Mundo Rural s.XXI

El campo: valor estratégico para recuperar la soberanía

Por Marco Rizzardini

Coordinador del área de Mundo Rural del C.C.A. de PODEMOS Castilla y León

 

Hace unos días, al final de una reunión formal con los dirigentes de una organización sindical agraria, tratando el tema algo espinoso de los OGM (transgénicos), el compañero interlocutor, francamente preocupado, me aseguró su posición contraria a esa falsa solución tecnocrática a los problemas del campo español y del hambre en el mundo. Sin embargo, cuando fuimos ampliando el discurso al tema de la alimentación animal me soltó de forma lapidaria esta frase: "En este momento la cabaña ganadera española depende en más de un 80 % de la soja transgénica de Argentina y Estados Unidos, sin ella en este momento no podría subsistir la mayor parte de las explotaciones ganaderas de nuestro país".  Desde entonces le estoy dando vueltas: aún dejando por un momento al lado las sustanciales implicaciones de sostenibilidad ecológica y de salud pública, ¿cómo puede ser posible que hayamos llegado a esto? ¿Con que criterios se  ha permitido y facilitado un tal nivel de vulnerabilidad de nuestra soberanía real? Luego, claro, empiezas a atar cabos. ¡Mas, si es obra de los mismos insaciables patriotas, a menudo engalanados con banderas rojas y gualdas, que están regalando Morón a los marines de EE.UU, los que han saqueado el patrimonio público de generaciones de españoles privatizando compañías telefónicas, correo, líneas aéreas, parte de sanidad y educación, electricidad, astilleros, ...! De esos mismos que han regalado las cajas de ahorro a los oligopolios financieros y ahora pretenden  vender incluso nuestro patrimonio natural y cultural. Los que han perpetrado el golpe de estado del artículo 135 de la Constitución y la "Ley Montoro". Esos "grandes gestores" de la Marca España que desde el inicio de la crisis han permitido que se abran casi 500 filiales de grandes empresas del IBEX 35 en paraísos fiscales, para facilitarle la evasión de impuestos. Los mismos especuladores y traficantes de derivados a los que, más allá de la retorica,  les importa un bledo España, los ciudadanos/as españoles...: ¡imaginaos el campo, los campesinos o la calidad de la comida de los de abajo!

Sin embargo, somos también lo que comemos: una alimentación sana desde la infancia hará que aumente nuestra calidad de vida. Comer, no se olvide, es un acto agrícola. Y desde PODEMOS apostamos por unos alimentos buenos, producido de forma ambientalmente adecuada y en modo digno y justo. Según los datos ofrecidos por la misma FAO, la terrible paradoja es que las carestías  y las hambrunas, conviven con la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, en una perversa dialéctica escasez/opulencia. La malnutrición,  ya no es patrimonio del llamado Tercer Mundo, se da cada vez más en los llamados países "desarrollados". Si en 2004 la FAO alertaba de que el 5% sufría esa inseguridad en Europa, se calcula que en la actualidad existen 13,5 millones de personas subalimentadas (que viven con inseguridad alimentaria) en los países Europeos (Lancet, vol.385. May, 23, 2015).

Grecia, España y Portugal, son los países más empobrecidos y "campeones" de esta terrible regresión social, pero también Francia y Gran Bretaña han tenido que incrementar notablemente la asistencia alimentaria. España, segundo país más desigual de Europa tras Letonia, tiene 2.500.000 personas que abarrotan los comedores sociales de Caritas, y más de 2 millones de niños y niñas debajo del umbral de la pobreza. Estamos ante un modelo generador de una terrible concentración y monopolización de los alimentos: también en nuestro país 6 o 7 grandes empresas controlan la producción y distribución de la comida, esquilmando productores, agua y tierra. La comida parece haber perdido su valor intrínseco, y precio y publicidad son los únicos parámetros útiles para orientar opciones alimentarias. Frente a esto, y para conseguir cierta resiliencia el sistema agro-alimentario europeo, en esta época de inestabilidad e imprevisibilidad creciente, se impone la necesidad de modificar radicalmente las modalidades de consumo y  las reglas de producción de la comida en Europa.

