Otras miradas

Festival de Euroirrisión

Máximo Pradera

Me gusta la música clásica (música absoluta, la llama el maestro Morricone) pero mi proclividad al postureo cultural no es tanta como para afirmar que el resto de la música no vale la pena. Me gustan también el jazz, el rock, algunas (pocas) canciones pop, las bandas sonoras, soy musicalmente  omnívoro. Por gustarme, me gustan hasta algunas canciones de Eurovisión, desde Poupée de cire a Volare, pasando por La la la o Waterloo. Soy de buen conformar. España ha llegado a competir en este certamen, que ven todos los años 200 millones de personas, con algunas canciones simpáticas (festivaleras, que diría la petarda de Alaska), de esas que te divierte cantar en la ducha o en el karaoke. Pero lo de este año es inenarrable, de película de terror. Hasta el punto de que me atrevo a afirmar sin ambages que La venda es la peor canción que yo haya escuchado nunca; y mira que cuando presentaba Los + plus, en mi show televisivo cantó hasta El Pulpo, el disck jockey de COPE que compartió un día escenario con Soraya Sáenz de Santamaría.

Una cosa es que una canción eurovisiva no pretenda ser un lied de Richard Strauss y otra muy distinta que renuncie deliberadamente a incluir en ella cualquier idea lírico–musical a la que se puedan aferrar nuestros baqueteados oídos. Hay que hacer hincapié en que en Eurovisión no compiten a título personal los intérpretes que van al festival, compite España como país a través de su RTVE pública. Por tanto, cada vez que hacemos el ridículo en Eurovisión (y este año va a ser apoteósico), estamos retratándonos como país. Estamos exportando mierda al mundo. Estamos diciéndole a centenares de millones de personas que eso es lo mejor que somos capaces de hacer.  A nadie se le ocurriría mandar a un tío que sirve bocatas de calamares in plaza Mayor a un certamen gastronómico, o a una señora que se dedica a rajar pantalones vaqueros a un concurso de moda. Bien, pues el tal Miki y su canción La Venda son el equivalente musical a enviar a un youtuber al Festival de Cannes. Y actúa en nuestro nombre. ¿De qué sirve entonces tener una Secretaría de Estado (España Global) para mejorar la imagen de España en el extranjero si luego llega otro organismo público como RTVE y dinamita todo lo que ha hecho el primero? Estamos condenando a un país entero al rídiculo para que los cuatro espabilados de siempre hagan caja en SGAE.

Miki canta 'La venda', en la Gala OT Eurovisión
Miki canta 'La venda', en la Gala OT Eurovisión

Hay muchos recursos técnicos para hacer interesante una canción: rítmicos (las partes fuertes no están, por ejemplo, donde tenían que estar), melódicos (se incluyen notas imprevistas o melismas de gran virtuosismo), armónicos (los acordes nos sorprenden con cadencias de engaño), no es cosa de impartir aquí una clase de musicología. Pero tienen que creerme cuando les digo que La venda no tiene nada en su interior, ni en la música, ni en la letra. Es como una tautología: A=A, la obviedad más absoluta, lo previsible hecho sonido.

Que el cantante aparezca en la prensa, abriéndose la camiseta, con cara de simio y sacando la lengua a cámara, pensando que así trasmite una imagen de adolescente transgresor, de simpático canallita, me da más o menos lo mismo, aunque admito que cierto pellizco de vergüenza ajena sí he sentido al verlo. Pero que la delegada de RTVE en Eurovisión vaya diciendo por ahí que esta canción "va a representar muy bien la alegría de España", clama al cielo. ¿Acaso la manifestación sonora de la alegría española es la Charanga del Tío Honorio? Con perdón para este mítico trío de los 70, que aunque musicalmente muy básico, jugaba todo el rato con el humor y la autoironía.

Lo que produce alipori en La Venda es que además de ser una bosta, se toma en serio a sí misma: es una bosta pretenciosa. El autor, que debe de pensar que es un cruce entre Bruce Springsteen y Paulo Coelho, dice que su canción "trata del crecimiento personal, de quitarse los prejuicios que uno mismo pueda tener encima. A medida que pasan las estrofas nos vamos liberando de la presión social, de ese momento en el que uno está muy encerrado y va haciendo lo que la corriente le dicta". Vamos a ver, chaval: o has compuesto una charanga, o has compuesto un Bob Dylan, pero que encima vengas a decirnos que una murga de verbena habla de algo, y más de algo tan importante como el crecimiento personal, es de traca.

Parafraseando a Rafael Sánchez Ferlosio, diré que el público y los jurados de Eurovisión reconocen bastante bien el rostro de los buenos cantantes y el perfume de las buenas canciones, y que todos los mikis y manelesnavarros de este mundo no valen para ellos lo que un cacho de suela de una sandalia vieja de Joan Manuel Serrat, tirada en un muladar y embadurnada en estiércol.

L´Espagne: 0 points.

Más Noticias