuota láctea, es dar una ayuda de 300 euros por vaca a las explotaciones que no sean rentables. La Ministra ha dicho que esta ayuda, además, (que sólo llegará a menos de un cuarto de las explotaciones ganaderas), es la única medida posible a tomar.

Las organizaciones agrarias han pedido de manera sistemática que se cree algún tipo de mecanismo para fijar un precio justo de la leche o que haya un precio mínimo, medidas  que no están sustentadas en subvenciones públicas porque, de hecho,  quienes de verdad viven del campo no quieren subvenciones, quieren un trabajo rentable y sostenible, quieren ni más ni menos que dignidad.

Pero la Ministra ni flores. Echa balones fuera y sentencia que un precio mínimo para la leche no se puede aplicar, que no hay ninguna alternativa más que una ayuda, muy casual meses antes de las generales y en medio de una indignación profunda del campo, absolutamente clientelar y oportunista. De nuevo, evitación de la culpa. De nuevo, sin voluntad y criterio clarificado para defender ante Europa nuestros intereses, el gobierno deja en evidencia que lo que menos importa es nuestra soberanía.

Hace varias décadas que somos parte de la Unión Europea, junto con muchos otros Estados que desarrollan políticas de Agricultura, Ganadería y Pesca infinitamente más responsables que las nuestras. Francia o Italia, por ejemplo, practican la venta directa, protegen los mercados de proximidad y, nuestros vecinos, tienen un verdadero apego en la protección de su campo puesto que lo consideran una fuente inagotable de riqueza. Y es que lo es. Del trabajo en el campo no sólo nos alimentamos sino que además aprendemos las tradiciones culturales de los pueblos. Cada vez que desaparece un campesino o campesina con ella se lleva cientos de años de sabiduría, de comprensión del comportamiento de la tierra, el clima o los animales. Por eso, dejándolo a la deriva las actuales élites corruptas lo destruyen poniéndolo al servicio de grandes intereses corporativos, con lesivos objetivos de rentabilización de corto plazo, y, por eso mismo, es nuestra responsabilidad impedírselo.

En el Mundo Rural, aun perteneciendo a la Unión Europea con legislaciones claramente orientadas a la producción industrial a gran escala, existen multitud de oportunidades de creación de empleo sostenible, respetuoso con nuestro patrimonio natural y generador de riqueza y valor añadido. Para eso, hace falta mucho más que ponerse la bandera de pulsera y tener el dinero en Suiza, o defender el TTIP en Europa, como hace el PSOE, para luego llegar a España a ponerse la careta del bienestar y la democracia. En España podemos ver que la globalización ultraliberal que defiende el tripartidismo PPSOECs nos deja a merced de un mercado ilusorio, de una competición irracional que contempla costes sociales y ambientales, y abre riesgos crecientes en la salud humana y de la naturaleza. Para eso hace falta elegir un Gobierno valiente, colocar los derechos de la gente por delante y tener voluntad política.

Sin defender el modelo agroalimentario y de desarrollo rural que parte de Europa, tampoco podemos negar que este país ha batido récords de despilfarro de dinero público que son una de las causas fundamentales de nuestro atraso en la materia. Porque, ¿qué hubiera pasado en este país, por ejemplo, si no fuera por la dilapidación de los planes Leader, los Fondos Feader o los Fondos Estructurales de la Pesca? Cuantías millonarias que llegan desde Europa pero no se utilizan para su propósito, muchas veces por esa costumbre tan común de convertir las instituciones en un cortijo de poder personal desde el que repartir o comprar favores.

Por fortuna, ante un ciclo agotado, el cambio político es irreversible. Y es que cada vez menos gente pone en duda la necesidad de un cambio de modelo productivo que ponga en el centro los derechos de las personas y el cuidado de nuestros recursos naturales. Para lo que es indispensable encaminarnos hacia la construcción de otra Europa, pero menos aún ignora la ciudadanía la urgencia de desalojar a la  mafia que no se consuela con expoliar las arcas públicas ni arruinar lo más importante que tenemos: la riqueza que nos da la tierra.

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