Otras miradas

Con esta UE la extrema derecha crece

Javier López Astilleros

Documentalista y analista político

Trabajadores de ambulancia trasladan en camilla a un anciano con coronavirus de una residencia en la localidad de Leganés. REUTERS/Juan Medina
Trabajadores de ambulancia trasladan en camilla a un anciano con coronavirus de una residencia en la localidad de Leganés. REUTERS/Juan Medina

En la historia del cine y la pintura hay imágenes arrolladoras que permanecen en la memoria. Figuras que concentran y definen una crisis personal o colectiva. Por ejemplo, en el Séptimo sello de Ingmar Bergman, Max Von Sydow interpreta a un cruzado que reta a una partida de ajedrez al ángel de la muerte. La temeridad del guerrero se topa con la seguridad de su oponente: "La próxima vez vendré a por ti y a por los que estén contigo, ¿Y nos revelarás tu misterio?, Yo no tengo ningún misterio, ¿Tú no sabes nada?, Yo no soy nada", responde el ángel de la muerte.

Otras pinturas célebres muestran el caos colectivo, como El triunfo de la muerte, de Brueghel el Viejo, o bien la estupidez criminal de la guerra, como en los demenciales grabados de Goya.

El último aliento se puede afrontar desde diferentes perspectivas, juntos o separados, en casa o entre multitud de personas desconocidas. Y en todas interviene de un modo directo o indirecto el poder público y sus instituciones. Hay muchos modos de tomar parte. Por ejemplo, las autoridades holandesas creen mejor opción que los ancianos mueran en casa. Consideran cruel dejarlos en un hospital o residencia sin medios o posibilidades para curarles. Desde el centro de epidemiologia de Leiden señalan que "la posición cultural de Italia y España" es diferente respecto al trato de los mayores que se produce en su país. Por eso, Wopke Hoekstra, el infame ministro de finanzas holandés, considera que hay "que investigar a estos dos países por no tener margen de presupuesto suficiente para contener esta epidemia".

Insinúan que la cultura latina dicta lo contrario: la muerte es un acto colectivo que se consuma en un espacio público de hacinamiento mortuorio. Parece que dos espacios geográficos y mentales se enfrentan, el de las ciudades hanseáticas y el mediterráneo derrochador e irresponsable. ¿Veneramos a los ancianos, los despreciamos, o ambas visiones se mezclan? Los holandeses, pese a tener una ratio de enfermeras/pacientes que casi dobla al español, descartan el ingreso de todos los mayores. Sin embargo, cuentan con pocas plazas de UCI (6,4 por cada 100 mil habitantes).

Tal vez desde Alemania y Holanda consideran que el esfuerzo para salvar a los más vulnerables arrastrará al país a la ruina económica. "No a los coronabonos, antes preferimos donar el dinero", dijo Rutte. Con este pensamiento, que a nadie extrañe por el auge de Vox y otros partidos de la misma ralea. Pase lo que pase, han encontrado un hueco inagotable. ¿Cuándo llegará el día en que España deje de pedir a Europa?

Sin embargo, la lógica holandesa tiene cierto sentido. No es posible trasladar a los ancianos a un hospital cuando no hay sanitarias suficientes. Además, contamos con un número de plazas UCI de 9,7 por cada 100.000 habitantes, inferior a Grecia o a Italia. Rumanía duplica la ratio española. Alemania casi la triplica. Las residencias podrían trasladar a sus infectados a los hospitales, sin embargo, tienen que aguantar en un estado de pánico con unas plantillas diezmadas y exhaustas.

Estas circunstancias de excepción sanitaria tienen un evidente origen en la pasada austeridad, impulsada por la admirada Alemania de Merkel y el Partido Popular. Esta vulnerabilidad también afecta al modo de afrontar la muerte en las residencias y los hospitales. Esa es la cuestión de fondo. La arrogancia estúpida de Alemania y Holanda y la ridiculez de los neoliberales patrios, fueron la causa principal del desmantelamiento de la sanidad pública. El voluntarioso personal sanitario no es suficiente para aplacar esta situación, y ya nos dicen que hay que esperar al sol del verano para aniquilar el virus. Queda asumir la muerte anónima de miles de ancianos en residencias que no pueden ser tratados en los hospitales. Desde este punto de vista, tal vez estarían mejor en las casas de sus familiares.

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