Otras miradas

El universo en una patata frita

Carlos Saura León

Profesor de filosofía. @CarlosSauraL

Un niño come un trozo de pizza del menú infantil de Telepizza en su casa. E.P./Jesús Hellín
Un niño come un trozo de pizza del menú infantil de Telepizza en su casa. E.P./Jesús Hellín

En el 4º país más desigual de la UE hay niños y niñas que llevan 40 días comiendo basura gracias a un gobierno autonómico. El gobierno de la señora Díaz Ayuso. La película El Hoyo de Netflix mostraba una especie de sociedad carcelaria en la cual los de arriba comían los inicios de un banquete de lujo. Los de abajo solo podían roer los huesos que dejaban los de arriba, metáfora muy ilustrativa sobre nuestra propia sociedad.  No solo a nivel español, sino a nivel mundial. Según un informe de Oxfam, los ricos viven 11 años más que los pobres. En el caso de España harían falta 4 generaciones, es decir 120 años, para que una familia del 10% más pobre llegue a los ingresos medios. La señora Díaz Ayuso nos colocó ya en el mes de marzo, cuando se dio a conocer el acuerdo alcanzado con Telepizza y Rodilla, en una tesitura difícil. La "puño de hierro" madrileña nos hizo elegir entre dos opciones terribles: O los niños no comen, o comen basura. No había tercera opción, lo que destila, sin duda, una operación ideológica al estilo TINA (There is No Alternative) de Margaret Thatcher. Hace cuatro días nos regalaba otra de esas profecías autocumplidas que tanto le gusta al neoliberalismo diciendo que la Administración no puede llegar a 11.500 hogares de 179 municipios en 48 horas.

Es conocida  la propensión de los ricos y sus representantes a pensar que todas las personas toman decisiones individuales en absoluta libertad. Para los neoliberales vivimos en una especie de éter incondicionado, en el que las circunstancias y el contexto no comparecen. Eso quiere decir, si hacemos una deducción lógica, que piensan que la mayoría de gente es gilipollas. Porque si tienes la libertad de formarte y llegar a hacer dinero, pero eliges  el teléfono, la televisión y la vagancia solo puede ser por una razón: eres gilipollas. Los ricos no pueden no ver sus historias de éxito como un reflejo de su ego. "Yo he llegado hasta aquí porque decidí hacerlo, tomé esa decisión, y quién no toma esa decisión es porque no quiere". Las lentes que utilizan los neoliberales para mirar la realidad pueden eliminar cualquier discurso o realidad que niegue esa máquina de autojustificación, que pretende trasladar su experiencia individual al resto de la sociedad. Eliminan contextos familiares para sí mismos y para los pobres. Es un discurso de doble dirección. Para ellos no tiene nada que ver el hecho de ser ricos, con que sus padres lo fueran o con que su familia se lo pusiera fácil. Tampoco tiene nada que ver con las decisiones que toma un pobre, su familia disfuncional, una mala alimentación, el consumo abusivo de drogas o el alcoholismo de un progenitor.

Los menús de Díaz Ayuso forman parte de un cocktail molotov ideológico, un cocktail lanzado con un disfraz doctrinario contra las clases subalternas: un menú basura de lujo. Pero no deja de ser parte de una parte del mosaico del credo neoliberal. Un síntoma de como ven los ricos a los pobres. ¿Cómo es eso?

