Otras miradas

La magia anglowahabi

Javier López Astilleros

Analista político

Centrarnos únicamente en lo inmoral de la venta de armas al reino wahabita es un error con el que recreamos nuestro cinismo e hipocresía.

En realidad, la fuerza de Arabia Saudí no reside únicamente en su poder de seducción y chantaje, sino en una alianza internacional revestida de un carácter mágico.

¿Alguien recuerda la imagen del rey saudí, junto con otros aliados, posando sus garras sobre una mortecina bola de cristal en una sala siniestra? La imagen iba mucho más allá de cualquier explicación racional. Deberíamos de mirar la política con otros ojos, o al menos desde otro ángulo.

El rey Salman bin Abdulaziz Al Saud de Arabia Saudí, durante la inaurugación oficial del AVE a la Meca. REUTERS
El rey Salman bin Abdulaziz Al Saud de Arabia Saudí, durante la inaurugación oficial del AVE a la Meca. REUTERS

Pero el reino wahabita es el custodio de los Santos Lugares, esos espacios en el que muchos se reflejan. Y han sabido forjar alianzas de carácter sagrado, una aleación anglo -wahabita que va más allá del interés por la economía. Con esa macabra imagen nos estaban diciendo: somos una misma entidad supranacional, un poder que une la energía, los medios de producción más salvajes, y la violencia más devastadora.

Son entidades apuntaladas por el credo. Porque el protestantismo y el anglicanismo han sido el auténtico apoyo del reino wahabita. E incluso de un modo directo, la protesta debe mucho al extinto califato otomano. Más vale un turco que un idólatra católico.

Tienen mucho en común en el rechazo del Papa y la intermediación de los santos. También su desprecio a las representaciones religiosas. Todo atisbo de historia material y tradición ha sido arrasada por el reino wahabita, en una especie de revolución iconoclasta, con el beneplácito de estados poderosos, más la indiferencia de millones de desaprensivos, analfabetos, y descuidados.

Esta alianza, primero los británicos, y luego los americanos, ha servido para forjar complejos credos nacionales, pero lo han hecho en su conjunto, con el fin de conformar bloques de antagonistas unidos por intereses concretos. Por ejemplo, ahí tenemos ese desprecio del reino wahabita hacía el clero shií, representantes de la segunda rama del Islam en número de fieles. El mismo rechazo compartido hacia la jerarquía eclesial católica lo encontramos en el protestantismo. Es la navaja de Ockham la encargada de la poda, la simplificación en detrimento de la complejidad.

Son vínculos trabados durante centurias, que sobrepasan las afinidades doctrinales y culturales, con el fin de armar conglomerados específicos donde se manifiestan realidades superiores, más allá del dogma y las creencias, como si hubiera una realidad superior. Por ejemplo, hay una evidente sintonia entre el protestantismo y el sunismo. Desde albores de la historia protestante se ha producido en ocasiones una confluencia de intereses entre los califas otomanos y la protesta.Todos se afanaban por señalar lo que les unía. No había Uno sin Tres.

Ambas visiones comparten un mismo sentido de imperium o califato, de carácter expansivo. También son evidentes sus gustos por el mercado libre, es decir para sí mismos. El deseo de impulsar un imperio global es una tarea hercúlea que solo ellos pueden llevar a cabo.

Parece que la visión protestante ha impregnado el mundo moderno. Y aunque son más lo católicos, todos los aspectos de la vida pública y económica están relacionados con lo que Weber ya atisbó hace un siglo, la fijación de ese capitalismo incipiente en la mentalidad protestante.

Lutero, Calvino, Isabel I, miraron hacia la Sublime Puerta por pura necesidad. Igual que ahora, aunque son otros. Luego esa mirada se volvió un espejismo en los Santos Lugares del Islam. Y pasó lo inverosímil: La creación de un Estado Nación en la península arábiga. Su estética es más bien medievalizante, pero su modo de devorar y repartir recursos es de lo más contemporánea. Y qué decir de Israel. ¿Qué sería del Estado judío sin el apoyo del dispensacionalismo? Las comunidades protestantes crecen por todo el mundo, y eso tiene una relación directa con la situación en Oriente Próximo. Porque son los principales valedores de Israel. Es ese sentido el protestantismo ha sustituido a una Iglesia, carcomida por la corrupción y la pederastia, en su obsesión por tierra santa.

El eje de la obediencia de la jerarquía está roto, y en su lugar ha aparecido un caos de multiplicidades que también tienen una traducción geo estratégica. Son alianzas sagradas entre el imperialismo protestante y el lobezno saudí.

Tiene razón Radhya al-Mutawakel, cofundadora de la organización de los derechos humanos Mwatana: "Hay una responsabilidad moral y legal en vender armas a Arabia Saudí". Efectivamente, vender armas al reino del cuarto vacío es legitimar sus actuaciones en el exterior, aunque no se empleen esas armas en una guerra.

Como hemos visto la cuestión de fondo no está únicamente en la cultura material estudiada por separado. Ni únicamente en los vínculos con la energía. Por encima de todo ello hay una pulsión expansionista asociada a una visión de conjunto e imperial.
En el islam todo parece una pugna entre sunitas y chiitas, pero desde una perspectiva histórica observamos el mismo conflicto entre católicos y protestantes. Y todos acaban en alianzas cruzadas.

Apoyar a un reino como el saudi es contribuir a la destrucción de la pluralidad en el Islam. Vender AVES o corbetas está muy bien, pero no a este precio. Por otro lado los musulmanes contamos con "aliados formidables". Analfabetismo, sectarismo y una corrupción espeluznante.

Toda esta inmensidad degenerativa ha sido cuidadosamente cultivada durante años. Pero se está volviendo contra nosotros en Europa. Se trata de un horizonte diseñado, entre otros, por ese "Occidente protestante" más los apocalípticos de toda condición. Ahora tenemos un enemigo difuso, y hasta en eso nos recreamos, nos miramos en el ego global- nosotros mediterráneos, razas superiores y demás- y cavilamos sobre las amenazas procedentes de esas "regiones", que hemos imaginado sobre un mapa sin pudor alguno. Pero pensar que los salvajes están a nuestra merced merece el error, porque estos extraños, en realidad, se han diseñado entre nosotros.

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