Otras miradas

¿El inicio de un nuevo devenir?

Nicolás Morales Villarreal y Miriam Ruiz Busto

Psicólogos y psicoterapeutas

Una calle prácticamente desierta en la localidad madrileña de Ciempozuelos, durante el estado de alarma por la pandemia del coronavirus. REUTERS/Susana Vera
Una calle prácticamente desierta en la localidad madrileña de Ciempozuelos, durante el estado de alarma por la pandemia del coronavirus. REUTERS/Susana Vera

Vivimos en una vorágine, en constante movimiento. La fluidez y el cambio en las relaciones están en auge. Se trata de una experiencia novedosa, debido a la pandemia del Covid-19, que nos hace replantear nuestra escala de valores: ¿nuestra vida social y emocional dará un giro a partir de aquí?

Parece que la madre Tierra se ha cansado del trato que la humanidad le ha dado. ¿Nos habrá puesto a cada uno en su sitio? ¿Será este un tiempo que necesitábamos para poder pensar? ¿Nos ayudará esta situación a redefinir cuáles son nuestras prioridades? ¿Cambiará la manera en que funciona el mundo? Son muchas las preguntas que nos surgen a través de esta pandemia; preguntas para dar respuesta a las causas y también a las consecuencias que pueda conllevar. Siempre hemos necesitado poner palabras a la incertidumbre para defendernos de la angustia que genera y, si algo es frecuente en tiempos de pandemia, es el hecho de intentar lidiar con la angustia, cada uno a su manera. Una angustia que es subjetiva a la realidad individual porque hay tantas maneras de vivir esta pandemia como personas haya en el globo terrestre.

Debido al confinamiento, pasamos muchas horas con nosotros mismos. Es una experiencia novedosa, sobre todo para las personas que vivimos en el mundo Occidental, inmersos en un mundo globalizado, neoliberal y en constante movimiento.

Esta experiencia, si en algo podemos decir que nos ha permitido invertir, es en tiempo para poder reflexionar. Y pensando, pasó por nuestra mente el concepto de Modernidad Líquida planteado por el sociólogo Zygmunt Bauman. Esta es una categoría sociológica que define una sociedad en cambio constante y transitoriedad atada a lo social, lo psicológico y lo económico. La metáfora quida pretende explicar la inconsistencia de las relaciones humanas en distintos ámbitos debido a la tendencia a individualizarse y fluir sin permanecer en nada sólido. Bauman se había referido en distintas ocasiones a las redes sociales y, en este ámbito, explicaba que las personas las utilizan para sentirse mejor y creer que tienen contacto con el mundo, ya que la soledad es la gran amenaza de la individualización. Pero, por otra parte, expresaba que es simultáneamente una trampa para facilitar el aislamiento social. Esto nos ha hecho reflexionar acerca de la situación actual: lo que en ocasiones ha sido criticado como causa del distanciamiento y ha hecho inconsistentes las relaciones sociales, actualmente es la única vía para sostenerlas.  Hemos pasado en un suspiro del "ay, deja el móvil y hazme caso" al "va, hagamos una videollamada que te echo de menos". Aunque también es un apoyo relativo y frágil. Las redes sociales nos permiten permanecer conectados con el entorno pero a la vez nos dejan desconectar cuando lo deseamos, es decir, no exigen un compromiso ni una continuidad en la relación. Un solo movimiento, un simple "click" para abrir o cerrar una conversación, puede representar un puente o un muro en las relaciones humanas.

Esta pandemia ha puesto en jaque la "normalidad" en que estábamos instaurados y nos ha hecho cambiar nuestros hábitos, nuestra rutina diaria, nuestro modo de vincularnos... Estamos adaptados a un sistema que nos hace dependientes de una sociedad consumista -creando necesidades innecesarias que deben ser gratificadas instantáneamente- que en situaciones límites, nos damos cuenta que no nos es válido. Lo que necesitamos es vincularnos con las personas que amamos y eso es lo que sí extrañamos.

Estamos inmersos en una crisis que tiene como característica principal el hecho de que debemos permanecer aislados, donde el contacto físico está vetado y es, después de esta censura, cuando somos conscientes de cuanto duele renunciar a lo afectivo. Vivimos en un mundo donde el tiempo es veloz, todo es provisional y líquido (lo líquido no se ata ni al espacio ni al tiempo). Lo cambiante resulta excitante y por eso se pone más énfasis en el cambio que en la permanencia.

Éramos nómadas y libres para fluir, preocupándonos por nuestra búsqueda de libertad, para sentirnos cada vez más independientes y esto hacía que nos despreocupáramos de lo que pasa en nuestro alrededor. La búsqueda de seguridad personal iba por encima de los intereses colectivos. Sin embargo, de repente nos vemos parados y la madre naturaleza nos recuerda que no estamos solos en el mundo y nos encierra en casa, hay un stop en nuestras vidas. La vorágine en la que estábamos sumergidos se frena y da paso a una nueva etapa generada por un pequeño ser que invade el mundo entero y nos obliga a encerrarnos en casa, a entrar en una etapa de "libertad en espera". Aquí reside la duda de esta reflexión: ¿será este el momento en que se reorganice la manera de vincularnos? ¿Va a ser un momento clave para reestablecer escalas de prioridades en las sociedades? Tendremos que esperar para responder a las preguntas y aprender a navegar en la incertidumbre mientras exploramos el presente.

En situaciones como la actual, es cuando nos damos cuenta de la importancia de nuestra red afectiva, desde lo más íntimo a lo más social, y de su vulnerabilidad. Estos días, hemos visto la capacidad de solidaridad de muchas personas: se han organizado para fabricar mascarillas, para repartir comida a personas que están enfermas y no pueden salir a comprar.... Necesitamos ayudar y ser ayudados. Experimentamos el deseo de volver a abrazar a las personas más cercanas y compartir experiencias con ellas. Al final, lo que se pone de manifiesto es el deseo de seguir viviendo experiencias afectivas, la esencia del deseo humano: amar y ser amado.

La duda es si, cuando logremos superar esta pandemia, seguiremos priorizando esta liquidez o si, por el contrario, quedará relegada a un segundo plano y estaremos más conectados emocionalmente con aquellos a quienes queremos, dando preferencia así a lo "sólido y estable" por encima de lo "líquido y veloz". ¿Seguirá en auge el individualismo o tal vez esta situación nos hará dar un giro hacia lo colectivo? ¿Nuestra pirámide de valores sufrirá un cambio que se verá reflejado en lo psicosocial?

En situaciones como la que vivimos, se hace evidente la necesidad de permitirnos fantasear con el porvenir y creer en el amor, tal y como fantaseaba John Lennon en Imagine: "I hope someday youll join us and the world will be as one"*.

*Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo sea uno solo

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