Otras miradas

Otra vez la mataron

Marta Nebot

Periodista

El votante de derechas vota por sistema, porque ya trae pensado de lejos que la vida es un sálvese quien pueda y que el objetivo de su voto es salvar a los suyos, lo hagan bien-mal-regular-o–gracias. El de izquierdas tiene esperanzas de algo más y, como se sabe, la esperanza no es inmutable como el cinismo, esa ciénaga de la que si caes es casi imposible escapar. Las esperanzas nacen, crecen y se reproducen, pero también mueren y, dadas las circunstancias, las del electorado progresista de este país están en la UCI y esperando al cura que –si ningún dios lo remedia– vendrá el miércoles a darle la extremaunción.

Para más inri, todos los que la están matando –aunque ella sola se murió– ya han empezado a levantar los dedos acusadores, ante el cuerpo todavía presente –ni siquiera muerto del todo–, arrancando con sus aspavientos los pocos cables que mantienen con vida a la estupefacta moribunda.

Y, detrás de tanta metáfora y de este cuadro macabro contemporáneo, están los hechos: el 28 de abril el progresismo español votó para evitar el mal mayor (el gobierno de la peor derecha) y con la ilusión de conseguir un gobierno de izquierdas que por fin levante la bota del cuello de los damnificados por la crisis, que de verdad redistribuya la recuperación económica. El impulso de esas dos esperanzas elevó la participación al 75%, la más alta de los últimos 15 años.

Sin embargo, nada más conocer el resultado, la propia noche de autos, el PSOE empezó a abandonar su proyecto, con la excusa de que había que esperar los resultados de las autonómicas y municipales. Tan claro fue su cintureo que su militancia se lo gritó con la misma claridad cuando se asomó la noche del triunfo al balcón de Ferraz: "conRiverano", le corearon por si estaba confundiendo el camino prometido.

Después, con la misma excusa electoralista y de reparto de poder, siguió jugando a la centralidad hasta que directamente se puso a jugar a "con quien sea". Supongo que los que le cantaron "conRiverano" nunca imaginaron que debían haberle entonado también "yconCasadotampoco".

Y qué distinto sería ahora todo si Pedro Sánchez hubiera de verdad aspirado a un gobierno de coalición con Unidas Podemos, como primera y mejor opción, aunque hubiera discutido los nombres; y hubiera sido valiente y claro desde el primer momento sobre su propósito; y hubiera declarado sin tapujos que ése era su objetivo porque con ese gobierno se acercaría más al proyecto que tiene para España; y no se hubiera dedicado a reunirse por la mañana con su novia "preferente", Unidas Podemos, y por la tarde con todas las demás que se dejaron. Quizá, si todo hubiera sido tan distinto y tan de líder con proyecto, principios e ideas cristalinas, si no saliera elegido porque los independentistas no hubieran querido apoyarle a cambio de nada o porque los nacionalistas vascos no hubieran tolerado su alianza con Podemos, tal vez, entonces, la ilusión que nos llevó a las urnas en abril se reproduciría y nos llevaría a votar más todavía y superaríamos el récord del 80% de participación de 1982, que llevó a Felipe González a la Moncloa, aupado por un tsunami de esperanzas que sigue ahí esperando a que alguien vuelva a inspirar la auténtica subida de la marea.

¿Se imaginan cómo iría la izquierda de este país a las urnas si fuera empujada por el relato de "falta poco", vamos todos a una? ¿No arrasaría el PSOE si se hubiera decidido del todo por su alma zurda?

Qué distinto a: juguemos a la ruleta rusa y recemos –nosotros que somos mayormente ateos– porque la bala quede en la recámara y nos voten porque no nos ha salido el "gobiernoconquiensea". ¿Qué clase de bilis estará tragando la militancia que le devolvió el partido? ¿Con qué espíritu le harán otra campaña electoral?

O, más allá de su militancia, y si al final la posibilidad se nos muere del todo y llegamos a otras elecciones, las cuartas en cuatro años, ¿con qué esperanza vamos a votarles? ¿a qué gobierno estaremos votando, si parece que Sánchez habría gobernado con Rivera sin problemas, si no fuera porque es Albert el que se ha empeñado en dejar de ser de centro?

Para terminar, la imagen es espantosa pero insiste: nos veo como a La Piedad, con la esperanza muerta en nuestros brazos.

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