La Política Agrícola Común (PAC), tal y como ha sido pensada y gestionada hasta hoy, presenta múltiples elementos críticos, con consecuencias negativas tanto sobre el mundo productivo como sobre los consumidores. La PAC ha sufrido diversas reformas y todas ellas no han hecho más que avanzar hacia el abandono de las llamadas políticas de precios. Es decir: se ha ido "liberalizando" olvidándose de lo que la misma UE tenía por objetivo declarado, en sus palabras "orientar la producción agrícola y estabilizar los mercados". El resultado ha sido desregular la producción y la desestabilización de los mercados agrícola-alimentarios dejándolos mucho más expuestos a los vaivenes del mercado mundial. La situación podría empeorar de forma notable en los próximos años si fuera aprobada la propuesta de Tratado de Libre Comercio e Inversiones entre Estados Unidos y Europa (TTIP). Su impacto sobre el tejido agrícola sería devastador.

PODEMOS,  para cambiar en modo radical el sistema alimentar tiene que trabajar en favor de una transición hacia una politica alimentaria y agricola (local, nacional y común) fundada sobre la pequeña y mediana explotación familiar, sobre la sostenibilid,  y que asuma una aproximación  integral. También en este sentido hay que concebir la agricultura como un servicio público adecuadamente financiado y un sector estratégico.

1º Apunte: El derecho al alimento

Decir que el alimento ha de volver a ser elemento central de las reflexiones que afectan a los seres humanos es expresar algo eminentemente político. La condición de los consumidores de alimentos es una "no categoría": las acciones que tienen por objetivo a los consumidores de alimentos se dirigen a todo el género humano y por ello son acciones políticas por excelencia.

Hoy se piensa en los consumidores como aquellos que "compran" alimentos, pero si los alimentos interesan tan sólo por cuanto son vendidos y comprados (deviniendo competencia de políticas económicas y no de la política en sí), se pierde de vista el alimento como un derecho. Algo esencial para la supervivencia, sin embargo, forma parte de la esfera de los derechos: por eso hablamos de derecho a la alimentación y de derecho al agua.

La idea de derecho a la alimentación, a partir de su primera formulación en el art. 11 del Pacto internacional sobre los derechos económicos, sociales y culturales, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966, se acompaña de la idea de protección contra el hambre. El apartado 1 de aquel artículo sanciona el «derecho de todo individuo a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, que incluye alimentación, vestimenta y alojamiento adecuados, además de la mejora continuada de las propias condiciones de vida», y el apartado 2 enuncia el «derecho fundamental de todo individuo a la protección contra el hambre».

La elección de las palabras nos tiene que mover a la reflexión. Se habla de protección contra el hambre. Porque el hambre es una forma de esclavitud: una esclavitud física, ante todo, que puede traducirse en esclavitud económica, social, y con frecuencia puede concernir a los mismos gobiernos de los países esclavos del hambre, convirtiéndose en esclavitud política. El hambre es también un arma geopolítica.

En el mes de diciembre de 2008 la 63ª Asamblea General de Naciones Unidas aprueba el protocolo voluntario para la aplicación del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado por el Gobierno de España en Agosto del 2013, entre cuyas obligaciones se cita: "Cumplir el derecho a la alimentación de forma directa cuando existan individuos o grupos incapaces, por razones que escapen a su control, de disfrutar el derecho a la alimentación adecuada por los medios a su alcance."

Por cierto, el agua, no constaba, pero ha aparecido en 2010 en el campo de los derechos, cuando la ONU ha sancionado finalmente el derecho al agua segura y limpia para usos alimentarios e higiénicos como un derecho esencial «para el pleno goce de la vida y de todos los derechos humanos». En síntesis,  el acto de alimentarse no puede ser "accesorio", y la alimentación, y la alimentación o el agua no son un derecho de sólo quien tiene dinero para comprarlas.

