Otras miradas

Viajes transoceánicos y cultura empírica en tiempos de Magallanes

Antonio Sánchez Martínez

Profesor de Historia y Filosofía de la Ciencia, Universidad Autónoma de Madrid

Mapamundi del cartógrafo Bautista Agnese, fechado en 1544, donde incluyó la trayectoria del viaje de circunnavegación de Magallanes. Bautista Agnese /Library of Congress, American Memory/Wikimedia Commons
Mapamundi del cartógrafo Bautista Agnese, fechado en 1544, donde incluyó la trayectoria del viaje de circunnavegación de Magallanes. Bautista Agnese /Library of Congress, American Memory/Wikimedia Commons

Hace quinientos años, el puerto de Sevilla se preparaba, con su ferviente actividad náutica, para lanzar al Atlántico las cinco naves de la expedición capitaneada por el portugués Fernão de Magalhães. Dicha actividad quedó perfectamente plasmada en la Vista de Sevilla, un óleo de finales del siglo XVI atribuido a Alonso Sánchez Coello y conservado en el Museo Nacional del Prado.

La expedición pondría rumbo a América el 20 de septiembre de 1519 y no tenía la intención de dar la vuelta al mundo, sino de navegar hacia occidente con el objetivo de encontrar un estrecho en Sudamérica hacia el Mar del Sur que les permitiera acceder a las preciadas islas de las especias, las Molucas, un pequeño archipiélago indonesio situado en el Pacífico.

Con este paso marítimo –más tarde llamado de Magallanes-, los castellanos disputarían a Portugal el monopolio comercial en Oriente sin incumplir el malogrado Tratado de Tordesillas de 1494. Este le obligaba a navegar siempre hacia poniente en dirección a las Indias Occidentales.

El planisferio de Cantino, un mapamundi que muestra el mundo tal y como lo conocían los portugueses de principios del siglo XVI.
El planisferio de Cantino, un mapamundi que muestra el mundo tal y como lo conocían los portugueses de principios del siglo XVI.

Este acuerdo diplomático promulgaba el reparto ibérico del mundo a partir de un meridiano cero situado a 370 leguas al oeste de la isla de San Antón (en Cabo Verde) y dividía el Atlántico en dos zonas de influencia: la española (hacia el oeste) y la portuguesa (hacia el este).

El meridiano de Tordesillas fue representado por primera vez en un mapa en torno a 1502, fecha del célebre planisferio de Cantino. Se iniciaba así un período de grandes transformaciones geográficas que darían lugar a una nueva imagen del mundo.

Cronistas y tripulantes del viaje

Conocemos los detalles del viaje gracias a los testimonios que se conservan del mismo:

  • La Relazione del primo viaggio intorno al mondo de Antonio Pigafetta, probablemente el más conocido.
  • El diario de Francisco Albo.
  • El relato de Ginés de Mafra.
  • Las declaraciones de los supervivientes recogidas por Maximiliano Transilvano.
  • Las cartas de Elcano a Carlos I.
  • Las capitulaciones de Valladolid.
  • Los diversos legajos del Archivo General de Indias.
  • Los mapas portugueses, españoles e italianos construidos después del viaje.
Portada del libro de Antonio Pigafetta ‘Primer viaje en torno del globo’ de 1922. Brandeis University Libraries/Wikimedia Commons
Portada del libro de Antonio Pigafetta ‘Primer viaje en torno del globo’ de 1922. Brandeis University Libraries/Wikimedia Commons

Entre estos últimos, el mapa del mundo de Battista Agnesede 1544 indica el itinerario de la expedición.

El viaje duró casi tres años. Elcano y 18 supervivientes (de los más de 230 hombres que partieron de la barra de Sanlúcar de Barrameda rumbo al Nuevo Mundo) regresaron a la península a bordo de la nao Victoria el 6 de septiembre de 1522.

Los tripulantes de la expedición –italianos, portugueses, franceses, griegos, holandeses, alemanes e ingleses- estuvieron expuestos a diversas vicisitudes y contratiempos, como también lo estuvieron miles de navegantes en otros muchos viajes oceánicos del mismo período.

Navegación y cultura empírica en el siglo XVI

No cabe duda de que la dimensión política, diplomática, económica, geográfica, etnográfica, técnica, científica e, incluso, religiosa de este viaje lo sitúa entre las grandes gestas de la humanidad.

Además, ha quedado asociado a algunas de las grandes transformaciones del mundo moderno, como la primera globalización, el uso de la navegación astronómica o la constatación experimental de la esfericidad de la Tierra.

Pero si lo analizamos desde su propio ámbito histórico a luz de los cambios sociales que sufrió el mundo de la navegación y la cosmografía en el contexto de la expansión marítima europea, cabría añadir algo más.

Los viajes transoceánicos de larga distancia, con sus peligros e incógnitas, formaban parte de la vida cotidiana de miles de personas del siglo XVI. Estaban encuadrados en un contexto social dominado por una nueva cultura empírica a gran escala que afectaba a diferentes ámbitos:

  • A las formas de medir y observar fenómenos naturales.
  • A los estilos de escritura (nuevos tratados náuticos y cosmográficos).
  • A los métodos de enseñanza.
  • A la construcción naval.
  • A la fabricación de instrumentos matemáticos, tales como las cartas náuticas, las agujas de marear, los cuadrantes y los astrolabios.

Hombres de ciencia y técnica

Las monarquías europeas de la época moderna eran sistemas de gobierno de cariz imperialista y, por necesidad, de carácter ultramarino conformados por una compleja red de rutas oceánicas. Estas monarquías imperialistas y ultramarinas dominaron Europa durante varios siglos y fueron dependientes de culturas y comunidades de artesanos y hombres prácticos tradicionalmente excluidos del mundo del conocimiento.

Tal vez debamos buscar en el vínculo que existe entre el viaje de Magallanes-Elcano y el primer imperialismo colonial la razón por la cual este y otros viajes modernos y sus protagonistas han quedado al margen de las principales narrativas sobre la ciencia moderna. Una historia que, por otra parte, ha sido más afín a las grandes teorías matemáticas y astronómicas, así como a la República de las Letras.

Sin embargo, estos viajes nos muestran otra cara de la Europa moderna. Describen detalles de la vida diaria a bordo, de su universo emocional, de cómo individuos con escasa formación eran capaces, con la sola experiencia, de poner en jaque la autoridad de los antiguos sobre el mundo natural.

Pero lo que el viaje de Magallanes-Elcano manifiesta es, sobre todo, un hecho singular que describe e ilustra toda una época. Fue esa época y sus características específicas –nuevos navegantes, nuevos barcos, nuevos instrumentos y una nueva forma de enfrentarse a los desafíos- las que posibilitaron la vuelta al mundo.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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