Parece que se abre una nueva fase de movilización social en España cuando aún humean las brasas de la falla catalana. Hemos visto salir a la calle a la gente de trabajos precarios en el aniversario de la reforma laboral del PP, y se han manifestado en masa los pensionistas para poner el grito en el cielo ante el plan neoliberal de destruir a largo plazo la cobertura pública de la gente jubilada. El magma subterráneo arde de nuevo, hay chimeneas aquí y allá que anuncian grandes luchas, porque o nos ponemos en pie de guerra o seguirá adelante la nueva vuelta de tuerca del capitalismo global y del desastre.
Decía Saramago que estamos poniendo el mundo al servicio exclusivo del disfrute de los ricos, y la verdad es que se les está yendo la mano. A pesar de que el ciclo de rearme de las luchas sociales que se inició en España en 2011 con el 15-M fraguó en una importante presencia política en parlamentos y ayuntamientos de nuevas fuerzas hijas de la movilización, la hoja de ruta neoliberal permanece incólume.
Pasito a pasito, seguimos con el desmontaje de lo público y la santificación de lo privado; nos vamos acostumbrando a la desigualdad disparada, a la precariedad y la explotación como única alternativa al paro sin subsidio. Nos hemos quedado pasmados mirando cómo la oligarquía mordía una porción más y más grande del producto interno bruto. Desmontan los servicios públicos al tiempo que el país se convierte en un paraíso fiscal de facto para las grandes fortunas. Crecen los beneficios de las empresas y las rentas del capital, no dejan de bajar los salarios y las prestaciones, ayudas y pensiones. Rescatamos autopistas y bancos para devolvérselos a precio de saldo a los mismos que los han quebrado, para eso no hay recortes que valgan ni soberanía popular que se imponga por la vía del Derecho.
Sangra la sociedad por la brecha salarial entre hombres y mujeres, y por la brecha creciente entre la mayoría de pobres (cada vez más pobres, aunque tengan empleos y trabajen duro) y la minoría de ricos (cada vez más ricos y, sobre todo, más poderosos, porque controlan los sectores claves de la economía y se están haciendo con todo).
El poder judicial es pecaminosamente lento e ineficaz cuando se trata de procesar a corruptos de las elites (que siguen siendo elite, aunque les hagan la pantomima del desprecio), al tiempo que se emplea a fondo para reprimir la disidencia, sean raperos o twitteros o titiriteros españoles o políticos catalanes cuyo mayor pecado es haber acelerado demasiado.
Ha quedado demostrado que no sirve de mucho una minoría parlamentaria si se apaga el fragor de la protesta en la calle. Y uno se siente legitimado para presentir que probablemente tampoco serviría de demasiado una mayoría parlamentaria sin una sociedad fuertemente organizada en pie de guerra para contrarrestar los poderes reales, esos que son económicos y mandan en Europa y controlan los grandes medios de comunicación social y engordan sin parar con las reformas neoliberales. Lo único que verdaderamente preocupa a la gobernanza en Europa (así llaman al gobierno impotente que se limita a conseguir que estemos muy tranquilos mientras nos extirpan los órganos vitales del estado y la democracia) es el follón que pueda generar su terapia. La gente se vuelve peligrosa si se desestabiliza la situación. Hay muchos mecanismos para normalizar la ignominia, empezando por la televisión y la publicidad comercial, pero la lucha, la protesta, la invasión política de las calles siempre despierta un vértigo, un abismo de temor en los poderosos, porque esas cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban...
De las catacumbas de la movilización social, del agujero del paro y la exclusión, muy por debajo de lo que puebla el espectáculo nuestro de cada día, viene la convocatoria que está llamada a hacer que el magma por fin vuelva a calentar las calles. El lema es #EnMarchaXloBásico, una etiqueta de Twitter, qué remedio, que congrega ya las luchas de más de cien colectivos de todo el país alrededor de la llamada Marcha Básica contra el paro y la precariedad.
La tabla reivindicativa está formada por cinco puntos, como en la canción de Carlos Puebla, que empiezan por el más básico, por la garantía de que la tarta del producto nacional se reparte como mínimo para garantizar que nadie se halle por debajo del umbral de la pobreza (684 euros por persona en este momento, con los criterios de la Carta Social Europea); a esta idea se la conoce mundialmente como "renta básica universal e incondicional" y es una necesidad elemental para que la opulencia bestial de unos pocos no se coma la dignidad de todos. El segundo punto consiste en exigir que el trabajo asalariado sea trabajo digno, no esclavitud, y eso empieza por la derogación de las reformas laborales del PSOE y el PP. El tercer punto es la obvia reivindicación de unas pensiones decentes en un sistema público sostenido por las cotizaciones de todos (con curros dignos, claro) y la redistribución, vía impuestos, de la parte de la tarta que les corresponde a los jubilados y jubiladas y que ahora se quedan los más ricos. El cuarto punto vive del aliento de la lucha que no ha cesado por el derecho a la vivienda, es la exigencia de que nadie se quede sin casa porque, desde luego, una renta básica de nada sirve si hay que gastarla entera en pagar el habitáculo. El quinto punto hinche las velas con el aliento de las gentes que llevan años defendiendo la sanidad y la educación públicas, porque en los servicios básicos de gestión pública, de todos y para todos, están los cimientos de una vida digna.
La Marcha Básica se alimenta, también, de dos ejes transversales que intercambian sentido con los cinco puntos porque son mutuamente vitales. Primero, la necesaria protesta feminista. Las mujeres son las campeonas de la lucha por lo básico porque son ellas las que más sufren de cada uno de los males asociados al robo de nuestras condiciones de vida dignas. La renta básica es clave para que la sociedad reconozca y retribuya como es debido una parte importante del trabajo que el capitalismo no reconoce como tal, ese mundo de los cuidados que por ahora recae en su mayor parte sobre los hombros de las mujeres. Lo mismo se puede decir de los otros cuatro puntos: o son reivindicaciones feministas básicas o no son nada.
Segundo, la lucha por la libertad de expresión y contra la represión desmedida de la que hacen gala en estos tiempos el Gobierno y una parte importante del poder judicial. La Marcha Básica es, de por sí, el mayor ejercicio de libertad democrática que podamos concebir y se va a solidarizar con todas las causas con o sin presos por cuestión de expresión o credo político.
La dignidad vuelve a las calles y carreteras de nuestro país. El día nueve de marzo, tras la jornada de huelga feminista del ocho, una columna de mujeres, que dicen que tienen un poquito más que andar por lo básico, cruzaran caminando, llueva, nieve o haga sol, el puerto de Pajares con destino a León, en la que será la etapa previa de la Marcha Básica. El día 10 saldrá la columna completa desde León para llegar, caminando jornada a jornada, pueblo a pueblo, el 14 a Valladolid y el 24 a Madrid. En la capital del reino habrá una gran manifestación. Una gran manifestación. Quédense con la copla, acudan, porque nos va mucho en todo esto y esa mani tiene que ser, de verdad, muy grande.
Infórmense más en http://enmarchaporlobasico.es
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