He aquí algunas verdades  y mentiras sobre ricos y pobres

Los neoliberales procuran dejar claro que la culpa de que los pobres sean pobres, coman como pobres, se droguen como pobres, escuchen música de pobres y delincan como pobres es suya y solamente suya. La correlación entre los estratos más altos de la sociedad y los más bajos sí implican causalidad. Una causalidad directa, cuya conexión intentan borrar dispositivos ideológicos de todo tipo.  Las correspondencias en los distintos ámbitos se cumplen como leyes matemáticas. Pero ya se ocupa el capitalismo salvaje de que no veamos relación alguna. Los ricos y los pobres viven en barrios distintos, pero también en mundos, en galaxias que se encuentran a miles de años luz. Es casi imposible para un pobre llegar ahí, solo podrían hacerlo mediante agujeros de gusano. Agujeros que nadie abre ni promueve. El cúmulo de obstáculos que se encuentra un pobre en el camino es inversamente proporcional al número de oportunidades y segundas oportunidades de las que goza un rico con contactos. He aquí algunos baches que nos ponen los ricos para que nunca seamos como ellos:

Buena organización del tiempo vs redes basura

Numerosos millonarios de Palo Alto no tienen redes sociales. Saben que es una pérdida de tiempo. Porque se dedican a hacer perder su tiempo a los pobres, que luego critican porque no aprovechan su tiempo para ser millonarios. El empresario de sí mismo que ha llegado a una empresa NewTech ha sido siempre dueño de su destino. Ha tomado todas las decisiones acertadas para poder llegar a donde está. Desde las cumbres de las montañas de Santa Cruz (California) pueden reírse de los designios humanos, cuando desarrollan algoritmos para hacernos adictos a las pantallas. Me figuro si un atisbo de duda sobre su trabajo les surge a personas que procuran hacerse horarios para el consumo de sus redes sociales. En todo caso, es signo de estatus el hecho de pasar poco tiempo en el universo adictivo que crean para el resto de la población. Confinados en nuestras casas consumimos minutos y horas de un reloj infinito que hace que nuestro tiempo se desarrolle en un continuum de pestañas y estímulos visuales, mientras ellos se ocupan de que sigamos corriendo en nuestras ruedas de hámsters.

Creatividad y gestión de la psicodelia adecuada vs drogas basura

Algunos lobos de wallstreet organizan su vida combinando tiempo de trabajo con meditación, mindfulness y microdosis de LSD para realzar la creatividad sin llegar a pisar el mundo de la fantasía y los elefantes de colores. En ellos despierta la creatividad el uso adecuado de prácticas orientales ancestrales y el consumo de estupefacientes de forma utilitaria. Algunos lo hacen asesorados por médicos, que contribuyen de esta manera a la sobreabundancia capitalista de unos pocos que proviene de la precariedad de millones. ¿El otro lado de la moneda? Muchos de ellos se ríen del poco control que tienen los pobres con las drogas. "No saben controlarse y por eso pasa lo que pasa." Mientras los ricos planifican su consumo para seguir siendo ricos. Se da la paradoja o la coincidencia de que algunos depositan sus fortunas en bancos de Delaware, Panamá, Mónaco o Suiza. Esas fortunas coinciden en el espacio de ciberseguridad que proporcionan los paraísos fiscales a dinero que proviene del tráfico de drogas.  Para muchos de ellos las drogas deben seguir estando prohíbidas, ya que los pobres no saben manejar bien su uso. Son conocidas las fiestas organizadas en el contexto del festival Burning Man, un sueño en el desierto que dura 7 días por el que algunos pagan más de 10.000 dólares al que acuden muchos ricos a despejarse de un duro año de finanzas y negocios. En cambio los pobres, no saben divertirse. Se drogan sin medida y toman malas decisiones. Son detenidos en trapicheos en los que se han metido porque ellos han querido. O acaban en urgencias tras pasarse con el MDMA o la cocaína.

