Otras miradas

Perú, entre el extremismo y el equilibrismo

Erika Rodríguez Pinzón

ERIKA RODRÍGUEZ PINZÓN

Coordinadora América Latina de la Fundación Alternativas

Los resultados de las elecciones presidenciales de abril en Perú sorprendieron a propios y ajenos con una polarización entre dos opciones políticas que no era palpable en el ambiente preelectoral. Los candidatos de centro, que juntos habrían ganado la contienda, salieron de ella para dar lugar a una segunda vuelta de las elecciones, que se celebrará mañana, entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, dos candidatos distantes en el espectro ideológico pero ligados en el estilo popular de sus campañas.
La expresión social de las urnas peruanas no difiere de la de otras sociedades. El descontento con los partidos de centro izquierda y centro derecha es campo abonado para candidatos de los extremos ideológicos, que recogen preocupaciones más cercanas a la vida cotidiana con discursos de fácil digestión, véase el ascenso de partidos europeos de extrema derecha.
La verdadera diferencia en el caso peruano es que, a la vista de los resultados de crecimiento económico, un 8% el último año, los ciudadanos no tendrían motivo para el descontento. Pero crecimiento no es igualdad. El indicador de desarrollo humano ajustado por desigualdad de Perú lo deja por debajo de su vecino Ecuador, que creció sólo un 3,6%. Más aún, su presión fiscal en 2009, principal herramienta de la redistribución, un 13,8%, está bajo el promedio latinoamericano. Una fiscalidad en la que además la minería –principal renglón exportador– goza de cláusulas de excepción tributaria que no permiten al Gobierno introducir reformas, es decir, que el sector minero sigue creciendo y aportando al PIB, pero no lo suficiente a las arcas estatales, algo que el próximo presidente tendrá problemas para cambiar.
En cuanto a los candidatos queda poco por decir; Keiko, conservadora, sobre la que recae la sospecha de que liberará a su padre, Alberto Fujimori. De Humala destaca la moderación que introdujo en su discurso tras distanciarse de Chávez , aunque sin despejar realmente las dudas.

A los dos candidatos les es común el afán por mostrar su afinidad con el brasileño Lula da Silva. Todo político que se precie de su carácter social en América Latina quiere parecerse a Lula. Pero Perú no es Brasil y, vistos los datos, hace falta más que nombrar a Lula en los discursos para imitar sus obras.
Fujimori, por su parte, fortalece su apuesta con el fichaje de figuras internacionales. En lo social, el economista Hernando de Soto, quien comparte su propuesta de "economía de mercado para que los pobres participen sin abandonar la economía global"; y en seguridad, Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York. Fujimori dice que quiere imitar los logros del expresidente de Colombia Álvaro Uribe en seguridad. Una combinación peligrosa: economía de mercado basada en el comercio de bienes primarios y política de seguridad de mano dura no son en América Latina sinónimos de democracia y Estado de Derecho.
El temor por la vulnerabilidad de las instituciones democráticas de ganar Fujimori lo aviva el Nobel Vargas Llosa, que alienta el voto por Humala no por afinidad, sino en función del "mal menor". Desde luego, la apuesta de Vargas Llosa no es desdeñable viniendo de un liberal ex profeso, y sus temores tienen un sustento claro en el sesgo autoritario de la candidata y la convicción de que Humala, a pesar de su nacionalismo, no va a matar a la gallina de los huevos de oro cerrando las puertas a la inversión extranjera.
La agenda de Humala, de corte socialdemócrata y que además cuenta con los exasesores de Lula, encierra un rompecabezas difícil de resolver. Al igual que los demás gobiernos de corte nacionalista de la región, un posible Gobierno de Humala dependerá de los recursos primarios, como también lo haría el de Fujimori. El problema es que en la agenda de candidato nacionalista entran en conflicto los intereses de las empresas explotadoras con su agenda social, a pesar de querer potenciar ambas.
Tanto las empresas extractivas como las bases sociales son dos colectivos que, puestos en pie de lucha, pueden desestabilizar el Gobierno. De hecho, el mes de mayo se ha visto marcado por el bloqueo de la frontera entre Perú y Bolivia por parte de huelguistas que exigen que se emita una ordenanza que prohíba las concesiones mineras en su territorio. Como ya se apuntó, el futuro presidente de Perú tendrá grandes problemas para renegociar las condiciones de la explotación minera sin afectar el crecimiento.
Equilibrar crecimiento, con dependencia de los recursos primarios, e intentar mantener la gobernabilidad contentando las bases sociales, sin hablar de sostenibilidad ambiental, más que un programa de gobierno es un juego de equilibrismo que Perú, gane quien gane, tiene que enseñarle a jugar al resto del continente.

 

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