Otras miradas

El coraje de luchar por Ekai

Andrea Momoitio

Periodista remasterizada y coordinadora de @pikaramagazine

Imagen del documental 'Mi pequeño samurai'
Imagen del documental 'Mi pequeño samurai'

El Teatro Arriaga, en silencio. Hablaba Pau Guillén, director de Zinegoak, el festival de cine y artes escénicas que se celebra cada año en Bilbao. En esta edición han querido abordar una tema complicado de digerir: la muerte por suicidio. Decía Pau que sexo y muerte son los dos tabúes más arraigados de nuestras sociedades a pesar de que todas las personas somos seres sexuados y evidentemente finitos. Morir. Qué miedo. Matarte, qué responsabilidad. Un estudio estadounidense señalaba hace unos meses que el suicidio es la causa del 24% de las muertes de jóvenes LGTB. Insistían también algo: estas muertes no se deben a su identidad sino a cómo el mundo reacciona ante ella. A esa manera que tiene la sociedad de enfrentarse a la diversidad, a esos silencios incómodos, a las verdades a media voz, a los cuestionamientos, los por qué, las dudas y las hostias. Matarte porque tu entorno no es capaz de soportar lo que eres. Matarte para descansar. Si bien es innegable que la comunidad LGTBQI+ ha conseguido alcanzar y afianzar derechos civiles en todo el mundo, es igual de cierto que la LGTBfobia sigue siendo una forma de violencia cotidiana, con la que todas convivimos, en mayor o en menor medida, según el territorio en el que te haya tocado nacer. Matarte, entre la más profunda de las valentías y la más evidente de las derrotas. Si atravesar el duelo que supone perder a un ser querido es una pesadilla, quién puede imaginar cómo se te debe resquebrajar el corazón cuando alguien se va agotado por sufrir.

El 15 de febrero 2018, en Ondarroa, Ana llegaba a casa y se encontraba el cuerpo sin vida de su hijo Ekai. Tenía 16 años y estaba inmerso en una compleja burocracia médica. Tras varios encuentros con el personal de la Unidad de Género de Cruces, el tratamiento hormonal que ansiaba Ekai no acababa de llegar. La adolescencia ya estaba a la vuelta de la esquina y algunos atributos ‘femeninos’ eran cada vez más evidentes en su cuerpo. Ekai no quería tener la regla, ni podía soportar continuamente el binder, esa prenda que utilizan muchos hombres trans para disimular su pecho. En el colegio y en su pueblo, las reacciones fueron buenas. Ekai era un tipo muy especial, que contó con el apoyó de su entorno, pero decidió no esperar más. Tuvo la oportunidad de tratarse en Barcelona, pero su convicción activista era muy fuerte: la despatologización trans tenía que llegar con urgencia a su tierra y él quería esperar para tratarse aquí. El 27 de junio de 2019, el Parlamento Vasco aprobaba una modificación de ley para reconocer la transexualidad sin necesidad de diagnóstico médico. La información que facilita Osakidetza, el servicio vasco de salud, recoge que "la condición de transexualidad se identifica a través de la escucha activa del relato de la persona expresando su propia identidad sexual. No existe prueba médica objetiva que pueda determinar esa condición". El relato de Ekai marcó un antes y un después. Eukene Arana, de Podemos, recordaba aquel día en el Parlamento a todas las personas que ya no están para beneficiarse de aquel avance legislativo. Entre ellas, Ekai.

Es estremecedor. El padre y la madre de Ekai se suben al escenario del Arriaga y recogen nuestros aplausos. El llanto inunda el teatro mientras proyectan Mi pequeño samurai, el documental de Arantza Ibarra, que recoge el testimonio de esta familia que ha decidido vivir y luchar para homenajear así a su hijo. Qué coraje. Vemos imágenes de Ekai bailando, escribiendo, dibujando, hablando ante los medios de comunicación, que quisieron recoger las quejas de esta familia al verse inmersa en un complejo proceso que evitaba que Ekai fuera, simplemente, eso: Ekai. Vemos a sus compañeros de Naizen, la asociación vasca de familias de niños y niñas trans, que recuerdan sus encuentros con él, su disposición a dar su testimonio para guiar a otros. Vemos cómo se abrazan las familias, cómo se encuentran y se recogen, cómo van construyendo un discurso y unas alianzas políticas que permitan a sus criaturas vivir en libertad. Que estas líneas sirvan también como agradecimiento y abrazo a vuestras lucha.

Su padre, Elaxar, mira con entereza al público y da las gracias. Querría poder tener delante al equipo médico que no facilitó que su hijo pudiera adquirir los bloqueadores hormonales. Aún tiene preguntas que nadie le ha resuelto. En el documental, tengo que reconocerlo, eché de menos alguna alusión a la falta de información sobre las implicaciones en la salud de las personas trans que tienen las hormonas. Nos falta información, sí, pero nos sobran evidencias (el suicidio de Ekai es una de ellas) para abordar la transexualidad desde un prisma que ponga en el centro la salud psicosocial de las personas trans. Es urgente.

La muerte de Ekai supuso un llanto colectivo y desgarrador para todas las que creemos en la lucha del colectivo trans, para todas las que caminamos de la mano de asociaciones con Naizen, de familias como la de Ekai, para las que bramamos ante el estigma que aún sufren las personas trans. En un momento, además, en el que parte del movimiento feminista parece que ha perdido el norte, el reconocimiento de la lucha trans como parte de la agenda del feminismo tiene que ser una prioridad. Decía Alicia Ramos en un artículo en Pikara Magazine que ella creía que el debate sobre el sujeto del feminismo se ganaría solo "viendo la naturalidad con la que las enormes legiones de jóvenes compañeras feministas lidiaban con la diversidad. Cuando veía a amigas transfeministas dedicándole tiempo, folios y rabia a este debate pensaba que muy bien, pero que el enemigo es el patriarcado y no otras compañeras feministas que tenían todo el derecho del mundo a vivir equivocadas hasta que dejaran de vivir, que por edad no podía faltar mucho tampoco. Pero en este mundo de memos, memas y, sobre todo, memes, se pasa muy rápido de la pega al señalamiento, de ahí a la estigmatización, luego a la condena para llegar finalmente al anatema". Están pasando cosas que será difícil que expliquemos en unos años. Se están haciendo declaraciones y lanzando discursos que promueven el odio desde sectores de un movimiento cegados por el miedo a la pérdida de privilegios. Cada vez lo tengo más claro: vamos en el mismo barco, pero cada tira para un lado. Quizá sea el momento de agarrar los botes y construir al margen de quiénes se niegan a remar a favor de nuestras hermanas y hermanos trans.

La familia de Ekai agradece el apoyo. Tienen la serenidad que te da saber que estás trazando el camino de la justicia. En un momento del documental, su padre abraza a un árbol especial para ellos. Dice que siente unos latidos, que no saben si son los suyos, pero que ese pequeño ritmo calma su dolor. Vuestra lucha calma el nuestro.

Qué coraje. Play.

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