Delincuencia de guante blanco vs reyertas, hurtos, peleas (delincuencia basura)

No es lo mismo amenazar con fino acento británico o con desparpajo californiano, que hacerlo con acento choni de Barcelona. No es lo mismo delinquir con la punta de la tarjeta de crédito con la que consumes cocaína que hacerlo a punta de navaja. Aunque eso suponga traficar con alimentos necesarios para millones de personas, o, por poner otro ejemplo, con la usurpación del derecho a la vivienda por parte de fondos buitre. Chalets y mansiones espaciosas en que habita gente que expropia el derecho a vivir bajo techo a millones de personas. Plusvalor del espacio-tiempo vacío que habita en las casas acumuladas por bancos y fondos de inversión. ¿Y los pobres? Pocos metros cuadrados de convivencia para ir a buscar ahí afuera lo que nos falta ahí dentro. "Dame todo lo que llevas". Un pequeño gesto: dormir en el calabozo. Un infierno fiscal que aprieta. Los pobres no tienen monedas ni para cruzar el río en la barca de Caronte cuando mueren. También hay lucha de clases en los ataudes y lugares reservados en el cementerio. Muertes violentas y muertes apacibles. Dolencias de ricos y de pobres. Morir de viejo o morir viejo siendo joven.

Arte de verdad vs música de mierda

Otro reverso. Los ricos escuchan música de calidad, aunque esté hecha por pobres o expobres. Kendrick Lamar y su "DNA" suenan en los casoplones de Beverly Hills. Los ricos tienen sueños húmedos con la posibilidad del trapicheo. "Fuck the police" dirá alguno en una de esas fiestas. Al final los raperos negros de barrios pobres son el vivo ejemplo de que el capitalismo funciona. Esas melodías no sonarían igual si no estuvieran acompañadas por los cuadros que decoran el inmenso hogar. El rap de los 80 y 90 hablaba de historias de mafias, drogas y desafortunados encuentros con la policía. Pero no dejaban de ser historias de éxito. Ahora estaban rodeados de tías buenas y jacuzzis. El trap, en cambio, esa música de pobres es el regodeo en la precariedad. Es el arte de los pobres, que con faltas de ortografía expresan como se sienten en instagram o en videoclips. Es la brecha por la cual el propio sistema intenta perpetuarse, pero deja un respiro de creatividad para los pobres que ya no lo son.  "Hermano eso último estaba to malo. Ahora qué asemo, ¿nos matamos?, me cago en mis muertos, que le follen a los avisos de desahucio." de Yung Beef es una pancarta que dice: Hay triunfo musical pero ya no hay triunfo posible para los de abajo. Es la asunción existencial de la precariedad, la vida violenta en el barrio y el consumo de drogas sin fin. TINA+TINF(There is no future). Reggaeton de pobres para ricos. Lo único que queda en este mundo postapocalíptico es el perreo. Un respeto para los que les queda en el convento, cogen, y se cagan dentro.

Alimentación utilitaria y transhumanista vs comida basura

Volvemos al asunto: Somos lo que comemos. Muchos ricos de Pedralbes y el barrio de Salamanca comen comida ecológica y tienen actividad física constante. La alimentación y el deporte pueden suponer años de vida de diferencia con respecto a los pobres de Barcelona. Algunos programadores y gente del mundillo New-Tech con dinero hacen dietas macrobióticas, de restricción calórica o ayunos intermitentes que supuestamente, les ayudará a vivir más años.  En 2009, un ensayo de la Universidad de Wisconsin afirmó que los simios que comían un 30% de calorías vivían más años. Conocen el secreto de la eterna juventud y esperan que los gurús del transhumanismo que trabajan para Google y otras empresas lleguen a tiempo para darles el santo grial de la vida eterna o lo eterno que pueda ser vivir 150 años. Mientras tanto los niños de Madrid llevan comiendo basura 40 días. Algunos han engordado hasta 6 kilos debido al encierro y el consumo de alimentos insalubres. Los ricos miden su modo de vida, se cuidan con cremas rejuvenecedoras a precios prohibitivos para las clases populares. Siempre han sido de dar las sobras. Así entienden la economía. Goteo y decantación. Lo que nos sobre se lo damos a los pobres. Y mira que somos buenos, porque podríamos dejarles morir de hambre.

