Otras miradas

Carta abierta a María Luisa Carcedo, nueva ministra de Sanidad

Anita Botwin

Como ya sabrán a estas alturas del partido, la anterior ministra de Sanidad, Carmen Montón, dimitió de una manera bastante sana dicho sea de paso y ahora contamos con una nueva ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo. 

Carcedo viene precisamente de la medicina, habiendo ejercido como médica de atención primaria. La nueva ministra ha empezado por no vender humo, algo que se agradece, aunque no haya sido muy esperanzadora diciendo que "revertir los recortes depende de un aumento de los ingresos". Este asunto, que por otro lado es de sentido común, nos deja a la ciudadanía paralizados y en cuarentena, a la espera de qué ocurre, si un milagro hace que la economía funcione o no. Y estamos hablando de vidas, no de caprichos. ¿Cómo se van a aumentar los ingresos? Porque si es vendiendo armas a Arabia Saudí –aunque el acuerdo fuera previamente firmado- no veo dónde está el mérito ni el cambio. Quizá debamos como ciudadanía que somos, seguir luchando por nuestros derechos y ser partícipes de la protección de nuestra sanidad, aportando también como sujetos políticos nuevas formas de hacer y de crear nuevas realidades. Y ello puede ser formando parte de las mareas blancas, desde nuestros centros de salud exigiendo lo que nos pertenece, hablando con nuestra vecindad y familia de la importancia de usar la sanidad pública y prescindir todo lo posible de los seguros privados.

El presupuesto en discusión parlamentaria, herencia de su antecesor en el cargo y que Pedro Sánchez prometió asumir, mantiene un gasto público del 40,5% del PIB, la cifra más baja desde 2007. Por tanto, no podemos ser muy optimistas en cuanto a recuperación teniendo en cuenta que, además, nuestra población es una sociedad envejecida con cada vez más demanda. El esfuerzo financiero de España para asumir los gastos en Sanidad será cada año menor, según pueden leer aquí. Quizá sea momento de destinar fondos a la prevención, atención primaria y a educar en sanidad. Sin ir más lejos, aunque sí en otro conteniente, Cuba destinó en 2015 un 10,57% del PIB en Sanidad, mientras en España fue del 6% el año anterior. El sistema de salud cubano es un ejemplo a seguir por su sostenibilidad, capacidad y también por el espíritu solidario para la formación de personal de la salud en otros países con menos recursos o para actuar en situaciones de emergencia, como vimos en la crisis de ébola. Si un país con tanta pobreza y problemas de bloqueo hasta no hace mucho tiempo –no entraré aquí a polemizar- es capaz de situarse entre los primeros, ¿no podemos imitar lo que funciona de allí?

Respecto a la propuesta de la ministra a equiparar los vientres de alquiler con el tráfico de órganos y de menores, no puedo estar más de acuerdo. Ya en su momento, Jeniffer Lahl, del Center for Bioethics and Culture Network, afirmó que la maternidad subrogada incita a la explotación reproductiva de las mujeres, y que no podemos plantearnos regular algo que provoca daño en tantas mujeres en el mundo. En este aspecto debe quedar claro que las mujeres u hombres ricos anteponen sus deseos a los derechos de muchas mujeres pobres que se dedican a alquiler sus vientres para sobrevivir. Maria Luisa Carcedo -hasta ahora Alta Comisionada para la Lucha contra la Pobreza Infantil- sabrá las circunstancias en las que se encuentran las mujeres que alquilan sus vientres a madres con recursos. En esta línea, creo que deberían aunarse las políticas sociales a las sanitarias, para que ninguna mujer de este u otros países tengan que recurrir a prácticas de explotación y puedan acogerse a medidas que les saquen de la pobreza. De hecho, ya no sólo estamos hablando de las madres subrogantes sino del derecho a la identidad y de filiación de los hijos gestados. Una subida progresiva de impuestos podría recaudar dinero suficiente para que las clases más bajas pudieran salir de la pobreza estructural, como hizo Pepe Mujica y el Frente Amplio en Uruguay.

Para nuestra desgracia, hace no mucho conocíamos que nuestra sanidad salía del top ten mundial. Nuestra verdadera "marca España" quedaba fuera de juego y no, no era por los inmigrantes que nos quitan las urgencias interminables –como algunos estarán pensando- sino por la gestión del anterior Gobierno. Según corroboran los expertos de Global Burden of Disease los recortes "apuntan a un deterioro tanto en la accesibilidad como en la viabilidad del sistema de salud español". Y es que en cuestión de diez años se ha doblado la media de días en las listas de espera.

Pero son precisamente las listas de espera las que en palabras de la propia ministra "dependen de la aprobación de los Presupuestos y del techo de gasto", algo que, por cierto, pactaron en su momento con el Partido Popular en un cambio del artículo 135 de la Constitución y que prioriza el pago de la deuda antes que cualquier medida de carácter social. Díganos entonces, señora ministra: ¿cómo piensan modificar el techo del gasto?, ¿podemos hacernos algún tipo de ilusión o esperanza?

Es más que urgente la puesta en marcha de la Ley de Dependencia; no pueden seguir muriendo personas mientras esperan ayudas a las que ya tienen derecho por escrito. Los últimos datos apuntaban a que cada día mueren 90 dependientes sin recibir las prestaciones a las que tienen derecho. Una a esta alturas espera que, másters aparte, la cartera de Sanidad se ponga las pilas en materia. Queda mucho trabajo por hacer y el tiempo cuenta en nuestra contra.

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