Extraños Delincuentes

Una cuerda delata a la última viuda negra

La muerte del ciudadano francés Jean M. tenía todos los ingredientes de una venganza del crimen organizado encargada a algún sicario sin escrúpulos.  Su cadáver maniatado tenía la cabeza cubierta por una bolsa de basura sellada con cinta adhesiva y fue arrojado al mar con un ancla de barco atada a los pies para asegurarse que nunca saldría a la superficie como en las películas de serie B de Al Capone. Pero la naturaleza jugó una mala pasada al asesino y la descomposición del cuerpo hizo que éste finalmente saliera a las superficie. La Policía francesa lo encontró flotando en el mar Mediterráneo el pasado mes de octubre, a sólo 150 metros de la costa de la ciudad de Marsella.

Tras identificar el cadáver, las primeras pesquisas de los agentes galos se dirigieron precisamente hacia el crimen organizado y, más concretamente, hacia algún grupo mafioso que estuviera asentado en las Islas Baleares, ya que el fallecido, un jubilado que había trabajado en un banco francés, residía de modo permanente en la localidad menorquina de Ciudadela. La policía francesa pidió entonces ayuda al Grupo de Respuesta Especial al Crimen Organizado (GRECO) que la Policía española tiene destinado de modo permanente en el archipiélago para averiguar qué clan podía estar detrás del asesinato.

Fueron, precisamente, estos agentes los que hicieron ver a sus colegas francesas que quizá la hipótesis del ajuste de cuentas mafioso no era válida, ya que en sus gestiones sobre el entorno de la víctima dejaban claro que nunca se le había visto con personas relacionadas con la delincuencia y que su única actividad conocida era la de salir a navegar junto a la que era su segunda esposa, Annie S., una francesa nacida hace 44 años en Túnez. De hecho, Jean, experimentario navegante, era propietario de un velero que estaba amarrado en el puerto de Addaya y había creado una empresa que ofrecía paseos turísticos abordo de él.

A partir de ese momento, la dirección de las pesquisas de la policía francesa cambió totalmente y la afligida viuda pasó a ser sospechosa. Una cabo marinero encontrado en el catamarán que ella tenía atracado en Marsella fue, finalmente, la pista que termino de convencer que la mafia no tenía que ver nada en aquel crimen y que todo era mucho más 'hogareño'. Ese cabo era de similares características al que ataba al cadáver el ancla con el que el criminal intentó impedir que saliera a la superficie.

Sin embargo, aún faltaban pruebas y éstas empezaron a llegar el pasado mes de diciembre. Una delegación de la policía francesa acudió a Menorca y asistió al registro que realizaron sus colegas del GRECO de la vivienda y del velero que tenía el fallecido en la isla. Allí encontraron documentos y numerosos indicios que apuntalaban la prueba del cabo encontrada en Marsella. Finalmente, a comienzos del pasado mes de mayo, la Policía francesa decidió detener a Annie. Ésta se derrubó y terminó confesando: ella había matado a su marido y arrojado su cadáver al mar al más puro estilo mafioso. Por desgracia para la viuda negra, el ancla no pesaba lo suficiente.

ue una venganza muy meditada. Había dos tetrabrik de zumo. Uno, inofensivo, estaba sobre el capó de la furgoneta de la víctima y apoyado en la luna de la misma. Éste debía servir para que el propietario del vehículo no sospechase del segundo, colocado sobre la manilla de la puerta del conductor, y lo retirase sin temor. Quien lo ideó no se equivocó. El 22 de junio de 2007, el empresario madrileño David Jiménez Galán, que entonces tenía 40 años, sufrió la amputación parcial de dos de sus dedos de la mano como consecuencia de la explosión de un pequeño artefacto de fabricación casera que estaba oculto en un envase de bebidas. Cuatro años después la policía ha conseguido dar con el autor de aquel atentado gracias a una huella dactilar recuperada en el tetrabrik que sirvió de señuelo. Fue presuntamente José Luis Asensio, un ex socio suyo que acusaba a la víctima de haberle llevado a la ruina, según ha informado la Jefatura Superior de Policía de Madrid.

Llegar hasta él no ha sido fácil. Tras la explosión, ocurrida en la calle Alcalá de Guadaira, del madrileño barrio de Puente de Vallecas, la policía revisó los restos de la pequeña bomba y pudo comprobar que estaba compuesta por un tubo metálico, que contenía la sustancia explosiva, y un dispositivo eléctrico que activaba el artefacto ante cualquier movimiento brusco. Sin embargo, entre sus restos los agentes no hallaron ninguna huella que permitiese identificar al autor. Sí las había, sin embargo, en el otro tetrabrik, el de señuelo. Allí, la policía halló cinco huellas dactilares. Cuatro de ellas fueron descartadas por los expertos porque no estaban suficientemente completas para permitir una identificación. La quinta sí era válida, pero entonces tuvo que quedar archivada como "anónima" ya que no se correspondía con ninguna persona fichada.

Durante estos cuatro años, los agentes de la Brigada Provincial de Información siguieron varias vías de investigación, aunque sin fortuna. De hecho, en un primer momento la familia de la víctima se resistía a creer que el atentado fuera fruto de una venganza, y se aferraba a la idea de que todo había sido una trágica gamberrada. Finalmente, la policía sí encontró alguien que podía estar enemistado con el herido, un ex socio llamado José Luis Asensio, quien tiempo antes del atentado había mantenido fuertes discrepancias con el empresario por la quiebra de la empresa que habían compartido, Rotacor. De hecho, el ahora detenido había incluso amenazado verbalmente a David en varias ocasiones con causarle daños físicos, ya que le consideraba el responsable de que aquella firma fracasara y él se viera abocado a la ruina.

Los agentes centraron las pesquisas en él y pudieron localizarlo en Ahigal, un pueblo de Cáceres en el que residía ahora y al que acudieron para entrevistarse con él. Durante aquel encuentro, José Luis negó haber participado en los hechos y se mostró dispuesto a que los agentes le tomaran las huellas dactilares. Parecía estar seguro de que no había dejado ningún rastro que le incriminara. Se equivocó. El pasado 25 de mayo era detenido como presunto autor de la colocación del tetrabrik gracias a la quinta huella. El móvil: la venganza. El juez ya le ha enviado a prisión.