En última instancia, la grasa que se acumula en los vientres de los pobres sirve para engrasar la maquinaria turbocapitalista. Riesgos cadiovasculares, cáncer y contracturas en cuerpos, ya no solo en adultos, también en niños. Desde la tierna infancia condenados y adictos al azúcar y las grasas. Los hijos de los ricos seguirán consumiendo cinco piezas de frutas al día y la única grasa que conocerán serán las de las hamburguesas de Kobe Wagyu y el jamón ibérico 5Js que se deshace como por arte de magia en la boca. Una realidad descarnada servida a modo de happy meal. ¡Pero joder!, ¡cómo eres!, ¡qué negativa es la izquierda!. Sí, lo llevamos todo hasta las últimas consecuencias. Nos da por pensar en las implicaciones de las decisiones de irresponsables líderes de la derecha. La comunidad de Madrid actúa como Glovo, haciéndonos falsos autónomos de decisiones que no tomamos. Pedaleando en la bicicleta destartalada del capitalismo que nos dirige al abismo.

El sistema ha hablado: te ofrecemos comida basura y un sin fin de alternativas para eliminarla. La insatisfacción y la frustración son parte del cúmulo de necesidades creadas para que la rueda siga girando. Así que en el fondo, estás trabajando para nosotros. Y todo forma parte del mismo sistema digestivo. No te preocupes. Tenemos cuatro estómagos para digerir lentejas y humanos. Si quieres las tomas y si no, la decisión de intoxicarte está en tus manos. El actor dueño de un sixpack en el anuncio de perfumes, historias de éxito en Instagram o superhéroes en el cine. Cuerpos perfectos que han elegido su perfección en el Olimpo de los Dioses del capitalismo, te dicen una y otra vez "si eres gordo es porque quieres", y te hacen soñar con un lunes en que por fin empiezas tu rutina deportiva sin darte por vencido, olvidándote de que tu madre tiene alzheimer y debes llevar la compra a tu padre (que está un poco cascao), por no hablar de Elena y Zoe, tus hijas a las que tienes que mantener, y que seguramente puedas llevar al cine a que consuman paradigma ideológico con posterior parada en el mcdonald's y un almuerzo feliz, si te quedas un par de  horas extra en el trabajo.

No es de extrañar que El Hoyo haya tenido éxito en Netflix. ¿Quién no ve nuestra sociedad reflejada en esa película en que en los pisos superiores se comen los mejores alimentos y para el resto solo quedan huesos y la mierda que dejan los demás?

Reversos. Me gustan los reversos. El mundo en el que vivimos es una superficie inicialmente plana, cuyos accidentes geográficos son estirados por un lado. Las montañas de unos, son las caídas al vacío de otros. Los cielos azules de los afortunados son tormentas perfectas para los pobres al otro lado del mapa social. El espacio se curva para las víctimas del infortunio y es fácil caer en los agujeros negros que las malditas estrellas del mundo y sus representantes políticos configuran para estrellarnos. Que no nos distraigan los fuegos artificiales y las supernovas. Ayuso dijo que era mejor  que los niños comieran basura a que no comieran. Se inventó un mundo y con ello una realidad. El menú A implicaba que los niños no comieran. Les ofreció un menú B: que comieran, aunque fuera basura.  Propongo otra realidad: un mundo con un menú C. Quieren que comamos mierda, que nos peleemos, que vivamos menos años. Nos quieren encerrados si cometemos un error. Quieren que nos droguemos en exceso para corroborar que somos irresponsables. Solo quieren confirmar su discurso y que no miremos hacia arriba. Eternamente confinados en la mala alimentación, las reyertas, las malas decisiones, el alcoholismo en relaciones tóxicas. Eternamente pegados a la pantalla que nos hace esclavos ofreciéndonos un poco de libertad en este encierro.

El universo social en una patata frita, una pizza y una hamburguesa. Eso somos para ellos. Aceite reutilizado y piel con acné. Recursos humanos de los que disponer y deshacerse. Ficción instantánea: Me figuro a un concejal de Ayuso proponiéndole el menú de la vergüenza a ésta última. Ayuso contesta: Just do it.

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