Los daños que la agroindustria ha provocado al planeta y a la salud de los seres humanos se han hecho hoy evidentes. Tal sistema no sólo no se ha ocupado de toda la humanidad, más bien exclusivamente de aquella que podía pagar, sino que ha dañado los recursos de todos, aún de aquellos que no se han beneficiado de los resultados, y ha contribuido a alejar la consecución de los derechos fundamentales por parte de los más débiles.

La seguridad alimentaria, en el sentido de calidad, acceso y diversidad de los alimentos, no está garantizada, ya ni siquiera en Europa, (cuyos niveles de inseguridad alimentaria se han incrementado significativamente desde 2010) frente  a un sistema,  en el que se producen unas pocas especies y variedades sobre grandes extensiones, sin referencia alguna con las culturas locales y con el único objetivo del mejor posicionamiento en los mercados internacionales.

Por eso, emplazar en el centro de las políticas el derecho al agua, el derecho al alimento y a la protección contra el hambre significa centrar la atención sobre la gente, sobre la humanidad, y no sobre los mercados. Pensamos que ésta es la tarea de una política entendida como defensa del bien común y que éste sea el ámbito en que ha de moverse PODEMOS, cada vez con mayor decisión, actuando en muchos niveles y en muchos frentes.

Olivier De Schutter, Relator de las NN.UU. sobre Alimentación, propuso en 2012 cinco acciones prioritarias para los Gobiernos para situar la nutrición en el centro de los sistemas alimentarios de los países en desarrollo y de los países desarrollados:

  1. Impuestos sobre los productos poco saludables;
  2. Normativa más estricta para los alimentos ricos en grasas saturadas, azúcar y sal;
  3. Tomar medidas serias en contra de la publicidad de la comida basura
  4. Revisar la política mal orientada de subvenciones agrícolas que hace que algunos ingredientes sean más baratos que otros; y
  5. Respaldar la producción local de alimentos de manera que los consumidores tengan acceso a alimentos frescos, saludables y nutritivos

Según este Relator, el drama es que: "Hemos delegado en las empresas alimentarias la responsabilidad de garantizar un equilibrio nutricional adecuado."

 

2º Apunte: Relocalizar el Sistema Alimentario

Con la llamada Globalización frente a la expansión de la economía total, las economías locales se han visto obligadas a retroceder. Los espacios de los lugares, los mundos rurales, privados de su necesaria base económica, pierden la capacidad de reproducir su propia diferencia, y se disuelven progresivamente en el espacio de los flujos, que los vacía o los llena según las condiciones del mercado global.

Además, destrucción de las economías locales y el consiguiente retroceso de los espacios de los lugares son la causa de la pérdida de diversidad económica, cultural y biológica, que constituyen la base para la supervivencia del delicado equilibrio entre la humanidad y la naturaleza.

Crear un contrapeso frente a la economía total y a sus crisis cíclicas, a través del fortalecimiento de las economías locales es un compromiso que debería implicar a cualquiera que sienta como propio el destino de la humanidad y que haya observado con un mínimo de atención lo que ha sucedido en el mundo y en su propio pueblo en las tres últimas décadas. Es, pues, altamente deseable un proceso de re-localización, que refuerce el control local y la democratización de los procesos económicos y potencie los recursos locales, básicos para que la gente pueda vivir mejor y en mayor armonía con el entorno, las tradiciones y la cultura propia.

Esta relocalización ha adquirido unas dimensiones múltiples. Podríamos hablar de:

Relocalización simbólica, supone reforzar la conciencia del valor de los recursos locales – nuestros/agricultores, la biodiversidad, el paisaje, la cultura, las redes sociales- y del origen de los bienes, para consentir tomar decisiones informadas y responsables.

Relocalización relacional, significa favorecer las relaciones de intercambio entre agentes locales. Múltiples estudios  han demostrado que, en igualdad de gasto, la compra en comercios y mercados locales retiene el 40% de la renta en el interior de la comunidad. Los grupos de compra solidaria o las asociaciones de consumidores de productos ecológicos, establecen un canal de comunicación entre los consumidores y los productores que tiene como eje una comunidad de valores que permite generar unas formas de conocimiento y una ética del consumo superadoras de las relaciones comerciales dominantes.

