Otras miradas

Draghi se va, 'Varoufuck' persiste

Luis Moreno

Profesor de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)

El exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, y el presidente saliente del BCE, Mario Draghi.
El exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, y el presidente saliente del BCE, Mario Draghi.

El próximo día 31 de octubre, coincidiendo con el anunciado final de la prórroga para alcanzar un acuerdo entre el Reino Unido y la Unión Europea sobre el Brexit, Mario Draghi dirá arrivederci como presidente del Banco Central Europeo. Han sido ocho años intensos de gestión al frente de la autoridad bancaria comunitaria.  Sin su inteligencia y capacidad profesional el euro, a buen seguro, habría desaparecido como moneda única continental y símbolo maestro del proceso de Europeización.

El 6 septiembre de 2012, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, anunció un cambio histórico en la política monetaria europea al declarar solemnemente que el euro era un objetivo estratégico que debía ser preservado por encima de cualquier otra consideración. La suya, ciertamente, no era una posición personal sino que había sido respaldada por el Consejo de Gobierno de la entidad, compuesto por un Comité Ejecutivo con el propio presidente, el vicepresidente y cuatro miembros, todos ellos designados por el Consejo Europeo por votación con mayoría cualificada y por los gobernadores de los bancos centrales de los países de la Eurozona. Con tales actuaciones el BCE entró en el propio juego de los mercados. Al aducir el recurso a cantidades ilimitadas de dinero, el BCE pretendía dar un golpe de autoridad ante los capitales peregrinos.

En aquella ocasión las declaraciones de Draghi sirvieron por si solas para ahuyentar los efectos patológicos de la especulación contra el euro, auspiciada por el triunfante capitalismo anglo-norteamericano. En el futuro que se avecina, se necesitarán algo más que palabras y, deseablemente, habría que poner en marcha las rotativas impresoras de euros. Esa es la posición de un economista maldito que resta y que no se calla: Yanis Varoufakis. Los talibanes del neoliberalismo imperante le han rebautizado como Varoufuck, en un juego de palabras en el que se inserta en su apellido el denostado jodido, imprecación por excelencia de la moderna lengua de Chaucer. Varoufuck es odiado por especuladores, hombres de negro y troikas de ortodoxias financieras. Sus veleidades marxistizantes inciden en su condición de peligroso enemigo para los prepotentes de Wall Street y la City londinense.

Pero Varoufuck es un europeísta y está cargado de razón en su propuesta de futuro para una Europa de futuro más unida, justa y sostenible. ¿Cómo reformar y relanzar la economía europea fin de sortear los vaticinios de la recensión que ahora se anuncia? Para el ex ministro de Finanzas en el gobierno griego de Syriza de 2015 y cofundador, recientemente, del grupo paneuropeo DiEM25 (Movimiento Democracia en Europa 2025), la propuesta de un Green New Deal facilitaría 500.000 millones de euros anuales mediante el recurso a la deuda, y sin incrementar el nivel fiscal con nuevos impuestos. Se trataría de un Plan para evitar los efectos perniciosos del cambio climático y cuya gran funcionalidad sería la de adelantarse a la crisis financiera. El DiEM25 se inspira en el New Deal de Franklin D. Roosevelt, gracias al cual la economía estadounidense superó la grave crisis de 1929 y la subsiguiente Gran Depresión. Ahora, tras la Gran Recesión desencadenada en 2007-08, la inyección de dinero público mediante el recurso a la máquina de imprimir dinero provocaría, según Varoufakis, un círculo virtuoso de inversión, ocupación y rentabilidad, todo ello respetando la sostenibilidad ambiental.

El Nuevo Pacto Verde funcionaría del modo siguiente: el Banco Europeo de Inversiones (EIB) emitiría bonos con el respaldo del Banco Central Europeo y tanto como fuese necesario en los mercados secundarios. Los bonos EIB se venderían, según Varoufakis, como churros en unos mercados desesperados por acceder a activos seguros. En consecuencia, el exceso de liquidez permitiría la financiación del Green New Deal asegurando los objetivos básicos deDiEM25 para que todos los europeos fuesen ciudadanos con derecho de acceso en sus países de residencia a bienes básicos como, por ejemplo, la alimentación, las infraestructuras, el transporte o la energía. En paralelo se preservaría el derecho al trabajo asalariado, a la percepción de un ingreso ciudadano y se contribuiría a mantener la provisión digna de viviendas, educación, y sanidad de calidad en un entorno sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

Se pensará que tales ideas son frutos de un wishful thinking alejado de las necesidades sistémicas no sólo el capitalismo triunfante global, sino de los intereses nacionales de algunos de los socios europeos más influyentes; es decir, Alemania. Los mismos gurús germanos que han criticado sin desmayo a Draghi durante los últimos años, ponen el grito en el cielo ante el horizonte del recurso a la deuda con fines de progreso y crecimiento económico para todos los europeos. Como bien señala Peter Bofinger, esos mismos gurús defensores de las políticas de ahorro y austeridad, tan en línea con los fantasmas históricos generados durante los tiempos de la República de Weimar (1918-1933), se guardan muy mucho de resaltar que a la economía exportadora alemana le ha ido muy bien desde 2013. Durante el período en el que Draghi ha estado al frente del BCE, Alemania ha asistido a un fuerte crecimiento de su PIB y empleo. Además los contribuyentes teutones se han beneficiado sobremanera de las bajas tasas interés de los bonos públicos gubernamentales.

La mayoría de los países europeos operan por debajo de sus potencialidades económicas. El resultado indeseado es que las divergencias entre ellos aumentan. Para evitarlo se requiere integración y solidaridad. Porque el mantenimiento de las pasadas inversiones, así como de otros gastos corrientes esenciales en el Modelo Social Europeo (de nuevo, educación, sanidad o dependencia, pongamos por caso), no deberían financiarse sistemáticamente mediante la deuda pública. Tan erróneo es auspiciar políticas de austericidio para ajustar a las bravas los planes de consolidación fiscal como pensar que podemos vivir sólo de inversiones.

En última instancia, lo que está en juego son los fundamentos de nuestro modelo civilizatorio europeo. Como bien nos recordaba recientemente el estudioso de la desigualdad mundial, Branko Milanovic, el gran éxito del neoliberalismo anglosajón en estos últimos decenios ha sido el de hacer prevalecer en las gentes las preferencias egoístas por las ganancias privadas en detrimento de la ‘cosa pública’. De resultas, confrontamos una crisis de confianza en la política y su capacidad de preservar el interés general de nuestras sociedades democráticas.

Grazie, Mario Draghi... No cejes Varoufuck.

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