Otras miradas

Don Pelayo vence en Carolina del Norte

Javier López Astilleros

Analista político

Mark Harris es miembro del Partido Republicano. Ha vencido en Carolina del Norte al candidato demócrata Dan McCready en las recientes elecciones legislativas. Es el prototipo del pastor protestantenacionalista, con un sentido casi violento del deber, y un devoto cumplidor de las leyes. Los principios por los que se rige el pastor son duros e inflexibles.

También es un tipo ebrio que odia a los musulmanes.

"Hay una trinidad satánica del dragón, la bestia y el falso profeta. Satanás siempre es una mentira. Escúchenme, es por eso que la religión del Islam es tan peligrosa. Es la gran falsificación de nuestra generación", sentenció hace unos días Harris.

El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda al entonces candidato republicano Mark Harris, en las elecciones legislativas, en una visita a Charlotte, en el estado de Carolina del Borte. REUTERS/Kevin Lamarque
El presidente de EEUU, Donald Trump, saluda al entonces candidato republicano Mark Harris, en las elecciones legislativas, en una visita a Charlotte, en el estado de Carolina del Borte. REUTERS/Kevin Lamarque

Creer en las bestias, antes que en las personas, tiene consecuencias trágicas para la salud mental del ser humano, aunque otros seres vivos quizás tengan una opinión radicalmente diferente.

"Te van a obligar a adorar al anticristo. Te obligarán a inclinarte ante la imagen de la Bestia. Y sabes tan bien como yo que en algunos países del mundo, esta misma mañana, bajo un gobierno islámico, hay hombres que no tienen otra opción, pero Dios te ha dado una opción esta misma mañana", pronunció el mentón apocalíptico de Harris.

Las declaraciones de los xenófobos son una espiral de fuego que estimula y devora las diferentes calidades humanas. Así la libertad de expresión se convierte en un tipo de pornografía del discurso.

Donde algunos como Mark Harris ven a Dios, otros ven a diablo. Hay quien no ve nada, tan solo un placentero vacío. Estamos ante un problema de dislexia cultural. Es inevitable en una tierra redonda como esta.

Pero Harris está perturbado por las sagradas escrituras. Es fácil de imaginar en las charlas dominicales en su iglesia de Carolina del Norte, las manos cruzadas, su pelo tieso por la laca, y la mirada pétrea sobre el oficiante, mientras su esposa le toma del brazo.

Pero él es un buen hombre respetado por su comunidad. Un padre de familia, que sueña con manuscritos miniados y bestiarios.

El republicano tiene la fórmula para que palestinos e israelíes alcancen la paz. "Los judíos y los musulmanes tienen que aceptar a Jesús", es decir a su profeta y dios personal. Y esa es la condición para vivir en paz. Considera que el principal problema en tierra santa no es el robo o la extorsión, que destruyan tu casa, la humillación de los checkpoints, o que encarcelen y maten a personas inocentes. La clave está en un hombre llamado cristo, convertido en dios, y que por imperativo moral deben de aceptar como guía suprema, para que los chicos de Palestina entren como un rebaño amoroso al redil de la concordia. ¿Cómo pueden ser tan rebeldes?-se preguntará con fingida sinceridad en la intimidad.

En realidad Harris es un teólogo que conoce bien las debilidades de un enemigo que le atormenta. Imagina un país ocupado por barbudos, que desean la destrucción de quiénes les acogen, mientras multitud de refugiados piden visado en Covadonga.

No hay que negar al pastor habilidad para mostrar el factor clave que mina la credibilidad de muchos Estados: la libertad de conciencia.

Es fácil argumentar, a veces con frivolidad, que es necesaria una ilustración en estos países, aunque trasladar nuestros hitos históricos a otros espacios geográficos es absurdo, torpe, y en ocasiones mal intencionado.

Pero algo tiene en común el pastor con sus oponentes, los chicos del islam politizado. Casi todos matarían por sus ideas, lo que parece inaceptable hoy, en un tiempo en que se suele exterminar por dinero.

También les une la visión de seres fantásticos, dragones y tenebrosas mazmorras. Y la creencia de que los demás se equivocan.

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