Otras miradas

Salud, memoria e imprudencias temerarias

Elena Sevillano de las Heras

Diputada de la Asamblea de Madrid. Portavoz en la Comisión de Presidencia, Justicia y portavocía del Gobierno

Carlos Sánchez Oliva

Bombero del Ayto. Madrid. Delegado de Prevención CCOO

Cada año celebramos el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el trabajo y en memoria de las y los trabajadores fallecidos y heridos, con el objetivo de promover la prevención y honrar a quienes son víctimas de accidentes de trabajo y de enfermedades profesionales.

Esta conmemoración surge del movimiento sindical para recordar a los veintiocho obreros que murieron trágicamente el 28 de abril de 1987 en el desplome de un edificio en construcción, en la ciudad estadounidense de Brigestone.

A esta iniciativa se unió la OIT, en 2003 y a partir de entonces en muchas partes del mundo las autoridades nacionales, los sindicatos, la organización del trabajo y profesionales del sector de la seguridad y salud, organizan actividades para celebrar aprovechando esta conmemoración.

En Madrid desde hace años se viene celebrando un acto en la Plaza del Carmen, en el lugar donde se recuerda por medio de una placa, situada al pie de un madroño, a los 10 bomberos fallecidos en el desplome de un edificio durante un incendio que contenía los populares Almacenes Arias y se situaba entre esta plaza y la conocida calle Montera, y que tuvo lugar unos meses después del fallecimiento de los 28 obreros.

Estos actos conmemorativos persiguen poner en valor la prevención de riesgos laborales, entender la gravedad de los mismos, proporcionar el conocimiento sobre los medios oportunos para proteger a las personas, y disminuir la lacra de unas muertes, evitables en la inmensa mayoría de los casos.

Los datos son espeluznantes, como la muerte cada 15 segundos de una persona en el mundo por este motivo, o los 2,3 millones de personas que mueren cada año. Desgraciadamente, las cifras continúan aumentando cada día y en ellas no se cuentan los accidentes de personas sin contrato, o en empresas sin control. Tampoco las víctimas del trabajo precario, tanto autónomo como ajeno, son convenientemente contabilizadas.

Especialmente emotivo este año fue recordar a Ramiro Carbonell, brigadista de la Comunidad de Madrid fallecido recientemente en un accidente laboral el 18 de abril.

También se recordó el caso de Eloy Palacio, bombero fallecido en acto de servicio en un incendio de vivienda en Oviedo el 7 de abril de 2016, cuya profesionalidad se pone en cuestión con la absurda sentencia que declara su actuación como imprudencia temeraria. Claro que es temerario entrar en un incendio, por eso todos y todas tratan de escapar, mientras las y los bomberos entran a socorrer, pero eso no significa que sean imprudentes; toman las debidas precauciones, porque sin ellos y ellas, nada se puede salvar.

Imprudente es esa sentencia que ignora el trabajo y la dignidad de estos profesionales. Una sentencia que ha provocado una sensación de total inseguridad a todos los profesionales que arriesgan su vida por la de otras.

Temerario es que pasados más de 20 años de su vigencia, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales no tenga una plena aplicación en ningún lugar.

Temerario es la brutal temporalidad en el empleo, la subcontratación, la rotura de facto del poder de la negociación colectiva, la presión de los ínfimos salarios, y el estrés al que se somete al personal de las empresas mal llamadas de economía social.

Temerario es la privatización de los servicios públicos que cuando no obtienen un beneficio directo, lo obtienen de la reducción de costes, entre ellos en seguridad y formación.

Temerarias e imprudentes son los intereses opuestos a la seguridad laboral, que ponen muy por encima la cuenta de beneficios, que la salud y la vida de las y los trabajadores.

Temerarias son políticas contrarias a la vida, políticas contrarias a la lógica, que además se sufren aún más en nombre de mujer, cuando la precariedad y el trabajo invisible lo son aún más en femenino.

Imprudente es tratar como villanas a todas esas heroínas invisibles y a todos esos héroes de la vida.

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