Otras miradas

En la sombra

Máximo Pradera

Acabo de descubrir, gracias a la recomendación de un amigo, la serie francesa En la sombra (Les hommes de l´ombre, en el original), cuyo protagonista es el asesor de comunicación del Presidente de la República. He caído rendido ante la finura de los guiones y la calidad de las interpretaciones, hasta el punto que de vez en cuando entro en Amazon.fr a ver si encuentro un abrigo igual al que suele lucir el protagonista y se me pega algo de su talento para salir airoso de las crisis más peliagudas y también, por qué no reconocerlo, de su infalible charme con seductoras mademoiselles de la más variada clase y condición.

En la sombra

Aunque aún no he agotado las tres temporadas (retraso el momento de finiquitarla entera, por no enfrentarme al horror vacui) ya adelanto que En la sombra contiene tal cantidad de información sobre cómo debe ser una comunicación política de primera clase, que la considero de visión obligatoria para Pedro Sánchez y su camarilla (me cuesta llamarlo gabinete) de ministr@s metepatas.

Veamos algunas de las cantadas más clamorosas de este gobierno, que comenzó con arrancada de caballo cordobés y va a terminar sus días con parada de burro manchego.

  • A) La vicepresidenta del Gobierno (doctora en Derecho Constitucional, no telefonista de centralita, como Elena Valenciano) diciendo que José Antonio Primo de Rivera se queda en el Valle de los Caídos porque "él sí fue una víctima de la Guerra Civil". A esta desnortada le faltó poco para soltar la palabra «mártir». A José Antonio le reconoció la misma condición que a Lorca y se quedó tan pancha. Abro la socorrida Wikipedia y leo que "Primo de Rivera aspiraba a que la Falange fuese el motor de la insurrección". O sea que fue el ideólogo del golpe militar de Franco y Carmen Calvo nos lo trató de vender como víctima de la contienda, solo por el hecho de que no murió en la cama, como el Dictador. Con la agravante de que José Antonio, al que no le dieron el paseo, sino que se benefició de un juicio con jurado, se comportó como un abyecto cobarde en la sala de vistas y negó tres veces a Mola, como San Pedro hizo con Cristo.
  • B) Pedro Sánchez diciendo que quiere convertir el Valle de los Caídos en un cementerio civil. ¿Un cementerio civil en el lugar donde se erige una de las cruces católicas más altas del mundo? ¡Y para mas inri, la cruz de La Cruzada, es decir, de la guerra de exterminio de republicanos e izquierdistas, auspiciada por el Cardenal Gomá, la más alta autoridad religiosa en España en aquella época!
  • C) Pedro Sánchez diciendo en La Sexta que lo que haga Arabia Saudí con nuestras bombas, una vez que éstas abandonen territorio nacional, no es nuestro problema. ¿Entonces por qué existe una Junta interministerial para el comercio y control del material de defensa y tecnologías de doble uso, sino es para que evitar que los países que no respetan los derechos humanos maten con armamento fabricado en España? Ni qué decir tiene que la intrépida periodista que le formulaba las preguntas no cayó en la contradicción y saltó rápidamente a otro tema, con la celeridad de una ardilla voladora. ¡Vamos deprisa, que me quedan muchos temas! Su única obsesión era agotar el cuestionario.
  • D) Carmen Montón diciendo que "no todos somos iguales", cinco minutos después de saberse que le regalaron el máster en el mismo instituto putrefacto que se lo obsequió a Cifuentes y Casado, y diez minutos antes de enterarnos de que el TFM lo había fusilado de Wikipedia.
  • E) Dolores Delgado diciendo que nunca llamó «maricón» a Grande-Marlaska y matizando poco después que sí se lo llamó, pero que no hacía alusión a su orientación sexual. ¿A qué se refería entonces, a su grupo sanguíneo? ¿«Maricón» porque lo mismo puede dar que recibir?

Si Simon Kapita, el protagonista de En la Sombra, fuera el asesor de Pedro Sánchez, en vez del jesuita de medio pelo que ha contratado como jefe de gabinete, habría informado al Presidente que lo último que ha de hacerse en una crisis política es maquillar un acto indecente con una mentira. No solo porque insultar la inteligencia de los ciudadanos es una afrenta imperdonable en democracia, sino porque el político pierde la oportunidad de ganarse al electorado convirtiendo una cagada en un acto honorable.

Mentira es por ejemplo tratar de hacer pasar las destituciones como dimisiones. «Dimitir» puede que ya no sea un nombre ruso en España, pero «Despedir» sí lo sigue siendo. Todos sabemos que Máxim Huerta y Carmen Montón fueron despedidos, sin embargo el Presidente les permitió (por amistad, por compasión o por simple negligencia política) comparecer en público como dimisionarios, proclamando que aunque su comportamiento era intachable, se inmolaban para no perjudicar el gran proyecto socialista. Es una manera muy curiosa de aceptar tu responsabilidad política: llamar canalla a la prensa.

Me permitirá el lector que me despida, no con un chiste de los míos, sino con un poco de postureo cultureta, en forma de cita de Nietzsche: 

No estoy cabreado por el hecho de que me hayas mentido, estoy cabreado porque a partir de ahora, ya me será imposible  creerte.

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