Otras miradas

Los voraces constructores del dolor

Cristina Fallarás

Periodista

En España hay cerca de 12 millones y medio de pobres: 6 millones y medio de mujeres pobres y poco menos de 6 millones de hombres pobres. Exactamente, y según el último informe El estado de la pobreza, elaborado por la Red Europea contra la Pobreza y la Exclusión: 12.338.187.

Y más de la mitad de la población admite tener problemas para llegar a fin de mes, un 53%.

Mujeres en un poblado pobre en Santa Cruz de Tenerife. AFP/Desiree Martín
Mujeres en un poblado pobre en Santa Cruz de Tenerife. AFP/Desiree Martín

Dificultad para llegar a fin de mes se convierte en vértigo de abismo cuando se te echan encima los gastos de los libros escolares, cuando haces planes hasta diciembre para acabar de comprarlos. Y en diciembre el despeñadero se pinta con las tres cajas de rotuladores compradas en un bazar chino para Reyes, la falda de la cría tras el estirón, que se le ven ya las bragas, unos zapatos sin agujero, el terror ante el próximo cumpleaños, por favor que no nos receten nada que no esté en la cartilla, yo a esa fiesta familiar no puedo acudir así, recuerdo cuando íbamos a la peluquería. Todo eso significa no llegar a fin de mes. Todo eso y mucho más, mucha nevera en cueros, qué frío es el recuerdo de un congelador, ¿otra vez arroz, mamá?, todo eso y mucho más, la extravagante idea de unas vacaciones, eliminar los cumpleaños de las compañeras, cortarles el pelo a mordiscos, todo esto es la vida de quien a duras penas llega a fin de mes. O sea, de la mitad de las personas que viven en España.

El dolor de las cifras ahoga. Y sin embargo aún quedan cínicos que tratan de refutarlas agarrándose a la terminología. Como el que sabe que se salva pisa la mano del que trata de agarrarse al borde del barco, ya colgando sobre la noche de la tempestad. Cuando los especialistas en miserias, latrocinios y dolores afirman que en España hay en este momento más de 12 millones de personas "en riesgo de pobreza y/o exclusión" se refieren a lo que tradicionalmente llamábamos "pobres". O sea, "por debajo del umbral de la pobreza". En su definición oficial: "Se considera que están en riesgo de pobreza aquellas personas que viven en hogares cuya renta es inferior al 60% de la mediana de la renta de su país o territorio, es decir, cuyos ingresos están por debajo del llamado "Umbral de pobreza". Pero cada uno es dueño del zapato con el que pisa la mano del que cuelga.

En España, las personas pobres suponen el 26,6% de la población. Una de cada cuatro personas y alguna más bracea hacia atrás a diario para evitar despeñarse. Pero la cifra empeora, y mucho, en el caso de los hogares con criaturas. Entre los menores de 16, uno de cada tres es pobre. Y todavía peor, peor de peor, si esos hogares son monomarentales: Una de cada dos familias monoparentales es pobre, el 83% de ellas con una madre sola al frente. Y de todas estas personas pobres, dos millones y medio viven en lo que llamábamos antiguamente "pobreza de solemnidad", o sea sin la alimentación suficiente. Este grupo cada vez es mayor, los estudiosos alertan, cada vez más bestia su pobreza.

Me ahogo. Me ahogo en sus noches de insomnio y las conozco. Las personas pobres, sobre todo aquellas que tienen hijos, hijas a su cargo, reconocen la Hora del Lobo. La Hora del Lobo acecha bajo las almohadas y da las campanadas entre las cuatro y las cinco de la madrugada. Entonces te despiertas, te sientas en la cama e intentas parar el corazón que te late en las sienes, la puta taquicardia, a ver si va a despertar a los pequeños. La Hora del Lobo marca el momento oscuro en el que te preguntas si esta será la semana en la que acabe todo, en la que por fin todo se vaya al garete, si volverá a fiarte el verdulero, si insistirá la pequeña en los agujeros de los leotardos, si puedes volver a pedirle cuatro perras a tu hermana para el jabón de la lavadora, si el casero te dará la patada al fin.

Me ahogo en todo eso, pero mucho más en la seguridad de que toda esa pobreza ha sido levantada con el robo, monedita a monedita, de los constructores del dolor. Cada año se publican los informes de la pobreza en España, y cada año se toma como referencia 2008. Ese es el momento en el que los voraces constructores del dolor decidieron que el dolor se llamaría crisis en lo sucesivo.

En 2017, año del que tratan las anteriores cifras dolorosas, a España le crecieron 22.100 millonarios, según el Informe Mundial de la Riqueza. Desde 2008, el número de millonarios ha crecido un 76%. Millonario es, en este contexto, una palabra perfumada de insomnio ajeno y frío. Son los constructores del sufrimiento, y sin embargo no son ellos quienes pisan la mano de quien está a punto de caer del barco, de quien cuelga ya por la borda sobre las fauces del océano. Esos son otros. Esos son los que callan, los que cuestionan la cifra de 12 millones y medio, esas gentes para las que es más fácil dar una patada y seguir tirando.

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