Otras miradas

Si me borrara el viento lo que yo canto

Máximo Pradera

Chicho Sánchez Ferlosio.
Chicho Sánchez Ferlosio.

He escrito ya tanto sobre Chicho Sánchez Ferlosio que en vez de su sobrino, parezco su biógrafo. Pero hoy es un día especial. Se estrena esta noche en Madrid el documental Si me borrara el viento lo que yo canto. El director, David Trueba, ha elegido como título uno de los versos del estribillo de Los Dos Gallos, tal vez su más aclamada canción. El documental narra la historia del disco clandestino que Chicho grabó en el año 1963 con temas antifranquistas. ¿Conocen la peripecia?

Un buen día se presentan en casa de José Antonio Julio Onésimo Sánchez Ferlosio (ese fue el nombre que le endiñó su padre, el falangista Rafael Sánchez Mazas) dos redactores de la revista sueca Clarté. Vienen conmocionados por el asesinato de Julián Grimau, militante comunista al que Franco acaba de hacer fusilar en el cuartel militar de Campamento. Por crímenes inexistentes, y en todo caso, prescritos. La Momia ha desoído la petición de clemencia del mismísimo Papa Juan XXIII y el fusilamiento de Grimau se ha convertido en un crimen censurado a nivel internacional. También John F. Kennedy le ha enviado un telegrama al dictador, pidiendo que conmute la pena. Y Jean Paul Sartre. ¡Y Nikita Jruschov! Pero La Momia, que hoy nos hace tanta gracia, encerrada en ese putrefacto tigretón de madera, a lomos del nietísimo Francis, no tenía en realidad maldita la gracia. Era un asesino implacable.

Cartel del documental 'Si me borrara el viento lo que yo canto', de David Trueba
Cartel del documental 'Si me borrara el viento lo que yo canto', de David Trueba

Los dos redactores vienen desde Estocolmo a lomos de un Renault 4 Latas  y llegan a Madrid cagados de miedo, porque el mundo entero acaba de comprobar cómo las gasta el protegido de Adolf Hitler.

–¿Dónde podemos grabar? –dice uno de los periodistas.
–Solo hay un sitio – contesta Ana Guardione, la mujer de Chicho–. El cuarto de baño. Las demás habitaciones de la casa entrañan mucho peligro. Nos podría oír algún vecino.

No es paranoia. Chicho vive en El Viso, uno de los barrios más caros de Madrid (para eso es hijo de millonarios) y la zona está infestada de fachas. Junto su domicilio se erige el Colegio Maravillas (¿hace falta decir que es religioso?) y Chicho ya ha pisado la cárcel de Carabanchel por la denuncia del padre de uno de los alumnos, que le ha acusado de blasfemo. Tres meses a la sombra porque le ha oído decir "me cago en la hostia".

El disco se graba en un hoy ya mítico magnetofón Tandberg de cinta abierta. Todo de un tirón. No hay tiempo para perfeccionismos. Sentado en la taza del váter, Chicho vacía todo su cargador. Desde Los Dos Gallos a La Paloma, pasando por Canción de Soldados y A la huelga, la canción que entonaron, con letra adaptada, las feministas de Bilbao aquel glorioso 8-M del año pasado.

A la huelga compañera
No vayas a trabajar

Deja el cazo y la herramienta
El teclado y el Ipad...

Nada más terminar, los dos redactores salen escopetaos de zona nacional y regresan a Estocolmo. El resto es historia. Porque el disco hizo historia. Podrán descubrir enseguida hasta qué punto, porque el DVD se pondrá a la venta en plazo muy breve, en MadMua Records.

David Trueba quiso que yo estuviera también en el documental. No porque recordara nada de aquel año concreto (yo era un mico de 5 años), sino porque sabe cuánto admiro a Chicho como compositor y cantante y me habrá oído entonar alguna canción suya. La Ley, por ejemplo, que he colgado en youtube. Tan extraña y compleja como el Happiness is a warm gun de John Lennon.

Además de acordes de guitarra y canciones, de Chicho también aprendí a tocar (aún más) los cojones.

Por ejemplo, con los energúmenos de los semáforos. Siempre que se produce un altercado con algún prepotente, Chicho me enseñó que la mejor manera de sacarlo de quicio no es poniéndose tan bruto como él, sino infantilizando la voz:

–Malo, malote – les decía–. Eres muy malo y se lo voy a decir a mi mamá.

Un día casi lo matan. Y otro, casi me me matan a mí.

Por imitarle.

Vayan a ver el documental. Aunque sólo sea por conocer cómo y cuándo se gestó La Canción de Grimau, ya vale la pena. Y ya que hemos sacado por fin a La Momia, lo suyo ahora es rendir homenaje a una de sus víctimas más añoradas.

No se me ocurre mejor manera que escuchando la balada que le compuso Chicho Sánchez Ferlosio.

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