Otras miradas

Esa persona que no se está portando bien con los músicos

Máximo Pradera

Conocí a Daniel Barenboim en Lo + plus, cuando vino a presentarnos un disco de tangos. Además de su carácter afable, me atrajo su sentido del humor. El argentino contó una anécdota que le había sucedido en España y que parece un chiste.

–Cené en un local en Andalucía donde había un piano, y en la sobremesa, los amigos que me acompañaban me pidieron que tocara un rato. Me senté al teclado  y enseguida vino el encargado, de muy malas pulgas, a decirme que interrumpiera de inmediato el recital, porque ese piano era muy bueno y solo lo podían tocar profesionales.

No siempre coincido con la musicalidad de Barenboim. Una vez perpetró en Madrid los preludios y fugas de El Clave bien temperado de Bach y me salí en la segunda parte: su abuso del pedal era de tal magnitud y gratuidad que su Bach parecía Debussy. Lo peor de todo es que me llevé la impresión de que no lo hacía solo por razones estilísticas equivocadas, sino para encubrir errores técnicos. No podía con El Clave y para que no se notara, lo envolvía todo en el equivalente sonoro de una cortina de cretona con floripondios. Un ejemplo palmario de que por muy genio que seas, no lo puedes tocar todo bien.

En lo que sí es imposible disentir con el Maestro es en su lucha por la superación del conflicto árabe–israelí por medios no militares. Él mismo cita Andalucía como un ejemplo a seguir, un emplazamiento mágico en el que las dos etnias convivieron durante siglos pacíficamente; y ha fundado una orquesta, la West Eastern-Divan, en la que hacen música instrumentistas tanto israelíes como árabes de distintos países de Oriente Medio.

También son muy loables sus intentos de separar la música de Wagner de sus repugnantes escritos antisemitas. Por muy nauseabundas que sean sus opiniones sobre el pueblo judío, su música se salva – defiende el director –y hay que saber apreciarla por sus valores intrínsecos, que son muchos y muy notables. Y añado yo: ¿acaso podemos dejar de leer a Vargas Llosa porque apoye a Ciudadanos o diga bobadas como que el feminismo es el más resuelto enemigo de la literatura?

Admirable es también el talento para la divulgación y la pedagogía del maestro argentino. Quienes no conozcan su serie Five Minutes On, en la que disecciona con gran tino e inteligibilidad un ramillete de obras maestras de la música – desde Claro de Luna de Debussy al Concierto en Re Menor de Brahms – deben correr hoy mismo a Youtube para paladear estas pequeñas joyas de la pedagogía musical para profanos. Me pareció deslumbrante, por ejemplo, el modo en que Barenboim asemeja la armonía a la perspectiva en arquitectura. Cada vez que entra el tema, Debussy cambia el acorde para que el oyente pueda verlo desde un ángulo diferente.

Esta semana la prensa publica lo que era ya un secreto a voces entre los melómanos: que San Daniel Barenboim, el afamado pianista y director de irreprochable conducta, maltrata (presuntamente) de palabra y de obra a los músicos de su orquesta, la Staatskapelle de Berlín. Barenboim, que en estado de reposo tiene un carácter afable y tranquilo, no es capaz de controlar su ira cuando los ejecutantes le niegan lo que les pide durante los ensayos. Tan pronto los zarandea como les retira el nombre propio, limitándose a decir: eh, tú, trombón, toca más piano. Él dice que es una campaña de difamación para echarlo de Berlín, donde quizá lleve demasiado tiempo. Sin embargo, los músicos que le han denunciado tienen nombres y apellidos y aportan detalles muy concretos. Aunque habrá que esperar a la investigación pertinente, yo me creo los testimonios que acusan, como diría Casado,  a esa persona que no se está portando bien con los músicos. Y me los creo sobre todo por la reacción que ha tenido Barenboim: soy argentino, tengo sangre latina y a veces me enciendo. Una excusa tan ridícula que podría haberla dado su compatriota el Papa Francisco: los curas no tienen la culpa de los abusos, es el demonio quien los tienta es la versión vaticana de A los latinos hay que tolerarnos los maltratos, porque llevamos la ira en los genes.

Y aún más abusivo todavía resulta el argumento del intendente de la orquesta. Este individuo ha venido a decir que los músicos tendrán que elegir: o soportar los excesos latinos del maestro y seguir siendo una de las mejores orquestas del mundo o ponerlo en la calle por maltratador y volver a ser una orquesta de mierda.

En psiquiatría, lo que le ocurre a Barenboim tiene un nombre muy concreto: trastorno explosivo intermitente. El tratamiento incluye psicoterapia y medicamentos ¿viste?

¡Daniel, ponéte las pilas! ¡A ver si va resultar que sos el  único argentino que aún no ha pisado la consulta de un psicoanalista, che!

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