Nuestros mayores mueren por millares en residencias de ancianos y centros geriátricos. Las últimas cifras apuntan a unos 8.500 fallecidos, de los cuales más de la mitad corresponden a la Comunidad de Madrid. Es una tragedia desconsoladora, a la que se une la miseria política de los responsables políticos autonómicos.
El pasado 26 de febrero la Comunidad de Madrid daba cuenta del segundo caso positivo por covid-19 en la región madrileña. Desde entonces el número de decesos ha aumentado más que exponencialmente. Pero, utilizando el recurso de los zafios políticos del momento, se mira hacia otro lado (más concretamente al gobierno central) poniendo en práctica una vez más el diabólico juego de la evitación de la culpa (blame avoidance). Recuérdese que la Comunidad de Madrid dispone de competencias plenas en Sanidad, que incluyen la gestión de epidemias en la región. Es decir, la respuesta a las incapacidades propias es que los responsables son los otros, máxime si su color político es diferente. Cuenta si eres rojo o azul, no capaz o incapaz. Ruin.
Poco vale que se reitere que nuestro Sistema Nacional de la Salud está evaluado como uno de los mejores del mundo, pese a lo que contradicen ilustres colegas sociólogos gacetilleros de la última hornada catastrofista. Todo sirva para pontificar sin el requerido soporte de la evidencia empírica. Desalentador.
Una lección principal sí que debe colegirse al ver los miles de ataúdes en las sepulcrales dependencias del Palacio de Hielo o la futura Ciudad de la Justicia. Y no es otra que la del gran fallo de coordinación sociosanitaria (y no solamente sanitaria) con la cual se pretende atajar la masacre de nuestros longevos ciudadanos. Nace ello de un entendimiento compartimentalizado de las políticas públicas, en las que cada ministerio o negociado se atrinchera con sus competencias en modo patrimonialista. Mis funciones son las mías y no las comparto con nadie. Erróneo.
Es esencial analizar cuáles mecanismos de coordinación entre los distintos niveles de gobierno y los distintos sectores de política pública son necesarios para plantear una respuesta eficaz en situaciones de crisis como la provocada por el Coronavirus. Esta coordinación tiene que producirse en las tres etapas principales de gestión de una crisis:
- Comprender lo que ha sucedido, lo que está sucediendo y lo que puede suceder a continuación.
- Tomar decisiones y aplicarlas de forma coordinada, determinando qué esfuerzos colectivos se deben realizar en respuesta a la crisis y asegurando que se apliquen de manera coherente.
- Construir socialmente la "definición" de la crisis, lo cual, con independencia de otras implicaciones, y en términos de gestión, puede conllevar importantes consecuencias a la hora de garantizar que las decisiones sean intersectorialmente aceptables; al acortar o alargar la duración de la crisis; y al reducir o ampliar los objetivos de los resultados perseguidos.
La inacción de una perspectiva como la descrita es una aceptación, aún inintencionada, de las tesis eugenésicas. ¿Recuerdan Vdes. las proclamas de aquellos científicos ingleses (Ej. Francis Galton) que proponían la mejora de la raza humana, y que sentaron las bases justificativas de las monstruosas prácticas llevadas a cabo por los nazis a fin de preservar la raza pura aria...?
El origen de la eugenesia moderna (los antiguos espartanos ya tiraban por el barranco a los nacidos tullidos o con malformaciones) se asocia al darwinismo social del siglo XIX. En palabras simples, las propuestas eugenésicas son las de eliminar a aquellos ciudadanos que no alcanzan unos estándares físicos o mentales prefijados por los cánones de las élites y clases hegemónicas de la sociedad. O, simplemente, de aquellos que ya ‘sobran’ y no aportan nada especial a la insaciable tasa de acumulación capitalista. O sea los viejos.
Naturalmente las consideraciones culturales pasan a un segundo plano. En Italia y España procuramos cuidar a nuestros mayores. Las investigaciones lo repiten hasta la saciedad. Nuestras atenciones y cuidados están altamente legitimados y forman parte de nuestra filosofía de vida y nuestra civilización. Para nosotros los mayores son una prioridad y queremos que vivan bien todo lo que se pueda. Los eugenésicos, en cambio, quieren poner fecha de caducidad a sus vidas. Se trataría de alisar, en otras palabras, sus cursos vitales: ¿75, 80, 90 años? ¿Cuál sería la edad ‘razonable’ para que nuestros padres y abuelos pasasen a criar malvas...?
Y entre nosotros, con un voluntarismo a menudo artificioso se aboga el cambio de nuestro modelo de bienestar mediterráneo para que todos seamos escandinavos. Es decir, cambiar axiológicamente de la noche a la mañana nuestro sistema de valores por aquellos del septentrión continental. Legítimo es proponerlo. ¿Es justo alcanzarlo mediante la eugenesia social, aunque sea pasiva?
Permítaseme una nota personal. De modo altruista, y desde hace años he pertenecido al Comité Asesor Científico del programa de investigación europeo, Más años, Mejores Vidas (JPI MYBL). El enunciado del programa científico explica sintéticamente su empeño por estimular la vida decente de nuestros mayores y promocionar lo que, eufemísticamente, se denomina como ‘envejecimiento activo’. En esta iniciativa científica están involucrados muchos países de la UE, y también Canadá. El secretariado administrativo está radicado en La Haya, país con un gobierno infame que se niega a la mutualización de los coronabonos. Mi dimisión de dicho Comité por motivos morales debe interpretarse como un ‘grito’ de rechazo hacia un entendimiento del Modelo Social Europeo como autointeresado y nacionalista. Sin solidaridad no hay Europa unida. Sólo resta la Europa de los mercaderes, de la evasión fiscal y la explotación de las posiciones financieras de ventaja de algunos corruptos bárbaros del norte. Entretanto, siguen falleciendo nuestros mayores. Los sentimientos de dolor cuentan poco en este mundo del despiadado capitalismo falaz. Penoso.
Comentarios
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