Revista Números Rojos

Desde Rusia, con amor

En el país de Putin, donde la homofobia se extiende cimentada en leyes como la que prohíbe cualquier defensa de "las orientaciones sexuales no tradicionales", la violencia contra gais, lesbianas, transexuales y bisexuales se perdona. El colectivo, sin ningún amigo en la Duma, solo encuentra apoyo al otro lado de sus fronteras. Los próximos Juegos Olímpicos de Invierno, que se disputarán en Sochi del 7 al 23 de febrero, pueden ayudar a colocar el problema en el escaparate mundial.

Texto: Francisco Pastor. Fotos: CCOO Orange.

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Las maniobras de distracción consisten en dirigir, a través de técnicas muy distintas, y hacia hechos tan concretos como irrelevantes, el protagonismo de lo que realmente está ocurriendo en una sociedad. Y Vladimir Livshitz, que un día decidió emigrar hasta aquí con su novio, siente que lo que está ocurriendo en Rusia, su país, no es el fruto de ninguna revelación espontánea, sino la deriva del oportunismo de un líder sin ideales. La salvedad es que este no recurre al deporte o a eventos de abstracta suerte, sino al rechazo frontal hacia un grupo de personas y a la búsqueda, de casa en casa, de un enemigo imaginado. "La manera de Putin de recuperar su popularidad -cuenta Vladimir- es la opuesta a la que ocurrió en España. En lugar de fomentar la tolerancia e intentar ganar el apoyo de todos los sectores sociales, ha apostado por los votos de siempre. Aunque hubiera que pagarlos con el bienestar de otros".

Han pasado siete años desde que dejó su tierra. Para él, lo que ocurre en Rusia es lo opuesto a la noticia: las cosas allí nunca han sido de otra manera y lo sorprendente es que fuera de sus muros pensemos lo contrario. "Mientras esta cuestión se ha revelado, de golpe, a los ojos de todo el mundo, para los medios de masas rusos esto es un tabú". Y el silencio no trata, solo, del miedo a las represalias o de la fragilísima democracia que, como se destapa cada vez que hay elecciones, envuelve al país. La homofobia en Rusia desprende un olor a complicidad que alcanza lo putrefacto.

Mayoría homófoba

De hecho, tal y como indican las vivencias de los emigrantes como Vladimir, así como las encuestas realizadas por observatorios internacionales, es el Gobierno quien va siguiendo la estela de un rechazo presente por todas partes. Tres de cada cuatro ciudadanos rusos siente que la homosexualidad no debería estar aceptada socialmente. Por ello, el afán de persecución de las leyes aprobadas a lo largo de este año cuenta con apoyo tanto fuera como dentro de la Duma (el Parlamento). Literalmente. El pasado junio, el mismo día en que se debatía la norma, a las puertas de la cámara, los manifestantes homófobos superaron en número a los jóvenes gais, lesbianas y bisexuales que habían convocado una protesta; y las agresiones del primer grupo al segundo no se hicieron esperar. Mientras, en el hemiciclo, una unanimidad pactada de antemano convertía en pantomima los intercambios retóricos entre unos diputados y otros. Solo una misteriosa abstención manchó la alfombra roja con la que los casi quinientos miembros de la Duma, de cuatro partidos de muy distinto color, saludaban el nuevo escrito. Las muestras de apoyo a la diversidad sexual, cualquier gesto que hable del amor entre dos hombres o dos mujeres y la difusión de "la idea tergiversada de que las orientaciones sexuales tradicionales y no tradicionales tienen igual valor social" serían ilegales a partir de entonces y sancionables con multas de entre 4.000 rublos (unos 100 euros) y un millón (23.000 euros) en el caso de entidades jurídicas.

Aunque esta escalada de odio hacia la minoría LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) ha sido lenta y cimentada con tanta paciencia como dedicación, no podemos dejar fuera la incidencia de la crisis. Andrea Greppi, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid, siente que culpar a la depresión económica es una osadía, pero no olvida que los detonantes de los conflictos rara vez tienen que ver con el verdadero sentido que estos tienen. Cuando el hambre ha empezado a tocar a las puertas, y los problemas adquieren el color del caos, ya no hay por qué contener nuestro rechazo hacia los otros. "Disuelta toda sospecha sobre la mejor y la peor cara del progreso, se ha abierto la veda", añade Andrea, y hoy, la corrección política, que nos había guardado de hacer gala de nuestros prejuicios, es "una curiosidad de museo". Después de buscar a tientas la puerta de un futuro que no resulta demasiado alentador, solo nos queda la patria. "Por primera vez, el retorno a la tradición se hace en nombre del progreso". 

