Otras miradas

Desescalada, movilidad y consumo: ¿serán las bicicletas el nuevo papel higiénico?

Rafael Villa Martínez

Profesor de Ciencias del Transporte y Logística, Universidad Camilo José Cela

Thanit Weerawan / Shutterstock
Thanit Weerawan / Shutterstock

El consumo de los ciudadanos es una de las fuerzas impulsoras del crecimiento económico mundial. La hipótesis de renta permanente (1957) de Milton Friedman sostiene que los consumidores no consumen teniendo en cuenta su nivel de ingresos actuales, sino el nivel de ingresos esperado para el futuro.

Esto ocurre sobre todo en tiempos de incertidumbre y, por ello, la pandemia de coronavirus ha cambiado las tendencias en los hábitos de consumo. Este cambio, consecuencia del confinamiento global y de la variación en las expectativas de ingresos futuros, presenta, a su vez, un componente racional y otro irracional.

Si empeoran las previsiones de futuro, empeora el consumo presente

En el caso de España, según el informe elaborado por la consultora McKinsey&Co. sobre las expectativas de consumo tras la pandemia, en el futuro cercano y en comparación con sus compras habituales, los consumidores esperan disminuir sus gastos en la mayoría de las categorías principales.

En general, a menor renta futura esperada, menos consumo. Esto, en algunos casos, es consecuencia de la imposibilidad de acceder a algunos bienes o servicios (hoteles, vuelos de avión, restaurantes, etc.) y, en otros, por el menor uso o necesidad (joyería, productos de cuidado personal de alta gama, calzado, etc.).

Fuente: McKinsey survey 2020: Spanish consumers sentiment during coronavirus crisis.
Fuente: McKinsey survey 2020: Spanish consumers sentiment during coronavirus crisis.

De todas las categorías estudiadas, solo tres escapan a la reducción de gasto futuro: alimentación y comida a domicilio, artículos de uso doméstico y entretenimiento.

Y dentro de los productos de mayor venta se encuentran los básicos (leche, carne, pasta...), los productos de higiene y desinfección (geles, jabón de manos, lejía...) y los equipos de protección individual (guantes, mascarillas...).

Según la pirámide de Maslow, estas tres categorías intentan cubrir las necesidades fisiológicas y de seguridad, es decir, las bases de la pirámide. Lo que significa que, ante cualquier incertidumbre, intentamos satisfacer de forma prioritaria esas necesidades más básicas. Actuamos de forma racional.

El consumo irracional e innecesario en tiempo de crisis

En cambio, existen otros productos que, en esta situación de pandemia, han tenido un consumo masivo y desproporcionado sin atender a ninguna lógica. Con ellos, actuamos de forma irracional.

Ejemplos llamativos son el del papel higiénico en casi todos los países del planeta, o las armas en EEUU. Pero, aparte de que esos productos no sirvan para proteger del virus, ¿qué efecto tienen estos picos de consumo no justificados en las cadenas de suministro?

El efecto látigo se produce cuando cambios inesperados y puntuales en la demanda producen una onda expansiva aguas arriba en toda la cadena de suministro. Ante el desproporcionado aumento de la demanda por parte de los compradores, los minoristas aumentan los pedidos a sus fabricantes, y estos incrementan sus necesidades de materia prima a los proveedores.

Al final, cada participante en la cadena de suministro sobrestima sus necesidades, lo que supone un gran desajuste entre sus proyecciones de demanda y la demanda real de los consumidores.

Un matiz importante: mientras que el incremento de la demanda de jabones o hidrogeles se corresponde a un mayor consumo por la necesidad de protección, el repentino aumento de la demanda de papel higiénico solo supone su sobrealmacenamiento en los hogares.

¿Son las bicicletas el nuevo papel higiénico?

Las bicicletas son un medio de transporte sostenible y permiten realizar ejercicio a la vez que se practica el distanciamiento social.

En Australia, donde ya han relajado las medidas de confinamiento, se ha producido un gran incremento en la venta de bicicletas. Mientras que en Nueva York, ha aumentado su uso por las restricciones en el transporte público y el menor número de coches que hay en las calles. Es razonable entonces pensar que estos comportamientos puedan repetirse en otras grandes ciudades del mundo.

En España, el Gobierno ha propuesto el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo, para evitar aglomeraciones durante la desescalada.

Por su parte, la consejería de Transportes de Madrid ha anunciado que en los próximos meses, el transporte público viajará al 30% de su capacidad de ocupantes. En el caso del metro, donde antes podían ir cuatro viajeros por metro cuadrado, ahora solo podrá ir uno.

Así, el 70% de los viajeros madrileños restantes tendrán que teletrabajar, estudiar online, utilizar el coche, o usar otro medio de transporte alternativo. Aquí es donde surge la bicicleta como opción de movilidad urbana.

Mejor a dos ruedas

En esta nueva etapa que se inicia con la desescalada del confinamiento, la normalidad será muy diferente a la anterior a la pandemia. En cuanto a movilidad urbana, se intuyen grandes cambios en los tiempos que se avecinan.

Pero la respuesta a si las bicicletas se convertirán en un medio alternativo de transporte urbano o si al cabo de unos meses de gran demanda quedarán almacenadas en trasteros la dará el cómo sea la movilidad urbana en cada ciudad, y en las adaptaciones que se hagan para facilitar la inclusión de las bicicletas como medio de transporte masivo.


Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation

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