Otras miradas

La UE debe distanciarse del acuerdo Trump-Netanyahu y defender los derechos del pueblo palestino

Manu Pineda

Manu Pineda. Eurodiputado de Unidas Podemos por Izquierda Unida

El presidente de EEUU, Donald Trump, juna al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la Casa Blanca tras presentar su propuesta de plan de paz para Oriente Medio. REUTERS / Joshua Roberts
El presidente de EEUU, Donald Trump, juna al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la Casa Blanca tras presentar su propuesta de plan de paz para Oriente Medio. REUTERS / Joshua Roberts

Hace unas semanas Donald Trump y Binyamin Netanyahu firmaron lo que han denominado como Acuerdo del Siglo. Este pacto, lejos de hacer honor a su nombre, no es más que una propuesta anexionista, arbitraria y que ignora el derecho al retorno de los refugiados y refugiadas palestinas. La Unión Europea, que ya ha mostrado su rechazo a través del Alto Representante para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, debe distanciarse totalmente de ese acuerdo y hacer una defensa cerrada de los derechos del pueblo palestino.

El plan orquestado por Trump y Netanyahu contraviene las normas del Derecho Internacional y se ha fraguado, de forma intencionada, dando la espalda al pueblo palestino. Las relaciones entre Palestina y Estados Unidos se redujeron al mínimo desde el año 2017, cuando Washington cambió el estatus de Jerusalén y le otorgó el reconocimiento de capital de Israel.

La Administración estadounidense y el régimen israelí, actuando como Goliat y obviando todos los mecanismos internacionales por los que debería regirse un plan de este tipo, eran conscientes de que la negativa palestina a tal estafa se produciría de inmediato, permitiendo a Israel ocupar de nuevo el papel de agraviado y de víctima lacrimógena, de cara a la comunidad internacional.

Este cambio de verdugo a víctima, con el que siempre juega Israel, le permitiría anexionar, sin complejos, los territorios ocupados en Cisjordania. Además, la medida estrella electoral de Netanyahu y bendecida por Trump hace unos días, se haría realidad: la completa anexión del Valle del Jordán, un tercio del territorio cisjordano y que es clave, al ser la única frontera con Jordania.

Esta infamia comenzó su andadura en junio del año pasado en Manama, capital de Bahrein, en una conferencia patrocinada por Estados Unidos y dirigida por el yerno y consejero superior de Donald Trump, Jared Kushner. La idea de Trump desde el principio ha sido la de que los países árabes recuperasen la relación con Israel gracias a este plan y que así Estados Unidos pudiera hacerse con el control total de la zona.

El cambio de hegemonía en la región ha permitido que esto sea así y Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Qatar y Egipto le han tendido la alfombra roja a este acuerdo ilegal y han vuelto a tejer redes con Israel, traicionando de nuevo al pueblo palestino, convirtiendo lo ilegal en legal y el apartheid en ley. Y es que las afirmaciones en 2018 del príncipe heredero saudí, Muhamad bin Salman, evidenciaban lo que hoy se ha convertido en realidad: "Los palestinos deberán aceptar la propuesta de Trump o callarse".

El no acuerdo, además, es una profunda cortina de humo que intenta esconder las vergüenzas de ambos mandatarios. Las de Trump, ante un proceso de impeachment que, aunque frustrado, ha dejado claro el abuso de poder y la falta de respeto a las reglas de juego por parte del magnate. Las de Netanyahu, por los tres procesos por corrupción que tiene abiertos por la Justicia de su país. No es casualidad que el pacto se presentara a bombo y platillo el día en el que el Fiscal General de Israel acusó formalmente al primer ministro israelí de corrupción.

Además, el dúo Trump-Netanyahu trata de desviar la atención de los pobres resultados que les dan las encuestas electorales en los comicios que habrá el próximo año tanto en Estados Unidos como en Israel.

Es hora de decir basta a dos líderes que para salvar su cuello huyen desesperadamente hacia delante quemando todo aquello que encuentran a su paso. Estamos ante una oportunidad única para la que la Unión Europea dé un giro radical a su tradicional política servil a los intereses de Estados Unidos e Israel. Para ello debe liderar un plan de paz realista acorde al Derecho Internacional y a los Derechos Humanos, instar a los Estados Miembros a reconocer al Estado palestino y romper de una vez por todas el Acuerdo de Asociación con Israel. Ahora o nunca la Unión Europea puede zanjar su deuda histórica de compromiso con el pueblo palestino y Borrell debe jugar un papel clave para que así sea.

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