Las inundaciones son un fenómeno recurrente en la vertiente mediterránea española que, tanto históricamente como en la actualidad, causan importantes pérdidas humanas y materiales.
Según la base de datos de emergencias (CRED, 2009), entre los años 1950 y 2009, 19 países de la cuenca mediterránea registraron 395 inundaciones severas. Estas produjeron pérdidas económicas por valor de 64 000 millones de dólares, 9 904 muertes y afectaron a unos 12 millones de personas.
En España, la media anual asciende a 16 víctimas mortales y 800 millones de euros de pérdidas, según datos del Consorcio de Compensación de Seguros.
¿Qué factores influyen en las inundaciones?
Las inundaciones son fenómenos dinámicos, complejos, multidimensionales e influidos por variables humanas y ambientales.
Cualquier investigación que estudie el riesgo de manera completa, como se hace en el marco del proyecto MEDIFLOOD, debe incluir diferentes disciplinas como la historia, la geografía, la meteorología, la climatología, la hidrología y la sociología.
Este proyecto nos ha permitido crear un catálogo de inundaciones (Archivo Multidisciplinar de Inundaciones de la Cuenca Mediterránea Española, AMICME) que comprende casi 4 000 episodios de inundación que suponen 14 500 casos desde el año 1035 (un único episodio causado por ciertas condiciones atmosféricas puede incluir diferentes casos).
Gracias al repositorio, hemos reconstruido 18 series de inundaciones de diferentes cursos fluviales de la cuenca mediterránea española. Además, ha sido posible proyectar los estudios a otras cuencas peninsulares obteniendo, en muchas ocasiones, series de más de 500 años (ver fig. 1).
¿Por qué estudiar inundaciones anteriores?
En la mayor parte de los casos, las autoridades responsables de la gestión del agua consideran un período de entre 100 y 500 años para calcular el caudal máximo y la zona inundada.
Esta consideración es adecuada para las inundaciones ordinarias, las que suceden más a menudo, pero puede no ser tan correcta para las inundaciones extraordinarias o catastróficas, aquellas que suceden con menor frecuencia y que presentan una mayor magnitud.
En estos casos, las autoridades responsables de la gestión del agua calculan la probabilidad de tener una inundación haciendo extrapolaciones a partir de los datos conocidos.
Las figuras anteriores muestran el caso del Ebro a su paso por Zaragoza (2a) y del río Ondara a su paso por Tàrrega (Lleida) (2b), diferenciando los cálculos hechos por la autoridad responsable de la gestión del agua (líneas rojas), de los realizados por los investigadores del proyecto (líneas verdes).
Si se consideran series de inundación que incluyan varios siglos, el cálculo de la probabilidad de las inundaciones extraordinarias es más fiable.
Aprendiendo del pasado
El archivo histórico revela que la cuenca mediterránea española ha sufrido inundaciones regularmente debidas al clima de la región: las precipitaciones anuales son escasas, pero, en muchos casos, concentradas en eventos de corta duración.
La dinámica climática muestra también una importante variabilidad espacio-temporal en la frecuencia de los eventos de inundación, con fluctuaciones a lo largo de los siglos debidos a factores naturales de compleja identificación. ¿Quiere esto decir que ha llovido más, o más intensamente, en unas regiones que en otras? No necesariamente.
Si asumimos que la precipitación ha variado de la misma manera en toda la cuenca mediterránea española, los cambios en la frecuencia de las inundaciones en las diferentes regiones de la cuenca son consecuencia, en gran medida, al factor humano. Algunas causas son las siguientes:
- Aumento de la exposición del terreno por ocupación del territorio.
- Cambios sustanciales en los usos del suelo.
- Incremento de la vulnerabilidad por las nuevas actividades humanas (aunque, al mismo tiempo, la percepción del riesgo disminuye).
Los dos primeros factores son consecuencia lógica del aumento de población (el número de habitantes de algunas poblaciones costeras ha crecido un 11 000 % desde finales del siglo XIX) y del desarrollo urbanístico de la región, especialmente desde la segunda mitad del s. XX debido a la actividad turística.
En algunos casos, esta ocupación del territorio más allá de lo que sería recomendable ha venido acompañada de la creación de infraestructuras de protección (presas, canalizaciones, muros, depósitos, etc.) para disminuir el impacto de las inundaciones.
Las recientes inundaciones en la Vega Baja del Segura y en las comarcas catalanas de Lleida y Tarragona han sido similares a otras ocurridas en 1987 en Levante y Murcia y en 1994 en Tarragona. Las consecuencias de las primeras nos enseñan que las infraestructuras construidas desde finales de los 90 han sido insuficientes.
Probablemente estas medidas nunca sean suficientes, pues el riesgo cero no existe y las infraestructuras difícilmente pueden garantizarlo. Su presencia quizás ha generado un exceso de confianza a la hora de ocupar el territorio pensando que algunos eventos ya eran historia pasada, cuando realmente su probabilidad de ocurrencia es patente.
En definitiva, es muy costoso tener infraestructuras preparadas para la mayor inundación que puede suceder en la cuenca mediterránea en cualquier momento y circunstancia, especialmente en un contexto de cambio climático.
Sin embargo, deberíamos desarrollar un mayor conocimiento sobre estos eventos y los riesgos a los que nos enfrentamos, para poder gestionarlos y convivir con ellos de forma duradera.
Respetar los dictámenes técnicos y legales y adaptar el planeamiento urbanístico municipal a la ley más reciente, pese a la limitación del desarrollo económico que suponen, requiere concienciación e inteligencia social.
Una sociedad sostenible, entre otros aspectos, es aquella que está informada de los riesgos de su entorno y puede así tener un desarrollo compatible con su presencia, minimizando pérdidas humanas y económicas innecesarias.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
Comentarios
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