Otras miradas

La huelga de La Canadiense y la gestión de la disidencia

Chakir el Homrani Lesfar

Conseller de Treball, Afers Socials i Famílies de la Generalitat de Catalunya

Este año rememoramos el centenario de la huelga de La Canadiense. No me alargaré mucho describiendo el conflicto que duró durante 44 días en toda Barcelona, ya que se ha escrito mucho sobre ello. La conclusión del conflicto produjo la implantación de la jornada de 8 horas, mejoras salariales, la readmisión de los trabajadores despedidos y la aceptación de la capacidad legal de negociación de los sindicatos. Más que centrarme en este hecho histórico, lo haré en lo que representa que algo que en 1919 se consideraba una acción fuera del sistema, una huelga general, fuera el motor de cambio y mejora de la sociedad. Durante los siguientes 100 años hemos integrado las huelgas y las luchas laborales y sindicales dentro de la gestión del conflicto social y dentro de lo que consideramos normalidad democrática.

Hoy sería impensable una sociedad y una economía sin sindicatos y sin derecho a la huelga. Este derecho y la libertad sindical hoy se consideran parte de los derechos fundamentales. La concertación social, la negociación colectiva y la integración del conflicto laboral son instrumentos que se han ido enfocando en las mejoras sociales y en el mundo del trabajo. Los sindicatos han ejercido una presión al alza de los salarios, para un mejor reparto de la riqueza y para la construcción del acuerdo de capital trabajo. Esto ha forzado a la economía a mejorar la productividad y ha permitido que esta sea más estable. Tal como dicen economistas como Krugman y Stiglitz, la ruptura de este acuerdo de capital trabajo en los años 90 es posible que haya sido la semilla de una economía más volátil y fuente de las últimas crisis del capitalismo. Hoy pocos se atreven a discutir el papel de los sindicatos y de la negociación colectiva como moderadores de las crisis del capitalismo.

Huelga de la Canadiense en Barcelona en 1919

Pero no quiero que las lecciones de la huelga de La Canadiense se limiten a un aprendizaje de cómo gestionar los conflictos sociales y las huelgas. O que nos fijemos solo en su importancia como avance en los derechos laborales y sociales, sino, también, como un ejemplo de gestión de la disidencia del sistema. Hoy tenemos algunos conflictos sociales que nos parecen irreconciliables y que creemos que no es posible integrar luchas sociales que las clases dominantes rechazan por ser contrarias a sus intereses. Pero son las sociedades que han sabido integrar esta disidencia las que más han avanzado. Y no hablo solo de la disidencia creada por el sindicalismo, sino también de otras disidencias como el feminismo, el pacifismo, el ecologismo o todos los movimientos que en algún momento han tenido que adoptar formas que al sistema predominante no le han gustado.

Durante la huelga de La Canadiense hubo presos que hoy consideraríamos presos de consciencia. También hubo acciones de lucha obrera que fueron reprimidas y que hoy consideramos legítimas. En el fondo, con este artículo no deseo limitarme a hablar del centenario de La Canadiense, sino que quiero hablar de política, y de cómo hoy el sistema político español debería poder integrar y gestionar otros conflictos políticos y nuevas disidencias. Hablamos de La Canadiense, pero también estoy describiendo el principal conflicto que hoy tiene la sociedad catalana. Estoy escribiendo sobre la incapacidad que tiene el poder español de dar una respuesta política que acepte y escuche la disidencia, y de cómo comete el mismo error de los que querían solucionar el conflicto de La Canadiense mediante la represión.

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