Otras miradas

El disfraz del neomachismo

Ana Bernal-Triviño

Periodista

El machismo de Vox no es solo el machismo de Vox, es el machismo que ha estado toda la vida dentro de la derecha, con especial intensidad. El machismo de la ultraderecha y de la derecha ‘moderada’, ante la fuerza del feminismo, intenta esquivar la situación con un relato donde reclaman una igualdad de la mujer, pero acompañada de un vocabulario tóxico y un discurso manipulador. La ultraderecha solo ha repetido el esquema que dentro de la derecha del PP más conservador y radical ya se estaban manejando. Solo hay que recordar las palabras de Gallardón durante la reforma del aborto o de otros miembros del partido, hasta donde el aborto tenía "algo que ver con ETA".

Ahora solo lo renuevan, lo actualizan y reviven temas superados que, no son otra cosa, que esa espina que llevan clavada ante su imposibilidad de soportar los derechos de la mujer conseguidos. Son los expertos en convertir una mentira en un mantra para construir un discurso de odio. Los expertos en la provocación y demonización para descentrar, inmovilizar y, al menos, hacer dudar.

Llaman neomachismo a esa tendencia a decir "yo creo que mujeres y hombres deben tener los mismos derechos" seguidos de un "PERO" que muestra la verdadera cara. Son los de "la violencia no tiene género", los de "ni feminismo, ni machismo, igualdad", los de "los hombres están siendo discriminados". Un neomachismo que dice que ya existe la igualdad y no reconoce la desigualdad preexistente como punto de partida. Un neomachismo donde nada se debe a un sistema estructural y patriarcal, sino a situaciones individuales. Un neomachismo donde el negacionismo se pone por bandera y donde su palabra les refuerza como líderes.

Es ese discurso machista de Ortega Smith, de Vox, cuando dijo: "Las mujeres tienen derecho a hacer con su cuerpo lo que crean conveniente, pueden comer más, menos, cuidarse, cortarse el pelo, las uñas. Lo que creemos que no es un derecho es acabar con la vida de un inocente como es el niño que llevas en tu interior". Le faltó decir que calladitas estamos más guapas. Es ese "las mujeres pueden hacer con su cuerpo lo que quieran" pero ya te digo yo qué debes de hacer cuando quieras abortar, y no es otra cosa que impedírtelo.

Es ese discurso del cuerpo como "lo femenino" en lugar del cuerpo como campo de batalla del machismo. Es ese discurso de "queda bien", complaciente para muchos sectores. Ese discurso de darle la vuelta la tortilla, donde defender nuestros derechos te convierte en una "radical", "supremacista", e integrante del "yihadismo de género". Palabras que de tanto escucharlas en las tertulias se normalizan, con el peligro que conllevan.

Es el mismo discurso de naftalina de Primo de Rivera (referente de Smith), cuando reivindicaba la abnegación de la mujer en un discurso en Don Benito, Badajoz:

"Tampoco somos feministas. No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles. A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada en una rivalidad donde lleva –entre la morbosa complacencia de los competidores masculinos– todas las de perder. El verdadero feminismo no debiera consistir en querer para las mujeres las funciones que hoy se estiman superiores, sino en rodear cada vez de mayor dignidad humana y social a las funciones femeninas."

Son esos mismos ecos los que escuchamos en boca de sus líderes, activistas declarados contra el aborto, los derechos de las mujeres y el matrimonio homosexual porque, para ellos, amenazan su concepto de "familia". Desde un expresidente del Foro de la Familia, a una abogada especializada en la defensa de "hombres maltratados por la ley" o una escritora antifeminista.

Vox se presenta en Europa, donde se unirá a la ultraderecha que ya han conquistado ese espacio. Una ultraderecha europea que, en su discurso común, siempre subyace que hay que eliminar derechos de la mujer o LGTBi o rechazar la inmigración porque suponen un "gasto público". Esa obsesión por recortes en lo público es sistémica, a la vez que se descubren sus alianzas con grandes fortunas y un conjunto de asociaciones de inspiración cristiana.

El único recurso ante tanta mentira, vocabulario desmedido y manipulador, por parte de la prensa, es mostrar la verdad. Y, sin embargo, ni siquiera los procesos de verificación parecen solucionar el problema, porque no siempre se buscan conocimiento, sino un discurso que refuerce unos valores adquiridos. Y esto resulta lo más inquietante. Con el resultado de las generales nos dijeron que habíamos actuado de muro de contención de la ultraderecha pero, la realidad, es que estaba y está dentro del Congreso. Solo queda esperar que la sociedad sea lo suficientemente crítica para no dejarse encandilar por el discurso de la mentira ni se vea amordazada en una espiral del silencio.

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