Otras miradas

Aupa (nuestro) Athletic!

Andrea Momoitio

A mí lo que más me gusta del Athletic son los recuerdos de mi niñez que relaciono con el equipo. Ni me gusta ni entiendo bien cómo va eso del futbol. Además, teniendo en cuenta que este deporte es sinónimo de hegemonía, creo que tiene mérito que todavía no entienda lo que es un fuera de juego. No me interesa mucho, qué le voy a hacer. He ido a ver muchos partidos porque era lo que tocaba. En realidad, íbamos para que mis amigas mirasen a los chicos, a echar el rato, a ver la vida pasar, a aprender lo que nos esperaba de ahí en adelante. En mi época, la adolescencia era ese tiempo que pasabas, sobre todo, mirando qué hacían los tíos. Me aburre el juego y el fútbol me resulta muy violento. En esta línea, hay un trabajo interesantísimo de Antonio Martín Cabello y Almudena García Manso, que titularon "Construyendo la masculinidad: fútbol, violencia e identidad". Vaya, que lo de vincular fútbol y violencia no es cosa mía. En el artículo, que está disponible en línea, aseguran que si bien el fútbol se vincula con la violencia en infinidad de ocasiones no es tan habitual que hablemos de este deporte y su vinculación con la construcción de los roles de género más tradicionales. Martín y García, además, afirman que el ritual del fútbol se asemeja mucho al de las batallas, ese otro terreno completamente masculinizado. [El fútbol] "tiene lugar en la esfera pública –el estadio de fútbol, aledaños y los medios de comunicación–; posee un atavío o uniforme determinado y significativo –muchos de los seguidores e hinchas se disfrazan como la mascota del equipo, se visten con la camiseta del equipo, llevan bufandas o banderas, se pintan la cara con los "colores" del equipo–; se entrenan antes del evento –quedan para tomar alcohol, charlar, comer, etc.–; cantan el himno del equipo o canciones ofensivas e intimidatorias dirigidas a los seguidores del equipo contrario, siendo este un acto muy característico en el ámbito bélico; y celebran la victoria y humillan al contrario, uno de los momentos álgidos del ejercicio y exposición de la violencia en el fútbol". Es la guerra. La guerra del fútbol, uno de los escenarios en los que se construye cómo se entiende la masculinidad hoy.

Aspecto de San Mamés en el partido de la Copa femenino.
Aspecto de San Mamés en el partido de la Copa femenino.

El otro día estuve en San Mamés, bocadillo de tortilla en mano. Todavía no había puesto un pie en el nuevo estadio y ya tenía ganas, tampoco nos vamos a engañar. ¿Dónde se ha visto que alguien ponga dinero para una reforma y luego no vaya a ver cómo ha quedado? Según publicaban los periódicos en 2013, la Diputación Foral de Bizkaia había puesto entonces unos 7,6 millones de euros para construir el nuevo estadio. Era de recibo que fuéramos a ver cómo qué tal había ido la obra. Esperamos, eso sí, la gran ocasión: la decimotercera vez que el estadio se abría para las mujeres. Decimotercera. Mira si lo han abierto pocas veces que aún podemos escribir el número ordinal. El Athletic Club jugó el pasado 30 de enero la semifinal de Copa contra el Atlético de Madrid. No ganaron, las nuestras, las de Athletic, pero debe ser que era imposible ganar, que las otras eran muy buenas. La gente hablaba en el estado de la posesión del balón y esas cosas, pero ninguna de las crónicas que se escribieron después destacó nada que tuviera que ver con el juego. Nos hubiese encantado celebrar una victoria, pero ¿quién se acordará del resultado en un años? Lo realmente apasionante fue que San Mamés hizo historia al reunir a 48.121 personas en un partido de fútbol femenino. Dicen, las que suelen ir habitualmente al estadio, que el ambiente era inmejorable, mucho menos violento de lo habitual, que se respiraba deporte y disfrute, que fue un partido bonito y emocionante.  Perdimos, sí, pero ¿qué más da?

El éxito de la convocatoria fue tan apabullante que enseguida surgieron quienes necesitaban encontrar un argumento que justificara tal triunfo. Lo encontraron rápido: se habían regalado muchas entradas. Cuántas exactamente no lo sé porque las cifras bailan. Los socios y las socias podían acceder a dos invitaciones y las instituciones públicas ofrecieron la oportunidad de acudir al campo a distintos centros educativos, asociaciones, organizaciones, AMPAs y otros colectivos. Las reacciones negativas a la apuesta de las instituciones públicas por favorecer (una vez al año no hace daño) el deporte practicado por mujeres no se hizo esperar: "¡Ja! Vaya mérito, pero ¡si han regalado las entradas!" o "Imagínate qué pasaría si regalan entradas para ver a los chicos" eran dos de los comentarios más repetidos. Es agotador, pero a estas alturas tenemos que volver a explicar algo que pensábamos que estaba más que claro: la justicia no es dar a todo el mundo lo mismo sino a cada persona lo que le corresponda o lo que necesite en cada momento. Si la meta está a 2 metros y alguien mide 1,90 sólo necesitará que las instituciones le ayuden con una pequeña cuña, pero si apenas llega a 1 metro necesitará una escalera. Ese es el principal rol de las instituciones, esa es la principal función de la política: subsanar las desigualdades, proponer soluciones que las palíen mientras se establecen medidas a largo plazo para que éstas no se perpetúen. Además, sí, es cierto, las instituciones regalaron muchísimas entradas, pero ¿no regaló la ciudadanía al completo, con sus impuestos, la construcción de un campo de fútbol que disfrutan, casi en exclusiva, los hombres? Sabíamos ya que el fútbol era terreno abonado para señores, en el que las mujeres somos una honrosa excepción, pero si el club recibe dinero público, al menos habrá que disimular. Qué menos. Nosotras, mientras, disfrutamos de esta pequeña gran victoria.

Aupa Athletic! Gora zuek!

PD: Escribir este texto sin dejar que fluya el ego bilbaíno ha supuesto un ejercicio de contención importante. Lo diré solo una vez, pero tengo que decirlo: ¡De Bilbao teníamos que ser!

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