Otras miradas

El desafío de la cooperación

Pedro Sánchez Pérez-Castejón

PEDRO SÁNCHEZ PÉREZ-CASTEJÓN

Diputado del PSOE

Si algo enseña la historia de la Unión Europea es que Europa se construye gracias a la cooperación de sus socios. En el plano económico, la creación del mercado único y el nacimiento del euro han ligado la suerte de los estados miembros, haciéndolos más interdependientes. La cooperación es también la filosofía del histórico acuerdo alcanzado por los gobiernos europeos el pasado 9 de mayo bajo la Presidencia española de la Unión, fecha en la que se dio un paso irreversible en la formación del nuevo Gobierno económico europeo. Y, como quien llega tarde y ve los deberes apilados encima de la mesa, el Gobierno económico europeo ha tomado decisiones firmes y rápidas que invitan a la esperanza: crear un Mecanismo de Estabilización dotado con 750.000 millones de euros para defender a Grecia y al euro e imponer la transparencia a los gestores de los fondos de alto riesgo.
Avanzar en la cooperación económica europea corregirá la contradicción que pesa sobre el euro desde su nacimiento: ser unión monetaria pero no económica. Contradicción que en época de bonanza no origina ningún problema, pero que en plena tormenta destapa debilidades que hoy estamos pagando en forma de ataques especulativos de los mercados financieros al euro.
Así que cooperar, que no tutelar, como dicen algunos, es el remedio a la crisis y el anticipo de la recuperación económica europea. Quizás sea eso lo que le moleste a la derecha española; y de ahí el rancio argumento nacionalista esgrimido por el PP de confundir la cooperación entre socios con supuestas tutelas que Europa impone a España. ¿Tutela Europa a Alemania, Francia o Italia cuando pide ajustar sus cuentas públicas? No lo creo. Y aquellos que piensen que sí entonces deberán concluir que Europa tutela a todos los gobiernos europeos. Por cierto, ¿qué es Europa, sino los países que la integran? El argumento del PP refleja la sequía de propuestas del principal partido de la oposición y algo más grave: el PP continúa sin creer en Europa y los principios que la inspiran, la unidad y la cooperación de sus miembros.

En el combate contra la crisis económica hay múltiples ejemplos de cooperación de las principales economías del mundo. En la primera fase de la crisis, el G-20 acordó coordinar políticas expansivas de gasto público que suplieron a un sector privado sin pulso y deprimido. El Plan de Recuperación Económica –aprobado en 2008 y por el cual la UE inyectó en la economía europea 200.000 millones de euros– responde a esa exigencia marcada por el G-20. De igual forma, el Plan E aprobado por el Gobierno socialista durante esas mismas fechas respondía a la demanda planteada por el G-20 y la UE.
Hoy la crisis afecta a los mercados europeos de deuda pública, por lo que estabilizar la economía pasa por equilibrar nuestras cuentas públicas. Y en esa respuesta coordinada están España y Europa entera: ello explica el porqué de los ajustes presupuestarios anunciados por Merkel, Zapatero, Sarkozy y demás gobiernos europeos de todo signo político. Ajustes, dicho sea de paso, que el Gobierno de España comenzó hace ya meses, a inicios de 2010, ajustando en 5.000 millones de euros los Presupuestos Generales del Estado, recortando la Oferta Pública de Empleo y racionalizando el gasto farmacéutico y la estructura del sector público. Ajustes que el Gobierno presentó ante Bruselas hace casi un mes, en el marco del Plan de Estabilidad Presupuestaria, y que contó con la confianza de las instituciones comunitarias.
Recuperar la estabilidad presupuestaria permitirá controlar el coste con el que financiamos los europeos nuestras deudas, generando certidumbre entre los agentes económicos y contribuyendo al crecimiento y la creación de empleo. La socialdemocracia es la primera interesada en restablecer la estabilidad presupuestaria, al garantizar la sostenibilidad futura del Estado del bienestar y mantener la solidaridad con las generaciones futuras. Baste recordar que fue el Gobierno de Zapatero el que, por primera vez en la historia económica de la democracia española, registró superávit en las cuentas del Estado, rebajando en 20 puntos la deuda pública española respecto al PIB.
El reto más importante que afronta el recién estrenado Gobierno económico europeo consiste no sólo en cooperar sobre cuánto gastan los estados miembros de la Unión, sino en coordinar hacia qué políticas dirigimos nuestros recursos presupuestarios. Si el talón de Aquiles de la economía europea es la menor productividad respecto a nuestros principales competidores, consecuencia de la menor innovación, y que explica la menor renta per cápita europea respecto a Estados Unidos, el nuevo Gobierno económico debería elevar la inversión en I+D+i, fomentar la eficiencia energética y el emprendimiento, crear empleo de calidad y apostar decididamente por la excelencia de nuestro sistema educativo. Este es el fin de la nueva Estrategia 2020, sustituta de la Estrategia de Lisboa, en la que trabaja el nuevo Gobierno económico europeo. La ley de la Economía Sostenible impulsada por el Gobierno socialista es coherente con la Estrategia 2020 definida por la Unión.
En un reciente artículo, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz subrayaba la inutilidad de las respuestas locales a una crisis que es global. También desde Europa debemos responder conjuntamente; y ello implica el que la Unión consolide el Gobierno económico europeo, respondiendo así al desafío de la cooperación.

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