Relocalización física, por último, implica una reestructuración de la producción, de la distribución y del consumo de forma que propicie, en la medida de lo posible, la reducción de las distancias, de la huella de Co2 y de las intermediaciones comerciales.

La comida es un punto de partida fundamental para los movimientos de recuperación de soberanía y de re-localización. Simboliza las relaciones entre los seres humanos, la sociedad y la naturaleza. Es un bien esencial, pero al mismo tiempo satisface unas necesidades profundas de identificación y de sociabilidad y, sobre todo, afecta a todos, sin exclusión.

Actuar sobre los significados de la comida significa actuar sobre las prácticas cotidianas, y los pequeños cambios en las decisiones individuales, repetidos a diario, pueden dar lugar a grandes cambios colectivos. Los diferentes aspectos de estos procesos de re-localización se concretan en la preferencia de los productos locales, frescos y de bajo impacto ambiental, o en la elección de productos típicos, testimonios de la identidad de otros lugares.

En las dos últimas décadas los mercados campesinos y de la tierra, la ampliación de las formas de venta directa, las iniciativas de las Community Supported Agriculture, la introducción de productos ecológicos y locales en las escuelas, Mensas Cívicas,  los grupos de consumidores solidarios y responsables, las redes de semillas y Soberanía Alimentaria, el comercio justo, los Baluartes de Slow Food, los movimientos de sensibilización sobre los "kilómetros alimentarios" son todos motores de re-localización simbólica, relacional y física al mismo tiempo y, en varios países, están superando la fase embrionaria para convertirse en un movimiento generalizable, amplio y extendido.

3º apunte: La comida lo es todo

Poner en el centro del debate POLÍTICO el alimento, el sistema alimentario, restituir un valor central al derecho a una alimentación Buena, Limpia y Justa no es ninguna nimiedad ni excentricidad. Cuando hablamos de alimento (y de cómo se produce y consume) estamos también hablando de nuestra salud, de la fertilidad de los suelos; de salubridad del agua; de salubridad del aire; de defensa de la biodiversidad; de modelo de producción; del ingreso de cientos de millones de familias; de preservación del paisaje; de cultura, de patrimonio, de conocimiento y de memoria. También estamos hablando de placer, de sociabilidad, de convivialidad de capacidad y de alegría de compartir.

Puesto que el sistema ha trasformado también  la comida en "equivalente general", en algo ficticio y abstracto, hay que restablecer la alimentación y al modo de producirla como "algo terrestre", basado en relaciones sociales reales, en algo humano y material. Frente a la irracionalidad de este "desarrollo", de este despilfarro, de la especulación alimentaria y el acaparamiento de tierras que está detrás,  es necesario expresar una fuerte  denuncia y recalcar nuestra solidaridad con las organizaciones agrícola y campesinas que en España y en todo el mundo reivindican precios justos y denuncian la crisis que se vive en un campo devaluado, vaciado y saqueado.

En el plural Mundo Rural de España, nuestras propuestas tienen que ser revolucionarias y "conservadoras" a la vez. Conservar desde la gente para la gente, fomentando un uso por fin equilibrado de los territorios por sus actores y protagonistas. Hay que construir alianzas, hay que contar con la gente de nuestros espacios rurales. Sin dejar de mirar lejos, desde PODEMOS estamos trabajando también en lo pequeño y lo local, apostando por nuestros pueblos, fortaleciendo las alianzas con los productores locales, con los sindicatos agrícolas, con las partes más avanzadas del movimiento alimentario y ecologista, con los técnicos, con los profesores y los centros educativos, con las AMPA, con  los artesanos y los artistas, con los cocineros y pequeños empresarios y cooperativistas innovadores, con todos los que entienden que la batalla ahora es reconstruir las economías locales, defender los bienes comunes y el poder municipal amenazado. Para construir cohesión territorial, cooperación social, soberanía alimentaria, para reconstruir comunidad.

En fin, la comida, el alimento ¡NO SON UNA MERCANCÍA CUALQUIERA!

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