Otras miradas

“Guardianes de la verdad”: 'Time' premia a la prensa en las trincheras frente al autoritarismo

Peter Greste

Profesor de Periodismo y Comunicaciones, Universidad de Queensland.

La revista Time ha anunciado su Persona del Año 2018 y, por una vez, no se trata de un solo individuo. En esta ocasión, el honor recae sobre cuatro personas y un periódico.

Otorgándoles el apelativo de "Guardianes de la verdad", Time ha concedido el galardón al periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado en el consulado de su país en Estambul, a la periodista filipina Maria Ressa, editora del medio digital Rappler, y a los jóvenes periodistas Wa Lone y Kyaw Soe Oo, de la agencia Reuters, que se encuentran cumpliendo una condena de siete años por dar visibilidad a la masacre sufrida por los rohinyá en Myanmar. Por último, de manera colectiva, la revista estadounidense otorga el premio a la plantilla de The Capital Gazette, un periódico de Annapolis (Maryland) que sufrió un atentado en su redacción el pasado mes de junio en el que murieron asesinados cinco de sus miembros.

La portada del especial de la Persona del Año de Time está reservada para aquellos que la revista considera que han causado "un gran impacto informativo", aunque no siempre sea positivo (es tristemente recordada la nominación de Adolf Hitler en 1938).

La decisión de nombrar a este grupo de periodistas no solo es un indicador de lo que han logrado de manera individual. También es un guiño frente a la crisis global de confianza que sufre el periodismo y, en consecuencia, "la verdad". Los "Guardianes" han sido nominados en parte por su trabajo, pero también por lo que representan.

Jamal Khashoggi

Es sin duda el más conocido de los galardonados. Los escabrosos detalles de su asesinato parecen sacados de una novela negra. Fue atraído al consulado saudí en Estambul para conseguir los documentos necesarios para casarse con su pareja. Allí, fue estrangulado y descuartizado con una sierra para cortar huesos. El macabro suceso expuso el cinismo de Mohammed bin Salman, príncipe heredero de la corona saudita, que se presenta a sí mismo como el salvador liberal de Oriente Medio mientras reprime a los disidentes de manera despiadada y, por supuesto, ilegal.

En una de sus columnas en el Washington Post, Khashoggi se preguntaba:

¿Debemos elegir entre tener salas de cine y nuestro derecho como ciudadanos a alzar la voz, ya sea para apoyar o criticar las acciones de nuestro gobierno?

Maria Ressa

Es menos conocida que Khashoggi pero no menos valiente. Antigua corresponsal de CNN, confundó la publicación Rappler hace siete años y la convirtió en una de las fuentes de noticias independientes más fiables de Filipinas.

Rappler ha criticado sin miedo los autoritarios discursos del presidente filipino Rodrigo Duterte y su cruzada contra las drogas, guerra en la que el político se ha cobrado alrededor de 12.000 vidas. Ressa ha soportado el acoso y derribo al que le ha sometido el propio Duterte y su ejército de trolls online, y ahora se podría enfrentar a diez años de prisión por supuesta evasión de impuestos, aunque los cargos parecen ir dirigidos a silenciar una voz crítica con el gobernante filipino más que a castigar un delito financiero.

Wa Lone y Kyaw Soe Oo

Los dos periodistas de la agencia Reuters produjeron una de las piezas periodísticas más asombrosas del año 2017, la investigación del asesinato de diez hombres musulmanes pertenecientes al grupo étnico rohinyá, en la que incluso aportaron detalles forenses.

Sacaron a la luz una serie de fotografías de las víctimas y de sus asesinos y reconstruyeron los hechos de manera tan convincente que las autoridades se vieron obligadas a encarcelar a los soldados responsables de la matanza por un período de diez años.

En el juicio al que fueron sometidos por destapar estos atroces crímenes, y que les ha supuesto una condena de siete años de prisión por quebrantar la Ley de Secretos Oficiales de Myanmar, un agente de policía afirmó que tendieron una trampa a los periodistas para detenerlos.

The Capital Gazette

Unas horas después de que un hombre armado irrumpiera en la redacción de este periódico de Annapolis y asesinase a cinco de sus empleados, el reportero Chase Cook tuiteó: "Os puedo asegurar una cosa: mañana vamos a sacar el maldito periódico". Y así fue.

No estamos hablando de un medio de comunicación que pueda atraer a un asesino por su trabajo periodístico, sino de un diario local que cubre las elecciones municipales de Annapolis y los deportes escolares. No habla de dictadores y genocidios. Aun así, la prensa tiene tal mala fama que un hombre se sintió atacado al comprobar que The Capital Gazetteestaba siguiendo un caso judicial en el que era el acusado, y lo tomó como justificación para abrir fuego contra su redacción.

Periodismo en peligro

Desde la prensa local a la internacional, estos ejemplos evidencian que uno de los pilares de una sociedad libre, como es el periodismo, se encuentra en peligro de muerte.

La revolución digital es, en parte, responsable de la herida de la profesión. Ha creado tal cantidad de información que nos permite encontrar las "noticias" que confirman en todo momento lo que queremos creer. Entretanto, ha minado la confianza en los medios y ha hecho que cualquiera que no sea capaz de adoptar un punto de vista diferente conciba como falsa la información que no le interesa. En el proceso se ha visto reducida al mínimo nuestra capacidad para mantener un debate público basado en datos veraces.

Pero no se equivoquen. Se trata de una crisis global que embiste frontalmente contra los cimientos de la democracia. Por eso la decisión de la revista Time es tan oportuna e importante.

Los periodistas tampoco se libran de su parte de responsabilidad. El periodismo es un producto humano imperfecto y caótico, y en la urgencia por crear historias que destaquen entre todo el ruido digital, los principios éticos parecen haberse evaporado. Sin embargo, los ataques (tanto verbales como físicos) a las agencias y medios en ocasiones impiden reconocer la profesionalidad de numerosos miembros de este gremio. La diferencia entre los errores honestos y las fake news lanzadas de manera premeditada estriba en que los primeros son cometidos por buenos periodistas que reconocen su equivocación y se corrigen rápidamente.

La portada de Time también exige una reacción. Si continuamos impasibles, acabaremos transitando un camino que solo haría feliz a los líderes autoritarios.

En países como Australia estos problemas se están intensificando con la aprobación de leyes de seguridad nacional que limitan la capacidad de los periodistas para mantener al gobierno vigilado. Por ello, unos compañeros hemos creado la Alianza por la Libertad de los Periodistas con el objetivo de defender la libertad de los medios en el sentido más amplio, sin leyes restrictivas y con apoyo económico para poder realizar un periodismo independiente y de calidad.

La magnitud de las preguntas a las que nos enfrentamos es significativa. ¿Dónde está el equilibrio entre la necesidad democrática de transparencia y responsabilidad y las asfixiantes demandas de seguridad nacional? ¿Cómo pagamos por un periodismo que es caro y necesario pero no siempre rentable? ¿Se puede restaurar la confianza en una institución que sostiene nuestro gobierno y nuestra sociedad?

Si permanecemos sin hacer nada, se repetirán casos como los de Jamal Khashoggi, Maria Ressa, Wa Lone y Kyaw Soe Oo y The Capital Gazette. Algo me dice que a pocos de nosotros nos gustaría vivir en ese mundo.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation

  The Conversation

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