O es pecado... o engorda

Cero en basura

Lo oí comentar hace unos días: gran paradoja la de nuestra sociedad, atiborrarse de "comida basura" y llenar de comida la basura. Quizás por cierto síndrome de hipermercado que nos hace comprar mucho más de lo que somos capaces de comer. Pero también porque, a pesar de tener muchas posibilidades técnicas, conservamos fatal.basuraca

Algunos quizás recordeis las antiguas fresqueras, aquellos armarios oscuros y aireados en los que, a falta de neveras, se mantenían los alimentos. Llegaron los frigoríficos y parecía que fueran excluyentes. De hecho, las fresqueras desaparecieron, tampoco tenían ya sitio en nuestras minicocinas. Pero no han sido sustituidas totalmente por los electrodomésticos de última generación. Porque el mejor frigorífico doméstico no es capaz de evitar que las frutas y las verduras desprendan el etileno que las hace "apocharse" sin llegar a madurar o madurar demasiado rápido.

Por ejemplo, los tomates nunca deberían estar en la nevera. Su proceso de maduración es mucho más natural fuera. Y si, como yo, habeis tenido una cosecha tardía que os ha obligado a recoger los últimos completamente verdes, envolvedlos en papel de periódico. Madurarán lentamente y aún podreis comer una ensaladita a principios de diciembre.

Los recipientes tradicionales no han perdido vigencia. Los tarros para ajos, por ejemplo. De cerámica, con tapa para mantener la oscuridad y con agujeros para dejar pasar el aire. No se ha inventado nada mejor. La cerámica, el cristal y hasta el papel, son preferibles al plástico por más que nos hayamos acostumbrado. Aunque reconozco que el papel film es muy práctico. También hay tarros específicos para las cebollas pero he visto en un blog una forma muy original de conservarlas haciendo un alarde de reutilización. Se trata de colgarlas una a una, separadas por un nudo, en pantys desechados.

Mala idea la de poner cebollas y patatas juntas. Hay alimentos que resultan entre sí malos compañeros de viaje, porque se contaminan entre sí. Otros, en cambio, se llevan fenomenal. Si poneis manzanas y patatas juntas, retardarás los brotes de las patatas, que ya sabeis que no se deben comer. Pero el refrán "La manzana podrida pierde a su compañía" es absolutamente literal. Hay que revisar el frutero a menudo para localizar enseguida la fruta que empieza a estropearse. Sin embargo, la fruta más pervertidora –y ya se que vais a empezar a pensar mal- es el plátano. Es la fruta que más etileno desprende, por lo que hay que alejarla del resto de frutas y verduras.

La humedad es mal elemento para la mayor parte de las verduras de hoja. Acelgas, espinacas y lechugas es mejor dejarlas en el frigo tal como llegan de la tienda. Y lavarlas sólo en el momento de consumir. En cambio, calabacines, pepinos y zanahorias están mucho mejor envueltos en un paño húmedo. Estas últimas, después de haber cortado el extremo que iba a la superficie.

Otras verduras se pueden tratar como flores: el perejil, el cilantro o los espárragos verdes pueden conservarse en manojo en un recipiente con agua. Pero la mejor forma de tener hinojo, cebollino o eneldo frescos en cualquier ocasión es congelarlos. Basta meterlo en bolsitas e ir "pellizcando" lo que se necesite. Hay quien los pone en cubitos con aceite. Al fin y al cabo es uno de los mejores conservantes naturales. Como la mantequilla, si quereis que un queso cortado no se seque, untadlo con mantequilla, como si fuera una tostada.

Los seteros este año han estado de enhorabuena. Pero ¿qué hacer con esa gran gran recolección que no sea pegarnos un atracón? Pues, por ejemplo, deshidratar. Hay unos aparatejos baratos y cómodos en los que se pueden desecar setas y frutas. También se puede echar mano del horno, pero corremos el peligro de cocinarlos si no estamos pendientes de la temperatura. La deshidratación multiplica las posibilidades de uso: las setas se pueden rehidratar, usar secas en ensaladas o incluso moler para aromatizar sales o aceites.

Todo, menos seguir tirando comida al contenedor, menos seguir haciendo crecer esas seis toneladas de basura que cada español genera al año. Supongo que no hace falta llegar al nivel de Lauren Singer,  la neoyorquina que se propuso no generar ni un ápice de basura. Lo ha conseguido durante dos años.

Ojalá nos viéramos obligados a hacer lo que los suizos —antes— y los suecos –ahora—: comprar basura. Sus ciudadanos no sólo reciclan tanto y tan sistemáticamente y han reducido sus desecho hasta llegar a una tonelada/año, sino que usan esa tonelada para generar calor para las calefacciones de los edificios públicos. Qué lejos estamos...

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