Otras miradas

¿Qué coño hacemos con los concursos de belleza en plena revolución feminista?

Marta Nebot

Se me ocurren decenas de preguntas sobre la cuestión, pero la que da título a este artículo debe ser la que todos los frentes se están haciendo.

Apuesto a que Max Klemmer de Oldenburg se lo preguntó hace un tiempito. Max, que tiene 24 años, acaba de reinventar el mayor certamen de belleza germana, que su familia lleva organizando seis décadas:  Miss Alemania. Dice que ahora es "un concurso de personalidad cross-media". En Google no me sale nada como tal; como cross-media me sale transmedia, multimediática, entre distintos medios y, con eso, no me queda claro qué es lo que mide el jurado. Sí sé que el lema de este año era "Empoderamiento de mujeres auténticas", que se ha elevado la edad mínima de participación a 18 años y la máxima a 39 (10 más que en las ediciones anteriores), que se ha abierto la puerta a mujeres casadas, con hijos o embarazadas, que se ha suprimido el desfile en bañador y que el jurado ha sido exclusivamente femenino.

Leonie Charlotte von Hase, Miss Alemania 2020
Leonie Charlotte von Hase, Miss Alemania 2020

Con todo este invento acaban de elegir a una nueva Miss Alemania: Leonie Charlotte von Hasse, de 35 años, licenciada en literatura inglesa, madre de un niño de tres años y dueña de una tienda de ropa de época. Es la ganadora de mayor edad de la historia del concurso y era la mayor que se había presentado este año. Con frases como esta, "mi percepción de una mujer hermosa es la fuerza, el carácter y la autenticidad que irradia", se ganó al jurado y derrotó a las otras 15 aspirantes, una por cada estado alemán.

Es plausible que con ese discurso encarnara perfectamente lo que el joven artífice se había propuesto: poner el foco en la personalidad, el carácter y la historia de vida de las mujeres y dejar atrás la apariencia de las solicitantes.

Sin embargo, por más que él lo vea claro, a mí no paran de asaltarme las preguntas: ¿Con esos objetivos sigue siendo un concurso de belleza? ¿Qué es la belleza? ¿Cuántas bellezas hay? Y más concreto, ¿cuál es la belleza que puede medirse desfilando por un escenario y contestando a unas pocas preguntas? ¿Tiene sentido que en medio de la batalla contra la cosificación femenina siga habiendo un mercadillo de cuerpos, vestido de fiesta? ¿De qué podemos vestirlo para que no desaparezca? ¿Basta con quitarle el biquini y que las juezas sean mujeres? ¿Cambia algo que las guapas competidoras tengan marido, hijos o algunos años o kilos más? ¿De cuántos años y kilos estarán hablando? ¿Será distinto si eligen a la miss y al míster al mismo tiempo, como van a hacer este año en España?

La preguntadora que vive en mi cabeza, con la que convivo con todo lo que implica la convivencia, no me deja en paz y me ha obligado a investigar cómo está la cosa más cerca.

Aquí el certamen nació en 1929 con el sobrenombre de Señorita de España y, como tal, murió en 1936, como tantas otras cosas. En 1960 volvió ya como Miss España y se celebró anualmente hasta 2011, cuando el grupo inmobiliario alicantino propietario del concurso se declaró en quiebra, después de haberlo televisado por Telecinco desde 1991 hasta 2008. La quiebra se mezcló con escándalos de acoso, extorsión e irregularidades varias que se hicieron públicas con cámara oculta incluida.

En 2019 volvió de la mano de Juncal Rivero, Miss España 1984 y Miss Europa 1985, aunque antes le salieron copias como el certamen de Miss Universo España, que elige anualmente, desde 2013, a la representante española en el certamen internacional.

El caso es que, por volver al certamen original, la miss lo organizó junto a Míster España y con cambios parecidos a los que ahora ha implantado Alemania: tener pesos y tallas "normales" (los que marca la O.M.S., sin excesos), ampliar la edad, poder estar casada y tener hijos,  pero manteniendo el desfile en biquini, porque "si lo que se promueve es la libertad de la mujer, impedir que una chica desfile en bañador, para evitar comentarios, es un atraso", dice su dueña y directora general.

El año pasado el certamen pasó sin pena ni gloria. No he conseguido que Google me diga quién fue el ganador y la ganadora. Los aspirantes de este año son estos. No parece que vendan nada distinto a lo que este concurso lleva vendiendo decenas de años. La mayoría ya manda su foto en bañador.

"Quiero darle a estos chavales una oportunidad para entrar en el mundo que les gusta", declara Juncal Rivero, y a mí la preguntadora se me vuelve a disparar: ¿qué se propone Juncal, entonces,  dar cabida en el mundillo del espectáculo a guapitos de pueblo sin otros medios? ¿Cree que cambia algo porque entregue el 10% de sus beneficios a una ONG?  ¿Qué clase de reconversión es ésta? ¿Está tan lejos como parece de la alemana? ¿Hay alguna clase de reconversión que tenga sentido, teniendo en cuenta que estos concursos nacieron para enseñar y seleccionar carne femenina, cuando nadie la enseñaba?

Para parar a la máquina de preguntar que llevo dentro, contaré que la nueva Miss Germany, que, por cierto, es muy guapa, no derramó ni una sola lágrima cuando anunciaron su victoria, sino que, incrédula, trató de gestionar un ataque de risa. Von Hasse se ha llevado, con la corona, un contrato con la empresa de la familia que organiza el concurso, un año de entrada gratuita en el mayor parque de atracciones de Europa, un coche germano, un año de suministro de champú y zapatos y una cama de diseño, pero sobre todo la mayor sorpresa de su vida;  y nos ha dejado un montón de incógnitas escondidas en sus risas. Nunca sabremos si se reía de la gigantesca incongruencia que es el premio que recibía.

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