Otras miradas

El 'mal querer' de los adolescentes

Alazne Aizpitarte Gorrotxategi

Doctora en Violencia de Pareja en Edad Adolescente, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Cuando escuchamos la palabra "violencia de pareja" nos vienen a la cabeza golpes, moratones, o violaciones, pero no son este tipo de comportamientos de carácter físico o sexual severo los que caracterizan la mayoría de los casos de maltrato en parejas adolescentes, no al menos en los inicios de la relación. Se trata en su mayoría de comportamientos psicológicos más sutiles, tales como el control de la pareja e intentos de aislamiento de familia y amigos, seguidos de insultos y humillaciones.

La violencia psicológica como precursora

El 'mal querer' de los adolescentes

Es totalmente comprensible que las imágenes que nos vienen a la cabeza al escuchar "violencia de pareja" estén completamente asociadas a casos tan graves como una paliza o incluso asesinatos. Sin embargo, es importante recalcar que estos supuestos son muchas veces la punta del iceberg. Para cuando se ha dado esta situación, lo más probable es que previamente hayan aparecido comportamientos violentos psicológicos, como humillaciones, insultos y, en especial, un control excesivo. De ahí, que una de las claves para combatir los actos más atroces sea la prevención del maltrato psicológico.

Esto nos lleva a tres conclusiones:

  1. En la población general de parejas adolescentes, este tipo de violencia es la más prevalente;
  2. Solo una subpoblación de parejas de relación insana llega a las conductas más graves y visibilizadas por la sociedad;
  3. La violencia física no aparece de forma repentina sin que coexista con otros modos de agresión, especialmente de tipo psicológico.

Los estudios han demostrado que la violencia psicológica en las relaciones de noviazgo adolescente es un factor de riesgo clave para la aparición de comportamientos severos (como, por ejemplo, golpear u obligar a mantener relaciones sexuales).

El papel de las redes sociales

Los adolescentes han crecido con las nuevas tecnologías, y es inútil que intentemos que no las usen. El reto es promover su buen uso y hacerles reflexionar sobre las consecuencias de ciertos comportamientos, ya sean online u offline.

Conviene aclarar que las redes sociales y los teléfonos móviles no provocan por sí mismos que las personas se vuelvan controladoras y acosadoras. Son únicamente una herramienta fácil de usar para aquellas personas que ya lo son, y que sienten la necesidad de controlar a sus parejas. Las nuevas tecnologías favorecen esa tarea.

El 'mal querer' de los adolescentes

Les permiten comprobar cuándo se ha conectado su pareja al whatsapp por última vez, qué fotos ha subido a las redes sociales, qué comentarios escribe en su muro público, qué ropa llevaba aquél día...

En resumen, la intención y la necesidad de controlar a la pareja no nace con las nuevas tecnologías, nace de uno mismo.

Las personas controladoras, según los estudios, suelen presentar cierto perfil: son celosas, muchas veces impulsivas, desconfiadas con el entorno y con su pareja, tienden a tener una imagen negativa de sí mismas, baja autoestima, y sienten temor ante la posibilidad del abandono y la ruptura, entre otros factores.

"Me controla porque me quiere"

Lo más preocupante de estos comportamientos de control no es su frecuencia, sino cómo las perciben. Las conductas de control normalizadas por los adolescentes son percibidas como señales de amor y pasión hacia la pareja.

Son habituales comentarios como: "me llama en todo momento porque se preocupa mucho por mí"; "se pone celoso porque me quiere una barbaridad; "si no tuviera celos no me haría ni pizca de gracia porque significaría que no le importo nada", etc.

Llegan a tal punto de normalización que las reacciones explosivas e incluso agresivas motivadas por celos no las penalizan, ya que, en su opinión, son el reflejo de la pasión que tiene que existir en una relación de pareja romántica. Por lo cual, las creencias sobre el amor romántico también se convierten en un factor clave de riesgo, ya que llegan a asociar positivamente la necesidad de la coexistencia de la pasión, los celos y el conflicto.

Es importante subrayar que estas conductas y creencias de relaciones insanas en la etapa adolescente se ven tanto en ellos como en ellas, y tanto en relaciones heterosexuales como homosexuales, aunque se manifiesten de maneras diversas.

Los realities como modelo

A todo lo anterior se le añade que nuestros adolescentes absorben ciertos modelos de relación que ven en los medios de comunicación y los toman como referentes a seguir.

Los adolescentes son audiencia diana de algunos realities basados en el morbo y el conflicto. Respiran estos modelos y mensajes cada día, en su mayoría sin ningún adulto referente ni iniciativa educativa que ponga en duda estos modelos insanos.

Los asumen, por lo tanto, como modos de relación "normales" e incluso "ideales" en un momento tan crítico como es la adolescencia en la creación de esquemas de relaciones románticas. ¿Acaso alguna vez nos han anticipado lo que vamos a sentir cuando nos enamoramos? o ¿cómo vamos a diferenciar una relación romántica sana de una que no lo es?

Es importante que los adultos y, en general, la sociedad, tengamos claro que ellos y ellas entran en la adolescencia con una tendencia imparable de exploración, en pleno despertar del deseo sexual, y son todavía inmaduros y emocionalmente inestables. Y se embarcan en este camino sin la suficiente guía, canalización y educación para poder enfrentar y manejar tantísimas situaciones en las que se van a encontrar en este complejo "campo de entrenamiento".

Por lo tanto, estamos frente a una población de gran vulnerabilidad por las características mismas que implica el período evolutivo adolescente.

La buena noticia es que las neurociencias nos demuestran que la adolescencia también se caracteriza por ser un período evolutivo de gran aprendizaje y oportunidades de cambio por su gran neuroplasticidad en el campo socioemocional y de las relaciones interpersonales.

Prevención

Todo ello apunta a la necesidad de hacer prevención desde el inicio de la adolescencia temprana (o incluso antes) con el objetivo de educar en la promoción del buen trato y las relaciones saludables de pareja. En esta misión, será importante dotarles de las habilidades socioemocionales necesarias para enfrentar nuevas y complejas situaciones con las que probablemente se van a encontrar.

Asociado a esto último, será clave trabajar la concienciación y la regulación emocional, fomentar la empatía y el respeto hacia el otro, promover conductas de apoyo hacia sus iguales, y actitudes igualitarias, hacerles reflexionar sobre las consecuencias de ciertos comportamientos y actitudes (offline y online), así como ayudar a canalizar de forma adecuada el enfado, la ira, la tristeza, la euforia y la frustración que experimentarán en esa montaña rusa que es la adolescencia.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation

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