Otras miradas

Javier Marías: corazón tan sucio

José Ángel Hidalgo

Funcionario de prisiones, escritor y periodista

José Ángel Hidalgo

Los que le hemos leído a través de los años sabemos de su talento innegable, aunque siempre vicario de otros (anglosajones, mayormente) lo cual, a mi juicio aunque no le quitaba un ápice de interés, sí algo de originalidad y, por lo tanto, le alejaba de la gloria literaria. Javier Marías, hombre de progreso, lleva años echándole un pulso a Pérez Reverte en una competición atrabiliaria de a ver quién se lleva la copa del mayor de los miserables de España.

Si Cela viviese, la competición sería a tres, con lo que la emoción crecería con una improvisada liguilla de a ver quién suelta la pota más negra sobre el sexo femenino. Aunque en mi humilde opinión, tanto Pérez Reverte como Marías ni se le acercan en calidad literaria, sí que Cela les supera por muchas ventosidades e insultos en cuanto a carpetovenismo machista.

El escritor Javier Marías EFE

El escritor Javier Marías EFEHace un tiempo escribí un artículo sobre estos casposos deportes en la revista Jot Down en el que comparo a Cela con otro que sí que está a su altura como pluma, el francés Céline, y que también le alcanza en su bajeza moral, sobre todo en lo que a colaborar en el exterminio de judíos durante la ocupación nazi se refiere.

El artículo que acaba de escribir Javier Marías en El País Semanal para defender los avances sexuales del pulposo y nada plácido Domingo, es un compendio de actitudes con las que antes bautizaban al que las exhibía con un vocablo muy castellano: el tío rijoso éste, se decía del que suelta baba ante una chica, término que según la academia significa hombre inquieto y alborotado en presencia de una hembra.

Parecería de lo más natural que un rijoso defienda a otro, aunque esto sería mucho decir puesto que sobre Marías solo se conoce, hasta ahora, que se ha limitado a defenderles desde su columna con argumentos simpáticos y de toda la vida, como decir que Plácido Domingo es tan solo un ligón, y no un presunto acosador, que es lo que le llaman desde no tan plácidas columnas que parecen muy cargadas de razón.

En realidad, el asqueroso devenir personal de Cela o de Céline no pareció perjudicar sus carreras literarias. Aún más, y eso es lo que planteo en el artículo que menciono más arriba, descender a los infiernos de la crueldad, el machismo, la intolerancia y la caspa, no tiene por qué ser pernicioso artísticamente hablando: ser cruel hasta rebasar lo tolerable con el prójimo, apestarlo con un pedo o ser ya muy malo delatándolo, son experiencias subjetivas únicas que constituyen un privilegio para el que ha de construir una sólida novela sobre la terrible condición humana.

La cuestión es llegar con esos bagajes a la excelencia clásica, conseguir la calidad que no se discute, cubrirse con la gloria de la literatura irrepetible, pues hay que constatar, y es triste decirlo, que no se escribe mejor porque uno sea educado con las señoras o defensor de las ballenas.

Lo malo de esto es cuando uno es sin duda alguna mediocre como escritor, aunque con mucho éxito de ventas, pero socialmente infumable, como sucede en mi opinión con Marías, y aún mucho más con Pérez Reverte: alguien debería advertirles de que si aún a fuerza de escupir chuscadas de cuartel alcanzasen por un momento el título de cabrón mayor que Cela muy a gusto ostentaba, o si por ese sucio camino llegasen a ser moralmente tan criminales como Céline, nunca jamás, ni en el mejor de sus sueños, se aproximarán un ápice a la categoría literaria de estas dos malas bestias.

A ver si con este argumento se relajan de una vez y dejan en paz a las señoras.

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