Al igual que las fobias se desatan, de manera fortuita, sin que los objetos del miedo hayan realizado ninguna provocación, el odio hacia los hombres y mujeres homosexuales y bisexuales, en Rusia como en cualquier otro lugar, siempre ha entendido de clases, así como ha elegido a sus víctimas desde el capricho. Cuando Putin recordaba, recientemente, su admiración hacia el compositor Tchaikovski, cuya homosexualidad era sobradamente conocida, retomaba la estrategia que el Soviet Supremo mantuvo hacia el cineasta Serguéi Eisenstein, adorado por los grandes amantes de la patria. Todo el país, incluida la cúpula del Partido Comunista, era consciente de sus escarceos con otros varones y, sin embargo, el artista era respetado por el mismo Stalin que había ilegalizado su actitud; era el premio que recibía como patriota, una vez se hubo casado con una mujer, cedido su arte al régimen y regalado descendencia a la revolución. De hecho, los insultos hacia los gais –el lesbianismo ni siquiera se contemplaba- seguían este camino: se les asemejaba con burgueses egoístas, incapaces de entregar al pueblo los hijos que este necesitaba. Tanto entonces como ahora, la criminalización del amor entre personas del mismo sexo coincidía en el tiempo con políticas de impulso de la natalidad.

El obscurantismo es parte del juego. Aunque hace veinte años uno de los últimos logros de la perestroika fue la despenalización de la homosexualidad, la tradicional arbitrariedad soviética quiso que algunos de los encarcelados por este motivo no fueran indultados y siguieran en prisión. Algunos de ellos habían desaparecido sin dejar rastro y los archivos no se encontraron por ningún lugar, como denunció entonces la ILGA -asociación internacional de gais y lesbianas-. 

Hoy, los activistas que miran a Rusia no cuentan con muchas más respuestas que las que se concedieron durante aquel primer y silencioso gobierno de Boris Yeltsin, ya que lo que llega desde allí, a este respecto, lo hace a través de grupos que no cuentan con absolutamente ningún aliado político en la Duma. Mientras tanto y, sobre todo, mientras el Gobierno plantea presentar más leyes contra los derechos de homosexuales y bisexuales, las agresiones de grupos neonazis a jóvenes gais se están convirtiendo en una moda. El absurdo desborda cualquier vaso cuando, a pesar de que los acosadores graban sus actuaciones y las difunden por las redes sociales, la prensa rusa prefiere no hacerse eco de ello. En la cartera de Internacional de la FELGTB –federación española por la diversidad sexual-, que actualmente lleva Gabriel Aranda, han recogido algunas palabras de compromiso del embajador ruso en España. Pero Aranda advierte: "No tenemos constancia de la situación real de los agredidos, así como si realmente se está persiguiendo a los grupos que los atacan".

El apoyo de los deportistas

Aunque en una gran soledad, solo rota por los apoyos que reciben desde el extranjero, en Rusia existen los activismos LGTB, así como los colectivos en defensa de los Derechos Humanos: estos últimos son quienes consiguieron llamar la atención de la prensa internacional, por primera vez, sobre la violencia cometida contra homosexuales y bisexuales. En constante diálogo con otras asociaciones europeas, no solo consiguen difundir aquello sobre lo que su país calla: recientemente lanzaron una campaña de agradecimiento por el apoyo recibido fuera de sus fronteras y explicaron, a través de un comunicado, su voluntad de respetar los Juegos de Invierno de Sochi (febrero de 2014). "We should speak up, not walk out" (debemos hablar más alto, no desistir) es el lema que han creado en torno al evento, pidiendo a los deportistas la promesa de pronunciarse a favor de sus derechos, en contraste con quienes quieren echar el cerrojazo a la convocatoria. "Hay que escuchar lo que dicen los colectivos desde allí -cuenta Gabriel Aranda-. Un boicot contra los Juegos, o contra los productos rusos, como se está planteando, puede ser usado malintencionadamente por las autoridades, que pueden argumentar que a quienes se persigue, más que a ellos, es a la sociedad rusa".

No parece que el Gobierno de Putin vaya a escatimar en enemigos. Ahora, han decidido que los niños rusos dados en adopción no irán a parar allí donde las parejas heterosexuales y homosexuales cuenten con los mismos derechos. España solo es uno más de los países afectados por una reforma que, desde finales del pasado agosto, tiene con el corazón en un puño a un sinfín de parejas. Según el Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales, alrededor de 500 familias españolas no saben si este veto les revocará definitivamente la petición de adoptar, incluso en los casos en que los peticionarios han llegado a conocer a sus futuros hijos. Por primera vez, los derechos de unos comprometerán los de otros. 

Sin más melancolía que la de su familia y sus amigos, Vladimir observa maniobras como esta desde lejos y sin margen para el sobresalto. Y aconseja a los jóvenes gais, lesbianas y bisexuales que están en Rusia que se marchen, como hicieron él y su chico al terminar la carrera. "No es una panacea, pero solo tenemos una vida, y les deseo que la pasen disfrutando de la sociedad en la que viven. Lamentablemente, pueden pasar generaciones hasta que las minorías encuentren en Rusia un lugar tolerante y seguro". Fiel reflejo de un mundo en el que el amor se juzga y la violencia, por el contrario, se respeta.  

 

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