Otras miradas

Turquía, cárcel de periodistas en defensa de Jamal Khashoggi

Javier López Astilleros

Analista político

Se trata de una nebulosa sutil de alianzas y estrategias basadas en la desconfianza y la suspicacia. Un espacio de identidades tan sutiles como sectarias. Un palimpsesto de filosofía emborronado por el etnosalafismo, una especie de nacionalismo étnico y religioso.

En este contexto actual, un gesto en el protocolo, una simple expresión o palabras determinadas, un acción ritual antes o después de la oración, señala tu posición ideológica, las creencias, o incluso el país de procedencia. Son gestos destinados a construir y definir personas. Qué decir del vestido, del corte de barba, de la longitud de tu abaya o vestido, del modo de colocarte el hiyab, de no llevarlo, e incluso los colores del vestuario. Todo está marcado por un determinismo asombroso y pétreo.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, informa en el Parlamento sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi. REUTERS
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, informa en el Parlamento sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi. REUTERS

La movilidad estética es escasa. En realidad son códigos universales, banderas de un sectarismo salvaje.

El modo en que te levantas  a saludar a un inquilino, o a un recién llegado, indica tu posición social o sumisión a la autoridad. El repertorio gestual, los temas, y hasta las expresiones faciales son necesarias para conservar la vida en países ocupados o en guerra.

Esa complejidad del código de conducta, carismática e individual, contrasta con la simplicidad y la carencia de instituciones sólidas por razones históricas.

Estos días tenemos un caso que se interpreta con una facilidad y simplificación preocupante. Se trata del asesinato de Jamal Khashoggi. Alguien procedente de un régimen opresor ha dado la orden de asesinato a un periodista. El modo en que se ha producido es lo que ha escandalizado al público. Pero la utilización de este caso se enmarca dentro de un contexto más amplio.

En realidad el caso tiene múltiples lecturas, ya que hay varios elementos en pugna. Desde Turquía se filtran noticias sobre el asesinato de un hombre afín a los Hermanos Musulmanes, y columnista de un diario referente de los EEUU. Sin embargo se pasa por alto que Turquía es uno de los países con más periodistas en la cárcel. Donde se producen torturas y arbitrariedades. El AKP turco considera que esta es una guerra de propaganda más. Hay que reconocer al gobierno de Erdogan una habilidad extraordinaria para las filtraciones. Aunque la falsedad siempre se desploma, basta con añadir una mentira nueva, sobre una montaña en descomposición, para continuar con la rueda de la manipulación de ese gobierno.

Es difícil expresar lo que está sucediendo en Turquía, porque ha quedado perfectamente normalizado. Familias enteras encarceladas, exilios desgarradores, personas inmovilizadas con el pasaporte bloqueado, cierre de medios de prensa, cientos de periodistas encarcelados. Es muy probable que estos últimos se pregunten de vez en cuando por qué cada día son más invisibles.

Es  verdad que el asesinato del periodista es uno más en la larga lista de crímenes del Estado saudí-wahabita, pero no es el único. Los corazones de centenares de inocentes niños y niñas han sido abrasados mientras iban al colegio en una remota ciudad de Yemen. Y eso sin detenernos sobre lo sucedido en Irak o Siria. Las personas nos definimos por nuestra capacidad para olvidar.

Duele y causa ira. Porque son muy pocos los que se atreven a preguntar a las madres y padres del Yemen-por poner un ejemplo-por sus hijos despedazados, marcados por el acero de un autobús que les protege de las carreteras, pero que se convierte en una cárcel metálica cuando las bombas descienden furiosas del cielo.

Pero no sería exacto decir que se está utilizando la muerte de un periodista bien relacionado en beneficio de Erdogan. En ocasiones los muertos siguen vivos hasta que los enterramos en el olvido. Son individuos utilizados para mostrar nuestro rechazo a un orden determinado de cosas. Por ejemplo la repulsión que produce el wahabismo, tanto para chiíes como para (hoy) la Hermandad Musulmana, en sus primeros años protegida por Riad.

Todo cadáver, por inocente que sea, está sometido a un proceso de manipulación ideológica. En el caso del periodista Yamal tiene un significado especial, porque el objetivo es debilitar a heredero saudí. Hoy tenemos un animal carnívoro herido: Mohamed Bin Salman. No nos engañemos; esto es caza mayor.

Lo extraordinario del asunto es que parezca que un peón derrota al más poderoso de los reyes.

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