¿Qué cree usted que pintan en un congreso de la lengua española periodistas como Arturo Pérez-Reverte, Juan Luis Cebrián -estudiaría humanidades...pero en lo que a titulitis española se refiere, sólo se graduó en Periodismo-, Juan Cruz, Blanca Berasategui, Manuel Pedraz o Eva Díaz Pérez? Ellos, entre otros muchos, participarán en el XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), organizado por la Real Academia Española, que tendrá lugar en Sevilla del 4 al 8 de noviembre.
La pregunta suena ridícula. Tan ridícula como plantear que estos periodistas, escritores, literatos y amantes de las letras no puedan impartir una clase de Lengua y Literatura de Secundaria en un colegio español concertado o privado. No, no pueden. Se trata de una injusta realidad que dura ya demasiados años, desde la aplicación del Real Decreto 860/2010, de 2 de julio, por el que se regulan las condiciones de formación inicial del profesorado de los centros privados para ejercer la docencia en las enseñanzas de Educación Secundaria Obligatoria o de Bachillerato.
El decreto permite dar clase de Lengua Castellana y Literatura a cualquier titulado en la rama de conocimiento de Artes y Humanidades, excluyendo a los periodistas, cuya especialidad entra en la rama de las Ciencias Sociales. De modo que, a día de hoy, un arqueólogo podría dar clase de lengua, pero no así Pérez Reverte, por muy miembro de la RAE que sea... ¿Se imaginan al autor de Sidi rechazado por un colegio privado por no ser apto para explicar los cantares de gesta? "No, señor, es usted un referente de las letras hispánicas, pero le falta una carrera de Humanidades, así que no me haga perder el tiempo."
Claro, claro, no todo periodista escribe "bonito". La literariedad, como diría Gerard Genette, debe estudiarse desde una perspectiva condicionalista, lo que permite entender como literarios textos que inicialmente fueron escritos para medios de comunicación, como La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, y al mismo tiempo excluir otros como este artículo que está usted leyendo. Pero lo que no se puede negar es que los periodistas, al menos los vocacionales, suelen tener como puntos en común la corrección lingüística, el amor por la literatura y por la lengua hispánica. Por no hablar de créditos de formación universitaria de sobra –algunos más que los de un arqueólogo- en lengua y literatura.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Pocos ponen en cuestión la histórica vinculación hispánica entre periodismo y literatura, con incontables ejemplos hasta nuestros días. Lo normal era que los escritores vivieran gracias al periodismo: Baroja, Azorín, Valle Inclán, Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Maruja Torres, Rosa Montero ... Y no sólo en España. Extraordinarias plumas de todo el mundo fueron antes excelentes plumillas, desde Ernest Hemingway o Truman Capote hasta Octavio Paz o Mario Vargas Llosa.
De hecho, los países anglófonos, tradicionalmente tendentes a separar literatura y periodismo, comenzaron a darse cuenta del estrecho vínculo en los años 70 del siglo pasado, gracias al fenómeno del Nuevo Periodismo de Tom Wolf, que permitió comprender que las artes estilísticas y de construcción narrativa asociadas desde siempre con la literatura de ficción podían ser utilizadas para la trasmisión de la actualidad, base del periodismo.
A diferencia del ámbito angloamericano, en los países hispánicos las relaciones entre periodismo y literatura han estado muy presentes desde los orígenes...hasta que comenzó la fiebre por la titulitis. Y justo en esos años 70, al contrario que en EEUU o Reino Unido, el mundo académico español comienza a construir un discurso tendente a la distinción, quizás por la necesidad de abrir un huevo para los estudios de Periodismo en el mundo universitario. No seré yo, aplicada ex alumna de Periodismo, la que deje de agradecer a pioneros en la enseñanza universitaria de las ciencias de la información, como José Luis Martínez Albertos, que llegó a ver la "deriva literaria" como una amenaza a los fines últimos del periodismo.
Pero la realidad es que hoy, mientras en EEUU hay una Asociación Internacional de Estudios de Periodismo Literario, de gran relevancia académica, y mientras periodistas ya reconocidos como Alex Grijelmo marcan pautas de normativización lingüística en libros de estilo y academias de la lengua, la gran mayoría de periodistas españoles tienen ante sí una realidad laboral triste. Son amantes de las letras, pero tienen limitados los caracteres y los sueldos en los medios. Eso, para los que quieren trabajar en medios y no se han quedado en la sangría de EREs de los últimos años –de momento...motivo por el que no os importa ni tocáis este tema-. Para aquellos que preferían la enseñanza, o para esos imberbes que aún sueñan, desde sus facultades de Periodismo, con trasmitir su pasión por la escritura y por la hermosa lengua española, que sepan que aún tienen cerradas las puertas de la educación.
Todo esto le queda lejano a los participantes del Congreso, reconfortados en sus trabajados y merecidos puestos a lo largo de muchos años, algo que nadie discute. Su labor ahora resulta imprescindible. Participan en alguna de las 23 academias de la lengua española que tienen la responsabilidad velar por la unidad y expansión del español, hablado por casi 580 millones de personas en el mundo. Tienen un futuro prometedor: el español es la tercera lengua más utilizada en internet y el idioma extranjero más estudiado en los países anglófonos. Ahora bien, los académicos saben que hay retos por delante, como el refuerzo de la calidad de su enseñanza y la conexión de la lengua a los vertiginosos avances tecnológicos. Pues bien, en esta importante labor, quizás debieran plantearse que la figura del periodista, que suele amar su lengua, preocuparse por su buen uso y transmitir conocimientos con ella, debiera de no morir. Si no en los medios, al menos en las aulas. Y una pequeña ayuda de los académicos no le vendría mal. Al menos, por un beneficio recíproco...
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