Otras miradas

El caso Juana Rivas, icono del machismo más rancio

Marisa Kohan

Periodista de Público

Todos aquellos que nos dedicamos a la información de género o a hablar de feminismo, sabemos que hay nombres o palabras que inmediatamente espolean una reacción virulenta en redes sociales y despiertan el machismo más rancio, incluso entre aquellos que afirman no comulgar con esta ideología misógina en favor de la desigualdad. Juana Rivas es uno de los ejemplos más claros.

Cada vez que su nombre aparece en medios o se asoma en redes, las reacciones en su contra aparecen en cascada y las descalificaciones no acaban en su figura, sino que se extienden y salpican a los organismos creados para la proteger a las mujeres víctimas de violencia de género, las organizaciones feministas, e incluso a las leyes con las que este país se ha dotado para hacer frente al machismo.

Este jueves, tras aparecer en un par de entrevistas en prime time de televisión, esta gaditana volvió a ser el caballo de batalla de esta campaña orquestada. Y esto ocurre tan sólo dos días después de que un padre asesinara a sus dos hijas en Castellón, como forma de causarle el  mayor dolor a la madre, de la que estaba en proceso de separación.

Porque no lo olvidemos. Tras el galimatías judicial que vive Rivas, está su lucha por proteger a sus dos hijos de un padre que fue condenado 2009 por violencia de género y contra el que Rivas volvió a interponer una denuncia en 2016, una vez en España y lejos de la situación de malos tratos continuados que describe en su denuncia.

Si ella puede haber cometido errores, la justicia no los cometió menos. La denuncia que interpuso en 2016 estuvo más de año y medio acumulando polvo los cajones de un juzgado de Granada, hasta que finalmente se envió a Italia. Una vez allí, se volvió a meter en un cajón sin investigar. Que se esté celebrando un juicio en Italia para determinar la custodia de sus hijos sin que antes se haya entrado siquiera a investigar los hechos que relata su denuncia, es un procedimiento cuanto menos anómalo de la justicia contra el que previenen las leyes españolas, pero también los tratados internacionales suscritos tanto por España como por Italia, como el Convenio de Estambul.

De hecho, los errores judiciales en temas de violencia de género no son una triste excepción. Tras el asesinato de las dos niñas de Castellón el pasado martes, muchas voces han pedido una revisión del sistema, los protocolos y la forma en que la justicia defiende a las mujeres víctimas de violencia machista. Los expertos resaltan el hecho de que a las mujeres no se las cree cuando denuncian, que los estereotipos y prejuicios anclados en nuestra sociedad lastran las medidas que el Estado debería aplicar cuando denuncian malos tratos y cuando piden protección para ellas y sus hijas e hijos.

El caso más sangrante que ejemplifica los fallos de la justicia los encarna Ángeles González Carreño, que tuvo que luchar durante 17 años para que el Estado reconociera finalmente su responsabilidad en el asesinato de su hija a manos de su padre condenado por malos tratos. Interpuso un total de 51 denuncias pidiendo a la justicia que impidiera las visitas de su hija con su exmarido, pero sólo la trataron de histérica, loca, exagerada, la acusaron de querer vengarse de él y de tener intereses ocultos...

Juana Rivas intentó por todos los medios que la denuncia de malos tratos contra su expareja fuera tenida en cuenta en el juicio que, a finales de 2016, decidió la devolución de sus hijos a Francesco Arcuri. Pidió al juzgado que su hijo (el mayor, entonces de 11 años) fuera escuchado por la jueza y evaluado por el servicio especializado de medicina legal. Ni una cosa ni la otra sucedieron. En las sentencias no se habla de la motivación que llevó a esta madre a "desaparecer" durante un mes en un intento de que la justicia rectificara. Ni entonces, ni ahora, su testimonio ha sido tenido en cuenta.

Este jueves, el juzgado italiano de Cerdeña celebra su última vista. Tiene que decidir sobre la custodia de sus hijos. Pero no ha entrado a valorar siguiera los malos tratos que denunció Rivas. Aquellos que la acusan de ser una vergüenza y un lastre para el feminismo y para las mujeres que "realmente" sufren violencia, ya la han sentenciado usando los mismos manidos instrumentos machistas y misóginos que representan a las mujeres como perversas, maquinadoras y con una agenda oculta. Muy del estilo de las brujas de los cuentos que todos hemos mamado desde niños.

Todo lo contrario. El caso de Rivas ejemplifica casi todas las barreras y obstáculos que tienen que salvar una mujer que intenta dejar atrás una situación de vejaciones y malos tratos y proteger a sus hijos. Se está gestando una campaña de reacción ante los avances de las mujeres y Juana Rivas es una punta de lanza.

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